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¿Depende el futuro de los coches eléctricos… de las series de televisión?




Al hablar de los problemas que afrontan los coches eléctricos solemos detenernos en aspectos técnicos acerca de su funcionamiento y fabricación. El coste de las baterías, la ausencia de infraestructuras de recarga o la autonomía son algunos de los más frecuentes. Sin embargo, a pesar de todo el despliegue en difusión publicitaria de las marcas, las ventas de este tipo de coches son tan bajas (484 en España en 2012) que difícilmente pueden achacarse sólo a sus inconvenientes técnicos. Otros productos que se presentaron al mercado con desventajas respecto a la competencia (el mejor ejemplo es el iPhone con su pobre cámara de fotos, minoritario software o escasa capacidad de la batería…) han sabido hacerse un hueco y ganarse el mercado con otros argumentos y con una cuidada estrategia de comunicación. Los coches eléctricos todavía tienen que hacerse un hueco en la cultura popular a través del cual ir creciendo en atractivo como en su día sucedió con los coches de motor de combustión. Estos últimos tuvieron en el cine un aliado decisivo para su éxito… ¿Será esta la clave para los eléctricos en el XXI?

El papel del cine en el éxito del automóvil



Aunque los coches habían alcanzando una gran popularidad en Europa y Estados Unidos en los años 20 y 30, se podría decir que el automóvil moderno (y la industria moderna) nacieron después de la Segunda Guerra Mundial. La aparición de eso que llamamos “clase media“, unido a un importante crecimiento económico basado en los bienes de consumo, la energía y las infraestructuras, hizo del coche el centro de la economía mundial, pero faltaba un elemento clave: que la cultura popular lo adoptase. El Hollywood de los años 50 y 60 se convirtió en el escaparate predilecto para toda clase de artículos, de los cuales el más deseado en aquellos años era el automóvil. Además de reflejar en sus producciones una sociedad en plena motorización, el abrazo con la propia industria del motor propició la aparición de nuevos formatos como el spot televisivo o la película promocional, cuya popularidad fue máxima y su éxito comercial arrasador.

En sólo 16 años, de 1955 a 1971, el cine ayudó a construir una cultura popular en torno al automóvil que multiplicó sus ventas en todo el mundo

El protagonismo de algunos modelos en el cine de los años 50 y 60 fue a la industria del automóvil lo que los cigarrillos del cine negro a la industria tabacalera década y media antes: un espaldarazo definitivo a la popularización de un artículo de consumo a través de un medio de difusión masiva.

Si bien el género de las carreras había tenido importancia en el cine del primer tercio del siglo XX, su influencia en el mercado había sido nula. Tras la Segunda Guerra Mundial el abrazo de las industrias construyó una mitología cinematográfica del automóvil. Desde “Rebelde sin causa” (1955) los títulos que elevan el coche a la categoría de mito gotean en los 60 con “Goldfinger” (1964) y el resto de la saga Bond, “Grand Prix” (1966), “Bullitt” (1968) o “500 Millas” (1969). El apogeo llegó en vísperas de la primera crisis del petróleo, en 1971, con cinco títulos fundamentales: “Le Mans”, “El diablo sobre ruedas”, “French Connection”, “Trafic” y “Punto límite cero”.

Esta alianza de ambas industrias favoreció que en Estados Unidos en esos mismos años las ventas anuales de coches creciesen un 75%, desde 8’5 millones en 1955 a 14’5 en 1973. Incluso en una deprimida y bloqueada España, de 1950 a 1970 el parque móvil pasó de 200 000 a rozar los 4 millones. En sólo 15 años el cine ayudó a que los coches pasasen de ser un artículo de consumo a ser un elemento clave para entender la cultura contemporánea, tanto que los iconos consagrados en aquellos años (Mini, Beetle, Ford Mustang…) siguen siendo objeto de deseo y explotación comercial medio siglo más tarde.


Los coches eléctricos en la era del cine por Internet



¿Podrían los coches eléctricos encontrar su “Gran ola” para convencernos por el cine y la cultura popular de lo que la ingeniería y la técnica no puede convencernos? La respuesta a esta pregunta nos enfrenta a un bosque de paradojas.

Por un lado, el papel del cine como elemento cultural ha disminuido sensiblemente en este medio siglo. Aunque la recaudación sube, el número de espectadores desciende paulatinamente en todo el mundo (en torno a un 4% anual) y aunque la potencia de comunicación y publicidad permanece intacta, la época dorada del “star system” hace tiempo que quedó atrás. El papel del cine como vehículo de la cultura popular ha sido parcialmente sustituido por las series de televisión, y la difusión de estas elevada a la enésima potencia gracias a Internet. Al mismo tiempo la industria del automóvil se enfrenta a sus propios retos.


Aparte del R8 E-Tron de “Ironman”, los coches eléctricos apenas tienen protagonismo en las películas, y siempre en contextos futuristas. En cambio en las series de televisión desfilan Volt, Leaf, Tesla Roadster, Karma…

En un mundo en el que el Medio Ambiente importa más que nunca y el coche se percibe como un enemigo, los jóvenes de todo el mundo cada vez ven menos al automóvil como signo de identidad cultural, como demuestran las estadísticas de ventas. El resultado es que, a pesar de algunas sagas como “Fast and Furious” (o precisamente por culpa de ellas) los coches en el cine cada vez interesan menos y los eléctricos no son una excepción. Por ahora estos coches han quedado encasillados en películas de tinte futurista o fantástico. El “product placement” ha dado ejemplos como el RSQ de “Yo robot” (2004) y en este mismo año el R8 E-Tron en la tercera entrega de la saga “Ironman”, a los que habría que sumar el Chevrolet Volt de “Transformers. La venganza de los caídos” (2009). En escenarios más realistas la presencia de coches eléctricos en el cine se limita a apariciones esporádicas como un Tesla Roadster en “Ahora los padres son ellos” (2010), o algunos híbridos como el Honda Insight del protagonista Chili Palmer en “Be cool” (2005).

Las series de televisión, que viven una época dorada con guionistas de gran calidad y audiencias de vértigo, han recogido en parte la tímida entrada de los eléctricos en el mercado. Hemos visto al Volt en “Glee”, al Leaf en “The Office” y el Fisker Karma en “Dos hombres y medio”. El Tesla Roadster tiene también un cierto protagonismo en series como “Chuck“, y también en la continuación de la popular “Dallas” que TNT emite en España desde comienzos de este año.


Los corazones eléctricos



Entonces ¿Podrán los coches eléctricos aprovecharse del cine y las series de televisión para tener una explosión de éxito en la cultura popular? ¿Podría esa “fama” conseguir lo que el argumentario medioambiental y tecnológico no logra? Seguramente no de la misma manera que sucedió en los 60 y 70, pero el cine y las series seguirán jugando un papel decisivo en esta asimilación.
Las series de televisión y su soporte de Internet son el equivalente actual al Hollywood de mediados del siglo pasado. Su audiencia, cientos de millones de personas repartidas por el mundo, no son ya espectadores pasivos y potenciales consumidores, sino que son difusores y creadores de tendencias.


La oportunidad para que los coches eléctricos conquisten la cultura popular actual está en las series de televisión. El problema es que la audiencia media cada vez está menos interesada en los coches

Los casos recientes de productos con que han alcanzado un gran éxito a partir de las series de televisión son inagotables: grupos musicales, bebidas, destinos turísticos o marcas de ropa lanzadas al estrellato son algunos, pero también los fabricantes de coches han tratado de “pescar” en ese mercado, como con la presentación del Mercedes GLK en “Sexo en Nueva York”.

Si un coche eléctrico se hace el hueco adecuado y con el protagonismo adecuado en una serie de televisión de fama mundial podría hacer por la movilidad alternativa más que muchas campañas publicitarias de fabricantes y gobiernos. Sin embargo los espectadores de principios del siglo XXI son mucho más críticos y exigentes con lo que ven, y el “product placement” debe de estar muy bien calculado para que prenda entre la audiencia de la forma esperada. Sobre todo porque esa comunidad mundial de consumidores de series de televisión conectada entre sí por Internet, está muy poco interesada en los coches en general. Y eso es la principal barrera que los coches eléctricos encontrarán para instalarse en la cultura popular como lo hicieron los coches de combustión hace 60 años.


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