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Me gusta la gente que sin motivos te busca y sin ataduras se queda.

En nuestro ciclo vital acumulamos numerosos tipos de relaciones sociales. Amistades de infancia que nunca caducan, efímeros compañeros de trabajo, encuentros casuales con gente que adquieren más valor que la propia familia… Podríamos decir que nuestro día a día se teje de un complejo caleidoscopio social donde las emociones , y los sentimientos, pueden ser muy diversos y hasta contradictorios.

No obstante, lo que más valoramos en la gente, es la autenticidad. Porque las personas humildes huelen a sencillez, y brillan en esa integridad que no sabe de chantajes, cargas o dobles sentidos.

Reflexiona con nosotros ahora sobre una pregunta muy simple: ¿Cuántas personas “auténticas” hay en tu vida? Piensa no sólo en tus amistades, fija tu valoración también a nivel de familia.

Así es, posiblemente el recuento de esas personas no llegue a los dedos de una mano. Son pilares en tu día a día, ejes de rotación en tu alma, en tu corazón, referentes que nunca te fallan y en los que puedes ser tú mismo, sin miedo a que te juzguen o busquen en ti intereses egoístas.

Hablemos hoy en nuestro espacio sobre la gente que nos busca cada día sin que exista una razón, sólo porque sí, porque existes, porque eres tú. Amigos, amores y familia… Gente significativa que está en tu vida sin ataduras, sin pesos y sin asfixiar. Solo compartiendo vida. Enriqueciéndote.
El tipo de gente que incluimos en nuestras vidas.

Suele decirse que las personas, llegamos al mundo como caídos de una chimenea. Nadie tiene opción a elegir el tipo de familia ni el estilo educativo, más o menos acertado, que le van a inculcar. No puedes cambiar a tu familia, pero llegado el momento, sí puedes elegir el modo en que vas a seguir relacionándote con ellos.

La sangre hace familia, pero en ocasiones, las personas que la integran nos hacen cautivos de sus ataduras, de esos grilletes que vetan nuestro crecimiento personal.

Ahora bien, no ocurre lo mismo cuando salimos ya de esa primera esfera familiar, para adentrarnos en el complejo campo de las relaciones sociales y afectivas. ¿Qué tipo de gente sueles incluir en tu vida?



Pueden llegarte a ti muchos tipos de personalidades, algunos encajarán en el puzle de tus preferencias, en el atlas de tus afectos y en la noria de tus emociones, pero… ¿Cómo saber qué tipo de personas son las más adecuadas para darnos una felicidad auténtica?
El valor de la reciprocidad

No se trata de un “yo te doy esto y ahora tú me debes aquello”. En las relaciones recíprocas no hay nada material, se trata de una reciprocidad emocional y de una compatibilidad, donde no existen los chantajes ni aún menos la necesidad de que la otra persona cubra vacíos o problemas propios.

La reciprocidad es saber que lo que yo invierto, me es correspondido. Si yo te ofrezco mi apoyo, mi apertura emocional, y mi confianza, espero lo mismo de ti.
En el momento que hay un desequilibrio, en cuanto una de las partes asume todo el esfuerzo obteniendo solo carencias, esa relación deja de “ser consciente“, porque uno de los dos actúa de modo inmaduro.
La reciprocidad se basa también en el reconocimiento. “Yo te reconozco como alguien importante en mi vida”, por lo tanto espero lo mismo de ti.

La autenticidad

Hay quien dice que las personas auténticas no abundan, que todas andan enfundadas en aparentar lo que no son o lo que necesitarían ser. La gente auténtica sí existe, y sabe mostrarse ante ti tal y como son. Aceptan sus virtudes y reconocen sus defectos, no tienen necesidad de escudarse en nada, ni siquiera en las excusas.

Quien es auténtico practica la sinceridad, pero a su vez, sabemos que es un tipo de sinceridad que ayuda y reconforta, y que en ningún momento, busca atacarte o juzgarte por tus actos o palabras.

A menudo, y en especial a nivel de familia suele aparecer mucho la técnica del enjuiciamiento y la sanción, el “ya sabía yo que no llegarías a nada”, “y te lo digo por tu bien, pero tú no estás hecho para emprender ese camino”.
La gente que es auténtica, humilde y sincera, no juzga a la ligera ni sanciona. Porque quien es auténtico dispone de un buen autoconocimiento y una adecuada empatía.

Sé primero la persona que merece ser buscada

No debemos caer en el error de depender de la gente en general para ser felices, para complementar la otra mitad de tu sofá o para ser solo el oído de tus preocupaciones cotidianas.

Al igual que nosotros buscamos la autenticidad en nuestras relaciones sociales, y que estén con nosotros por lo que somos y sin egoísmos, debemos practicar a su vez en piel propia aquello que buscamos en los demás.



¿Quieres personas en las que confiar? Demuestra que eres de fiar.
¿Quieres que te comprendan? Aprende a escuchar. Aprende a ponerte en el lugar del otro.
¿Quieres que aporten alegría a tu vida? Trabaja primero tu propia felicidad y aprende a ofrecerla.

Si a día de hoy tienes en tu contexto social más cercano personas que te buscan por motivos interesados, o ese tipo de gente que se queda contigo colocando a tu alrededor múltiples ataduras… Reflexiona sobre qué deberías hacer para sentirte mejor.

Porque recuerda: las personas no cambian, en realidad, nunca fueron eso que pensaste en un principio.