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Buenas gente, en esta oportunidad traigo un relato corto con una carga sentimental bastante interesante. Espero que lo lean y que si les gusta lo compartan y me dejen algún puntito así más gente lo ve.
Les recuerdo que les dejo el link al post original en la siguiente foto:


Viejos Sabores

Un amigo extendió su mano y me ofreció un chicle. Le dije que no tenía ganas, que en breve cenaba. Él, seguro de lo que ofrecía, insistió “Dale, guardalo para después por lo menos”.
Yo, al entender lo que realmente ofrecía, me reí. Había entendido que en ese momento el objeto no importaba, que él solamente tenía ganas de compartir, y luego de eso, lo acepté. No podía negarme a compartir con un amigo.
Entonces me lo dio y antes de abrirlo le pregunté “¿De qué sabor es?” y me contestó muy acertadamente “Vas a ver que es como si ya lo hubieses probado, es como a… no sé, nostalgia”. Con mucha curiosidad, y tratándolo de payaso, saqué el chicle del papel y me lo mandé a la boca y en el momento, en que mi lengua sintió el primer sabor, me sentí extraño, pensé “Qué maldito, tiene razón. Tiene sabor a infancia”, era tan difícil de explicar, como si lo hubiese comido durante toda mi vida.
Inmediatamente sentí el tiempo volverse lento. Por mi cabeza pasaron todos mis recuerdos más antiguos, como los dibujos animados que veía , los álbumes de figuritas, los juegos de mesa, las tardes en bicicleta, la merienda, los chistes de primaria, la hora de la siesta, los juegos de recreo, los guardapolvos sucios, los escondites y todos los juguetes que tuve: las espadas, los robots, los comunicadores, los autitos, y todos aquellos que se rompieron, los que se perdieron y hasta los que regalé.
Logré entender qué estaba pasándome cuando recordé que en todas esas memorias estuve con él y con muchos otros amigos, que todo fue compartido, que este chicle era como cualquier otro, pero que me lo había dado un amigo con quien compartí toda la vida. Eso lo convertía en el mejor chicle del mundo.
“¿Y? ¿Qué te parece? ¿Qué sabor le sentís?” me preguntó al verme medio tildado mientras yo estaba sumergido en mi mente. “Tiene sabor a mandarina, boludo”, le respondí.



Agradezco a todo aquel que se haya tomado el tiempo de leer este relato y espero que les haya gustado. Por favor, siéntanse libres de comentar y, si quieren, dejar algún consejo o crítica que les parezca adecuada.   
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