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Crear Una Nueva Realidad Personal



¿Por qué Somos como Somos?.
somos como somos porque nuestros conocimientos y experiencias se encuentran organizados en la configuración de nuestro cerebro (neurología), en nuestro inconsciente (psicología) y en la química del cuerpo (bioquímica).

Dicho de otro modo, pensamos y reaccionamos automáticamente de la misma manera en base a los recuerdos del pasado porque en gran medida el entorno y el tiempo condicionaron la química (sentimiento) del cuerpo. Sobre la base de lo hemos heredado, lo que aprendemos a través de las experiencias de la vida queda grabado en forma de recuerdos en nuestro inconsciente desde el punto de vista psicológico, se sustenta en redes neuronales en distintas partes del cerebro desde una perspectiva neurológica, y se memoriza en nuestras células desde una mirada biológica-química.



¿cuál es el papel de los recuerdos?.
Aprendemos en base a nuestras experiencias. Si no fuera por los recuerdos no podríamos aplicar lo que aprendimos. Juegan un papel muy importante en nuestro modo de pensar y sentir.

Al recordar hacemos consciente algo que aprendimos o experimentamos y que está registrado en nuestro cerebro y en nuestro inconsciente. Memorizar nuevos conocimientos y ponerlos en práctica de una manera consciente hasta hacerlos inconscientes con la repetición, es el modo que tenemos para reprogramar el inconsciente, entonces la realidad cambia.

¿Cómo se explica el proceso?.
La ciencia ha clasificado a los recuerdos de diversas maneras. De una forma muy simple los podríamos agrupar por el modo de memorizarlos y por el modo de recuperarlos.
De acuerdo a como se memorizan pueden ser semánticos o episódicos. Se denominan recuerdos semánticos a aquellos producidos por conocimientos teóricos, generalmente son de corto plazo, se archivan en la corteza cerebral, y en mayor medida en el lóbulo frontal porque responden a la intelectualidad.



Los recuerdos episódicos obedecen a experiencias, por lo tanto son de más largo plazo. Se archivan en la corteza cerebral y también en el sistema límbico porque las experiencias generan emociones. De esa manera se pueden retener durante una mayor cantidad de tiempo y recordarlos mejor. El recuerdo semántico nunca llega a ser tan fuerte como el episódico porque le falta la práctica. En consecuencia, la emoción que genera la experiencia hace más estable y duradero al recuerdo episódico.

Según la manera de recuperar los recuerdos pueden ser: explícitos o declarativos e implícitos o procedimentales. Los explícitos se recuperan en forma consciente (fechas de cumpleaños, nombres de amigos o familiares, etc.), Se almacenan en la corteza y pueden ser semánticos o episódicos e involucra principalmente a la mente consciente para su recuperación.

Los implícitos o procedimentales se almacenan en forma de hábitos, habilidades, reacciones emocionales, etc., e interviene muy poco la mente consciente en su recuperación. Residen más bien en el sistema límbico y cerebelo, y por lo tanto se recuperan involuntariamente, en forma automática.

Generalmente los recuerdos no comienzan siendo implícitos, se tiene que utilizar la mente consciente para evocarlos y al repetirlos reiteradamente se instalan en el inconsciente. Por ejemplo, recuerdos que se forman para aprender a andar en bicicleta, en automóvil, etc., para aprender esas habilidades primero fueron explícitos (semánticos y episódicos), y después de repetirlos muchas veces se transformaron en implícitos. En esos casos podemos andar en bicicleta o en automóvil prácticamente sin intervención consciente.

Un ejemplo práctico
Cuando el precursor de la memoria episódica (experiencia) es el conocimiento (memoria semántica), y la hemos repetido muchas veces en forma consciente (memoria explícita) se acumula en el inconsciente en forma de memoria implícita.

El conocimiento teórico (memoria semántica) involucra la mente, y la experiencia (memoria episódica), incluye también al cuerpo en su conformación. La memoria se hace implícita al repetir la experiencia muchas veces, en ese momento el cuerpo está lo suficientemente entrenado para hacer lo que la mente ha aprendido y no necesita de la participación de la mente consciente.

Un ejemplo muy claro está en los deportistas de élite. El entrenador le enseña teóricamente como debe emplear el cuerpo para la competencia y el deportista lo hace consciente (memoria semántica). Luego entrena el cuerpo según las instrucciones recibidas para experimentarlas (memoria episódica) y practica el movimiento muchas veces para “memorizar los músculos” en forma consciente (memoria explícita). Cuando lo logra, ya no necesita la mente consciente para ejercer los movimientos (memoria implícita), en otras palabras, saca la mente de juego y deja que el cuerpo haga su trabajo. Muchas de nuestras tareas habituales obedecen a este proceso porque frecuentemente estamos transformando los recuerdos explícitos en implícitos, dicho de otro modo, volvemos inconscientes los pensamientos conscientes.



El 95% de nuestros comportamientos y conductas responden a pensamientos y experiencias que se han ido acumulando en el inconsciente en forma de recuerdos implícitos y no necesitan de la actividad consciente porque se han transformado en modos habituales de ser, luego se disparan al menor pensamiento o deseo.

¿Podemos reinventarnos desmemorizando recuerdos implícitos y memorizando nuevas formas de pensar y sentir?.

A los 25 años el cerebro está totalmente formado y a los 35 años las experiencias vividas conforman una personalidad más o menos estable. A esa edad hemos memorizado comportamientos, actitudes, creencias, sentimientos, que están inconscientemente programadas y nos definen. Nuestra personalidad entonces se relaciona con el pasado personal y ancestral.

Sin darnos cuenta hemos creado nuestra personalidad en base a conocimientos, experiencias y arrastre genético, y muchas de las facetas que la componen seguramente no nos dejan del todo satisfecho.
El ser humano lleva dentro de sí un mandato otorgado por una ley natural: evolucionar, porque el universo es evolutivo y el ser humano es universo. Evolucionar significa cambiar para ser mejor y ése debe ser nuestro propósito, si lo cumplimos obtendremos grandes beneficios.

Debido a las experiencias vividas, a partir de la tercera década de vida es un momento ideal para ir corrigiendo nuestro modo de ser, no obstante podemos comenzar en cualquier etapa de nuestra vida. La opción es: estancamiento o evolución de nuestra personalidad, con el estancamiento envejecemos, con la evolución rejuvenecemos.
Con el estancamiento seguimos alimentando los mismos miedos de siempre, los mismos pensamientos limitantes, las mismas emociones que condicionan nuestro poder de decisión, de esta manera, el futuro será una réplica del pasado.

En cambio, al evolucionar en nuestra forma de ser nos volvemos más creativos, más entusiastas, nos transformamos en alegres espectadores de nuestro progreso en todas la áreas de nuestra vida, en síntesis vivimos en vez de vegetar.
La buena noticia es que podemos reinventarnos consciente y deliberadamente, pero antes debemos desmemorizar los viejos pensamientos y sentimientos. Al cambiar nuestra forma de ser cambia nuestra realidad personal.

Hasta la Próxima.....