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Es el miedo irracional a todo lo que suene a “químico”, además, las personas quimiofóbicas suelen pensar que los términos “químico” y “natural” son diametralmente opuestos. Esta fobia lleva a situaciones realmente curiosas.



más que a algunas personas no les guste, todo es química, y cualquier sustancia que se imagine (aire y agua incluidos) resultan letales a determinadas dosis o si entra en nuestro organismo por la vía inadecuada.



El miedo a la química puede ser peligroso para la salud.




Desgraciadamente la quimiofobia no es una mera anécdota, en muchos casos esta dolencia tiene consecuencias negativas sobre la salud.

Así por ejemplo, no es raro que una persona quimiofóbica a la que le duela la cabeza acuda a un herbolario en busca de la “aspirina natural”, o lo que es lon mismo, a una sustancia que se extrae de la corteza de sauce llamada aćido salicílico.



Si bien es eficaz contra la cefalea, presenta el inconveniente de ser muy irritante para el estómago, es por ello que las compañías farmacéuticas lo transforman en ácido acetilsalicilíco, de este modo se reducen las probabilidades de intercambiar un dolor de cabeza por una gastritis.



Otro sector fuertemente sacudido por la fobia a la química es el de la alimentación; entre los consumidores hay un auténtico pánico a los números “EXXX”, lo que conduce nuevamente a situaciones un tanto rocambolescas: si en la etiqueta de un producto aparece “vitamina C” el producto es saludable, pero si se indica “E­300” estamos ante un malvado aditivo, a pesar de que el E­300 no es sino vitamina C.



Otros ejemplos destacables son: E­901= cera de abejas, E101= vitamina B2, E­140= clorofilas, E­441= gelatina, E­948= oxígeno…

Pese a que los diversos aditivos son utilizados de forma segura, hay quien sostiene que podríamos prescindir de ellos, y es que si algo caracteriza al ser humano es su mala memoria; precisamente le debemos a los aditivos la desaparición de algunas enfermedades que antaño resultaban letales como la disentería:



La industria cosmética es especialmente sensible a la quimiofobia.





Una vez más, hablar de miedo a la química es hablar de paradojas; por alguna extraña razón se considera “natural” a las sustancias derivadas de animales y plantas, pero “artificiales” a las que se obtienen del petróleo, como si este no fuese un producto creado al 100% por la madre naturaleza.

Las empresas cosméticas son conscientes de este miedo generalizado hacia la química, pero también saben que las sustancias más eficaces disponibles son “malvados químicos artificiales”, así pues, resuelven el problema añadiendo a sus productos pequeñas cantidades de sustancias sin valor cosmético pero con gran reputación “natural”.



Basta con darse un paseo por cualquier gran superficie para encontrar productos tales como cremas con colágeno (la piel es impermeable a las proteínas, y por tanto al colágeno), lociones con “células madre de origen vegetal”, jalea real, etc.

En resumidas cuentas, ninguna sustancia es buena o mala en función de su origen, sino de su composición, dosis y vía de administración.