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La ciudad de los espejos

(por Writerman)



Había una vez una ciudad llena de espejos, con edificios espejados, espejos en las bocacalles, autos con espejos retrovisores, celulares con vidrios espejados, probadores en las tiendas de todo tipo también con espejos, espejos en los ascensores, gente con lentes espejados para el sol y para que no les vean los ojos, gente que quizá podría estar ocultando su mirada por miedo a ser juzgados por alguna infracción. También había espejos en los baños, espejos en las entradas de las casas, adornos hechos de espejos, juguetes espejados para adultos, mesas de espejos, éstas, posiblemente también para adultos…, bolas de espejos en los boliches bailables que refractaban los rayos de luz en todas direcciones, libros que hablaban de las propiedades fabulosas de mirar los espejos, incluso había espejos en los laboratios de psicología experimental para que los animales interactúen con lo que veían en éstos, en los parques de paseos las aguas de los lagos artificiales tenían dispositivos para que permanecieran súmamente quietas y de esa manera se transformaran en enormes espejos naturales, hasta llegaban a poner espejos en los techos de algunas habitaciones, presúntamente para adultos según creo, y a las niñas, desde pequeñas se les regalaban sets de pinturas con espejos incluídos, en fin…, espejos por doquier.

Hasta aquí, cualquiera diría que no es más que una descripción de una ciudad como cualquier otra, pero, sin embargo, ésta era una ciudad completamente distinta a todas las otras ciudades con espejos.

En esta ciudad, los espejos no reflejaban los objetos como en otras ciudades, sino que, mostraban lo que existía más allá de ellos, así, quien los miraba, podía ver “Lo Otro”, aquello que los espejos de las ciudades comunes no dejan ver. De esta manera, a las personas y los animales del laboratoria de psicología experimental, le era imposible verse a sí mismos, y todo el tiempo (sólo las personas, no los animales) andaban preguntándose entre sí, cómo se veían, excepto aquellos que se filmaban y miraban los films para saber cómo lucían.

Con todo esto, la gente de esa ciudad tan especial no era muy estricta con sus looks, ya que cansaba mucho estar pendiente de eso si uno no podía verse más que en films, pero estas personas tenían la suerte de un sexto sentido o, podría ser un séptimo, si es que ya existiera el sexto en las ciudades comunes. Este sentido, les permitía conocer el Alma de sus colegas, pero no la de ellos mismos. Digamos, si una persona miraba a otra, sabía por su sexto o séptimo sentido si esta persona tenía un Alma buena, mala, especial, con alguna jerarquía entre las otras Almas o si no tenía Alma alguna y, en ese caso pasaba a ser un desAlmado, lo que no le permitía ser de ninguna religión según las leyes de ese municipio, pero como habían muchas personas de este tipo (aunque eran minoría, por suerte) tenían su propio Culb de DesAlmados, en el que habían creado rituales a modo de una religión propia, sólo para no sentirse tan excluídos de la sociedad.

Sólo los nativos de esa ciudad sabían lo que los espejos mostraban, y callaban ese saber a los nacidos en otras ciudades, por eso era que, aunque los espejos no reflejaran los objetos para los nativos, igualmente debían tenerlos en los mismos lugares que los habían en las ciudades comunes para, de esta manera, no levantar sospechas en los turistas o extranjeros, ya que éstos no tenían la capacidad de ver “Lo Otro” en los espejos, sólo veían los objetos como eran reflejados igual que en cualquier otra parte del mundo.

Así, los ciudadanos de la ciudad de los espejos tenían una sociedad muy bien organizada, cada cual hacía lo que su Alma, según el Consejo Especializado en el Otorgamiento de Puestos y Jerarquías les decía, le permitía, según las cualidades de pureza y conocimientos innatos tuviera. Por lo que el intendente era el adecuado para el cargo, al igual que el barrendero y el taxista, o el médico y enfermeros o enfermeras. Sin embargo, el puesto de abogado estaba destinado a los desAlmados, porque nadie querría un abogado con Alma, eso sería perjudicial para cualquiera que fuese culpable y quiera ganar un caso, como les sucedía siempre a los que tenían un Alma mala, que se la pasaban entrando a la carcel pero eran salvados por los desAlmados y así todo el tiempo, cosa que hacía que los desAlmados, en su mayoría, fueran de una posición económica elevada porque solían tener bastante trabajo, eso sí era igual que en las ciudades comunes.

Los chicos de la ciudad de los espejos iban a la escuela como los chicos de las ciudades comunes, y las escuelas eran casi iguales que en las otras ciudades, más que nada porque siempre solían haber alumnos de intercambio en el ciclo superior pero, además, eran casi iguales porque el Alma de los chicos (y chicas también, ya que no hablo de género sino de edad) no se dejaba percibir en su totalidad hasta que no cumplían 25 años aproximadamente, que es cuando también el cuerpo alcanza un desarrollo como adulto completo, con muelas de juicio y todo eso. Siendo esto fundamental para no impedir a esas Almas dar el máximo de sí para lograr objetivos propios sin tener el crucifijo de ser un sobresaliente o un mediocre de antemano. Además que, también por ley, no existían escuelas privadas con mejor enseñanza que las estatales; en esa ciudad todas eran estatales y con un muy buen nivel, ya que ningún padre querría que su hijo, pudiendo tener un Alma especial, fuese mal educado, lo que hacía que los padres pudientes pagaran la cooperadora puntualmente y, algunos, hasta donaban grandes sumas de dinero para mantener las instalaciones y muy bien cualificados a los profesores, siendo éstos favorecidos con cursos de perfeccionamiento de todo tipo.

Nunca sabremos qué era lo que los nativos de la ciudad de los espejos podían ver en esos espejos, pero estoy seguro que podríamos aprender mucho de su sociedad.