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Roca y la construcción del país

El 16 de abril de 1879, el general Julio Argentino Roca iniciaba la Campaña del Desierto. Se trataba de una campaña militar y no de una expedición, porque para cumplir con las metas propuestas era necesario combatir a las diferentes tribus aborígenes instaladas a no más de 300 kilómetros de la ciudad de Buenos Aires.

Ganar la tierra al salvaje fue la consigna del virrey Cevallos, de Martín Rodríguez y de Juan Manuel de Rosas, tal vez el estratega más inteligente en estos menesteres. Desde antes de Caseros, los caciques participaban de las internas políticas del poder a cambio de beneficios palpables. Los acuerdos se alternaban con períodos de guerra.

Los indios derrotaron a Mitre en Sierra Chica y fueron vencidos en la famosa batalla de San Carlos. Para mediados de los años sesenta, sus malones eran temibles. Los arreos de ganado llegaron a superar las 300.000 cabezas. El arreo incluía mujeres, niños y personal de servicio. A las mujeres las sometían sexualmente, a los negros los quemaban "para que los blancos no hicieran pólvora con sus cuerpos". En Guaminí existía un mercado de cautivas que se vendían al mejor postor. El negocio contaba con la complicidad de mercaderes italianos, españoles y criollos.

Hacia 1879, el gobierno nacional disponía de amplios recursos materiales para afrontar sin demasiados riesgos esta tarea. El éxito del emprendimiento siempre estuvo fuera de discusión. Y en 1880 podía concretarse aquello que, debido a la guerra con el Paraguay y la sucesión de luchas civiles, no había podido hacerse antes.

A partir de la presidencia de Avellaneda, el objetivo de ampliar la frontera se transformó en una prioridad. El ministro de Guerra, Adolfo Alsina, programó la famosa zanja que habría de extenderse por más de trescientos kilómetros. Su consigna intentaba diferenciar el objetivo de poblar el territorio de la tarea de liquidar a los indios. Sus declaraciones son sugestivas: "El plan del Poder Ejecutivo es contra el desierto para poblarlo y no contra los indios para destruirlos".
Alsina murió en 1877 y Julio Roca se hizo cargo de la cartera de Guerra. Roca había criticado la estrategia defensiva de Alsina. Sus declaraciones son muy claras: "El mejor sistema para combatir a los indios -ya sea extinguiéndolos o arrojándolos al otro lado del Río Negro- es el de la guerra ofensiva".

Si el objetivo de Alsina era el de proteger los intereses de los ganaderos de la provincia de Buenos Aires, el de Roca era nacional, mucho más extendido, más sistemático. También, mucho más eficaz. Estanislao Zeballos -santafesino, para más datos- fue quien le dio soporte intelectual a la campaña, y el que más insistió en advertir que, si esta tarea no se hacía a tiempo, la llevarían a cabo los chilenos o los ingleses, con la previsible recompensa en tierras.
En abril de 1879, Chile le declaró la guerra al Perú. Esta consideración fue tenida muy en cuenta por el gobierno nacional a la hora de iniciar la ofensiva. Los indios no eran ni chilenos ni argentinos, pero era un secreto a voces que se las ingeniaban para negociar con el gobierno chileno. Allí encontraban refugio y mercado para la venta del botín de sus malones.

En términos económicos, a la campaña del desierto hay que pensarla como la estrategia de las clases propietarias para fortalecer su condición dominante ycon miras de engrandecer al pais. Si el modelo de acumulación económica era primario-exportador, el principal insumo lo constituían las tierras. A diferencia de los Estados Unidos, esta tarea no fue realizada por granjeros, sino por el Ejército. A diferencia del país del norte, los beneficiarios de estas millones de hectáreas no serían los granjeros, mucho menos los milicos, sino los especuladores y los terratenientes.
Las cifras son elocuentes: cuatrocientas personas se apropiaron de ocho millones y medio de hectáreas. Lo que ya para esa época se conoce como la oligarquía terrateniente termina de consolidarse con la Campaña del Desierto. Los enunciados acerca de la colonización y el reparto de tierras fueron palabras que se llevó el viento, o los especuladores, para ser más precisos.
Es verdad que en el camino se consolidaba la Nación y que el crecimiento de la frontera permitía un desarrollo económico formidable. La constitución de una Nación incluye un modo de producción y un régimen de propiedad. Estas tareas no suelen ser ni agradables ni simpáticas, pero son necesarias. Y alguien las tiene que hacer.

La iniciativa que Roca dirigió militarmente fue avalada por el conjunto de la clase dirigente de la época. En un primer momento, los diarios La Nación y La Prensa hicieron algunas objeciones formales. En realidad, estaban más preocupados por el poder que Roca iba a ganar en la empresa que por la salud de los indios. Cuando la recompensa en tierras se hizo extensiva a los suscriptores de esos diarios, las críticas desaparecieron.

La Conquista del Desierto se realizó de acuerdo con los procedimientos legales. El Congreso dictó una ley habilitando el emprendimiento y otorgando los fondos económicos. Algunos historiadores consideran que en 1879 el poder de los caciques estaba en decadencia y, más que de una campaña militar, habría que hablar de un paseo. Exageran, pero no mucho.
La campaña de Roca se inició en abril de 1879 y concluyó en mayo de ese mismo año. Es decir, duró algo más de un mes. Roca hizo el recorrido en carroza. El 24 de mayo llegó a Choele Choel y entregó el mando de su columna al general Conrado Villegas. "He descubierto que en el desierto no hay indios", diría Roca con su habitual causticidad. Implacable, Sarmiento le respondería: "Roca nos ha enseñado dos cosas: que en el desierto no hay indios y que en la Argentina no hay ciudadanos". En 1885, sería más preciso: "Fue un paseo en carroza a través de la pampa cuando no había en ella un indio... todo fue un pretexto para levantar un empréstito enajenando la tierra fiscal en cuya operación la Nación ha perdido 250 millones de pesos oro".
En la expedición participan alrededor de seis mil soldados organizados en cinco divisiones. También participan periodistas, sacerdotes y científicos. La campaña como tal no duraría más de dos meses. Y el saldo muestra cinco caciques prisioneros, alrededor de 1.300 indios muertos y más de doce mil cautivos.

A partir de 1881 hubo otras campañas que se extendieron hasta 1885. A los indios se los derrotó en toda la línea. Sus caciques fueron tomados prisioneros o muertos, sus guerreros cayeron en combate y sus hijos y mujeres se redujeron a una condición servil (no se los mato). En ningún momento el Ejército estuvo en peligro. Los grandes generales de la campaña fueron el telégrafo, el tren y el remington. Frente a estos auxilios los indios no tenían ninguna chance.

El Estado nacional terminó de constituirse en la llamada Campaña del Desierto. Los antecedentes de su itinerario tampoco fueron amables. El aniquilamiento de las montoneras y la federalización de la ciudad de Buenos Aires fueron los hitos de un recorrido que concluyó alrededor de 1880, cuando el Estado perfeccionó lo que se conoce como el monopolio legítimo de la violencia, el principal atributo de la estatidad.

El trato a los prisioneros no difirió del que le dieron en su momento al gauchaje montonero. La suerte de las mujeres y los niños fue miserable. Las más afortunadas pudieron trabajar de sirvientas en Buenos Aires, pero a la mayoría les aguardó un destino mucho más humillante.
En París, Lucio V. Mansilla recordaba con un leve sentido de culpa las amargas y sabias profecías del cacique Mariano Rosas: "Hermano... cuando los cristianos han podido nos han muerto. Y si mañana pueden matarnos a todos, nos matarán. Nos han enseñado a usar ponchos finos, a tomar mate, a comer azúcar, a beber vino, a usar bota fuerte, pero no nos han enseñado a trabajar ni nos han hecho conocer a su Dios... Y, entonces, hermano... ¿qué servicios les debemos?".


JULIO ARGENTINO ROCA



La faz militar en la vida de Julio Argentino Roca es la que lo acompaña en forma más permanente desde sus primeros años hasta su muerte. Su niñez, en el Tucumán natal, transcurre junto a un padre militar que sufre las peripecias de la agitada vida Argentina de la primera mitad del siglo diecinueve. Fueron sus padres, el coronel José Segundo Roca y Tejerina, nacido el 1 de junio de 1800 y Agustina Paz Mariño de Roca, nacida en 1809, ambos nacidos en la provincia de Tucumán. Tuvieron ocho hijos, cinco de ellos sirvieron en el ejército.

El coronel Roca integró el Ejercito del Norte, participó con el ejercito de San Martín en la Expedición Libertadora al Perú y más tarde en la expedición al Ecuador bajo las órdenes del Mariscal Sucre participó de las siguientes batallas: Pasco el 6 de diciembre de 1820, Jauja el 3 de marzo de 1821, Pichincha el 24 de mayo de 1822, Zepita el 25 de agosto de 1823 y Junín el 6 de agosto de 1824. Su actuación en las guerras de la independencia lo hizo merecedor de varias medallas. Combatió contra las fuerzas de Brasil en calidad de edecán del general Lucio V. Mansilla.

Posteriormente participó en diversos conflictos en las Provincias Unidas del Río de la Plata. En 1865 partió a la guerra del Paraguay con sus hijos Ataliva (1839-1912) Celedonio (1840- Las Palmas 1868) Julio Argentino (1843-1914) Rudecindo (1850-1903), y Marcos (¿?- Paso de la Patria 1866).

José Segundo Roca muere en Las Ensenaditas, cerca del Paso de la Patria, el 8 de marzo de 1866. Fue el único oficial argentino que participó en tres guerras. Dos meses más tarde fallecen en Tuyutí y en Paso de la Patria sus hijos Celedonio y Marcos, respectivamente.

El 17 de julio de 1843 nace en San Miguel de Tucumán Alejo Julio Argentino Roca, según se consigna en la partida de bautismo que se conserva en la iglesia matriz. Julio, nacido en la propiedad de sus padres El Vizcacheral, era el tercero de ocho hijos; siete eran varones y cinco de ellos sirvieron en el ejército. Primitivamente se sostuvo que había nacido en la localidad de Monteros, en una propiedad de su familia materna.

Su madre, Agustina Paz de Roca en una carta dirigida a su padre que en ese momento se encontraba en campaña, le escribe que el hijo que esperan se llamará: “Julio por ser el mes glorioso y Argentino porque confío en que sea como su padre un fiel servidor de la patria.”

Los sucesos de la Confederación y la situación interna de la provincia de Buenos Aires llevaron a ésta a armarse en previsión de un ataque por parte de la primera.

La Legislatura autorizó al P. E. por ley del 6 de mayo de 1859 a repeler con las armas toda agresión. El choque se produjo en la Cañada de Cepeda, el 23 de octubre de 1859, donde quedaron derrotadas las tropas al mando de Mitre. Urquiza el frente de la Confederación, avanzó hasta San José de Flores y propuso un entendimiento. Se firmó así el Pacto de Unión, 11 de noviembre de 1859.

Buenos Aires se integraba a la Confederación. Los eficaces oficios del ministro de Guerra del Paraguay general Francisco Solano López fue decisivas en estas circunstancias.

En el Colegio del Uruguay, fundado por Urquiza, realizó los estudios regulares Julio A. Roca y además se matriculó en las clases de instrucción militar que se dictaban allí bajo la dirección del coronel Nicolás Martínez Jonte. En 1858, sin abandonar sus estudios, ingresa al ejército de la Confederación, como alférez de artillería recibiendo su bautismo de fuego en la batalla de Cepeda en 1859.

Desde Tucumán, el coronel José Segundo Roca escribe al general Justo José Urquiza para felicitarlo por el triunfo en Cepeda: “Me es muy satisfactorio que mi querido hijo Julio Argentino haya acompañado a V.E. en su gloriosa campaña de integridad nacional y me será tanto más que en el bautismo de fuego haya correspondido al patriótico nombre que lleva”.

Tras su actuación en la batalla de Cepeda, un decreto subscripto por Urquiza lo asciende a teniente segundo a los dieciséis años. Revista en el Palacio de San José y en Concepción del Uruguay en 1858 y 1859.

Urquiza había completado su período siendo reemplazado por Derqui. Tras la batalla de Cepeda la paz entre Buenos Aires y el resto de las provincias no seguiría por mucho tiempo.

Las diferencias políticas entre Buenos Aires y el interior desembocará en la batalla de Pavón el de 17 septiembre de 1861. Las fuerzas de la Confederación son derrotadas por el ejército de Buenos Aires, al mando de Bartolomé Mitre. Se disuelve la Confederación y se unifica la Nación.

Roca participa en la batalla de Pavón como teniente de artillería. Es el último en retirarse del combate junto con el capitán Juan Solá, salvando los cañones de la batería. Por su actuación destacada es ascendido a teniente primero a los dieciocho años.

Roca pasa al Estado Mayor del 1er. Cuerpo del Ejército Nacional en Buenos Aires, cuyo jefe era su tío materno, el coronel Marcos Paz. Acompaña a su tío en su misión como interventor para ganar la adhesión de los caudillos del interior a la causa mitrista. Recorre Córdoba, Catamarca, San Luis y La Rioja, regresando en junio.

Bartolomé Mitre asume como presidente de la Argentina; el coronel Paz es su vicepresidente. Su presidencia se vio marcada por la guerra del Paraguay.

Tras ser dado de alta en la Comandancia del 1er. Cuerpo del Ejército, Roca recibe órdenes de incorporarse al Batallón 6º de Infantería de Línea, que forma parte del ejército comandado por el general Wenceslao Paunero, en lucha contra el caudillo Ángel Peñaloza, “El Chacho”. Participa en las batallas de Lomas Blancas (La Rioja) y en Las Playas (Córdoba). Debido a su destacada actuación en la batalla de Las Playas es ascendido a capitán.


Guerra de la Triple Alianza

En 9 de mayo de 1865, con la excusa de la incursión paraguaya a Corrientes, el presidente Mitre, con autorización del Congreso le declara formalmente la guerra al Paraguay. Se forma la Triple Alianza entre Argentina, Brasil y Uruguay. Se le ordena a Roca partir a Corrientes para participar de los combates.

En el momento de la invasión aliada, los paraguayos contaban, aproximadamente, con una fuerza compuesta de 20.000 a 25.000 hombres en Paso de la Patria, a quienes se les sumaban alrededor de 2.000 hombres en Itapuá y Tebicuary, más otros núcleos en lugares fortificados. Además, Paraguay disponía de importantes fortificaciones y numerosa artillería.

Las fuerzas aliadas disponían de casi 60.000 hombres, de los cuales 25.000 eran argentinos, 33.000, brasileños y 2.800, uruguayos. La artillería contaba con 90 piezas. Además, debía contarse con el II Cuerpo brasileño, formado por 15.000 hombres, que en dicho momento se encontraba en marcha hacia el teatro de operaciones.

Roca al iniciarse en 1865, la guerra de la Triple Alianza revista en Rincón de Soto y en la costa de Payubre. En el mes de septiembre participa en el combate y conquista de Uruguayana (Imperio del Brasil), en poder de las fuerzas paraguayas, haciéndose merecedor de una medalla.

Un mes después interviene en el combate de Yatay, cerca de Paso de los Libres (Corrientes). Cae enfermo y debe volver a Buenos Aires, donde revista durante los siguientes tres meses.

El padre de Roca, coronel José Segundo Roca, al mando de la 4ta División del 1º Cuerpo del Ejercito en el campamento de Las Ensenaditas sobre el Paso de la Patria, Corrientes, muere en combate el 8 de marzo de 1866, a los 66 años de edad. El batallón Salta, al que pertenecía Julio Roca, le rindió las últimas honras. Meses más tarde caerían dos de sus hermanos: Celedonio, en el ataque a Las Palmas, y Marcos, en el Paso de la Patria. Celedonio prestó servicios en el 6to del Regimiento de Infantería de Línea a las órdenes de los generales Arredondo y Luís María Campos. Su valor quedó demostrado en la batalla de San Ignacio y otros combates. Murió en octubre de 1868, a los 28 años de edad, en Las Palmas cuando actuaba con el grado de capitán.

El 24 de mayo de 1866 año se lleva a cabo la batalla de Tuyutí, la más cruenta desarrollada en América del Sur. El valor de Roca llama la atención de sus superiores, por lo que es ascendido a sargento mayor por el general Gelly y Obes, ministro de Guerra y Marina, y se lo nombra segundo jefe.

El ejercito paraguayo, con 22.000 hombres, divididos en cuatro columnas, atacaron por sorpresa el campamento aliado de Tuyutí, donde se encontraban los 33.000 hombres de los aliados. Después de cinco horas de lucha, los paraguayos fueron derrotados, sufriendo importantes pérdidas: 6.000 muertos, 7.000 heridos y 370 prisioneros. Los aliados contaron 4.000 bajas (3.000 brasileños, 800 argentinos y 300 uruguayos).

El 22 de septiembre de 1866 el sargento mayor Roca se encuentra al frente del batallón Salta en el ataque a Curupaytí. Su unidad es prácticamente aniquilada por los cañones paraguayos.

La batalla se inició con el bombardeo de las posiciones paraguayas por la escuadra brasileña. Este bombardeo duró cuatro horas. Sin embargo, el asalto no tuvo resultados, pues al producirse el ataque terrestre, hallaron intactas a dichas posiciones paraguayas, quienes las diezmaron por el fuego de infantería y artillería. Las tropas aliadas debieron, entonces, retirarse, después de sufrir enormes pérdidas. El Ejército Argentino tuvo 2.050 bajas entre muertos, heridos y dispersos (40% de los efectivos empeñados), y los brasileños 1.950 (20%). Las bajas paraguayas sumaron 92 hombres.

Roca le salva la vida al futuro almirante Daniel Solier, al sacarlo herido fuera del campo de batalla en su caballo, junto con la bandera en hilachas recogida de la trinchera, cerca del cadáver de su primo Marcos Paz (h.). El general Mitre le confiere el honor de llevar el parte de este feroz combate a Marcos Paz, a cargo del Poder Ejecutivo Roca no vuelve al frente ya que el gobierno necesita jefes militares para combatir a los rebeldes del interior.

Durante la presidencia de Sarmiento, se firmó el protocolo que puso fin al conflicto bélico. Sin embargo, los problemas, no terminaron allí, quedaban pendientes las cuestiones de límites.

La Argentina ocupó provisionalmente Villa Occidental en el Chaco; Brasil la Isla del Cerrito. Por el tratado de paz definitivo Paraguay aceptaba los límites Argentinos hasta el río Pilcomayo; al norte de éste el territorio chaqueño sería sometido a arbitraje del presidente de los Estados Unidos.

Las islas del Cerrito y Apipé pasaban a la Argentina y la de Yacyretá al Paraguay. El 12 de noviembre de 1878 el presidente norteamericano Hayes dio su fallo arbitral otorgando todo el territorio en litigio al Paraguay.

En 1867 Roca formaba parte de las fuerzas nacionales al mando del general Wenceslao Paunero, con la misión de reducir las montoneras a cargo del coronel Juan de Dios Videla, Carlos Juan Rodríguez y otros, que azotaban las regiones del Norte y Cuyo. Roca asistió a la batalla de San Ignacio el 1º de abril de 1867. La vanguardia, bajo las órdenes del coronel Arredondo, se dirigía desde Villa Mercedes, San Luís, a esa ciudad, por entonces en manos rebeldes, y acampó en río Quinto, en el Paso de San Ignacio, al sudeste de San Luís.

El coronel Arredondo, con 1.600 veteranos del Paraguay, fue atacado, por las fuerzas irregulares del general Juan Sáa que contaba con 3.500 hombres y 8 cañones. Arredondo los dispersó y derrotó completamente. A los veinticuatro años, Roca, es designado mayor efectivo y nombrado 2º jefe del Batallón 7º de Infantería de Línea que se hallaba en San Juan. Entre septiembre y marzo de 1868, forma parte de la guarnición en la provincia de La Rioja.

Encontrándose Roca en Córdoba es ascendido nuevamente a teniente coronel y se desempeña como segundo jefe del 6º de Infantería de Línea. Posteriormente pasa a Tucumán como jefe del batallón 7° de Infantería de Línea. Más tarde actúa en Córdoba, Melincué (antiguo fortín de Santa Fe), Río Cuarto y, finalmente, Tucumán.

El 12 de octubre de 1868, Domingo F. Sarmiento jura como presidente de la Nación y Adolfo Alsina como vicepresidente. Las revoluciones, pestes y el peligro de guerra fueron una constante en su presidencia. Su obra magna fue el fomento de la educación: al asumir se educaban treinta mil niños, y al terminar su presidencia, cien mil.

En enero de 1869, al frente del batallón 7°, el teniente coronel Roca marchó a Salta al mando del coronel Pedro Corvalán para combatir al coronel Varela, caudillo de los montoneros levantados en armas contra la Nación. Varela fue derrotado el 12 de enero en las Salinas o Pastos Grandes por los milicianos de Salta. Roca da por cumplida su misión.

A los veintiséis años se lo nombra Jefe de la frontera de Orán, provincia de Salta, manteniendo el mando del 7º de Infantería.

El 11 de abril de 1970, el gobernador de Entre Ríos, Justo José de Urquiza, es asesinado en el Palacio San José por partidarios de López Jordán. Contaron con la colaboración de Nicomedes Coronel, mayordomo del gobernador. Luego de Pavón, López Jordán se distanció de Urquiza. El gobernador se había ganado el repudio de muchos federales debido a su apoyo a la Guerra del Paraguay, su tibia acción política con los gobiernos nacionales y, sobre todo, su acercamiento a Sarmiento en febrero de 1870. El 14 de abril López Jordán asume como gobernador de Entre Ríos. En consecuencia el presidente interviene militarmente la provincia.

El 2 de septiembre, Roca es trasladado con su batallón a Córdoba, donde permanece hasta noviembre. Luego marcha a Entre Ríos, donde se desarrollaba la rebelión de López Jordán, quien procuraba segregar las provincias del Litoral.

El 26 de enero de 1871, bajo el mando del teniente coronel Baibiene, gobernador de Corrientes, Roca dirige las tropas nacionales que derrotan en la batalla de Ñaembé (Corrientes) a López Jordán. Quien será derrotado definitivamente recién en 1876. Esta batalla fue el primer combate de Roca con repercusiones nacionales. Sarmiento lo asciende a coronel, sobre el campo de batalla, y Roca empieza a ser reconocido.

El 27 de enero se declara la terrible epidemia de fiebre amarilla que desata el caos en la ciudad de Buenos Aires, y provoca hasta el mes de julio 13.614 muertos. La población de 190.000 habitantes queda reducida a sólo 60.000 por las muertes y el éxodo.

El 1º de enero de 1872 el coronel Roca, quien cuenta con veintinueve años, es designado jefe de la Línea Sur de fortines de Córdoba, con asiento en la ciudad de Río Cuarto. En agosto de 1874 es designado comandante en jefe de las fuerzas nacionales en Córdoba, formadas por los batallones 7° y 12°. Reemplaza al general Arredondo, involucrado en un movimiento político de oposición a la candidatura de Avellaneda. El 28 de septiembre Sarmiento lo nombra comandante general y jefe del Ejército del Norte, con la misión de derrotar a Arredondo, quien había sido su jefe en La Rioja. El 3 de octubre Arredondo entró en Córdoba, pero debió regresar a Villa Mercedes por falta de apoyo en aquella ciudad, y porque Roca avanzaba contra él desde Bell Ville, con más fuerzas.

El 12 de octubre, Nicolás Avellaneda asume la presidencia, con Acosta como vicepresidente. Sorteó revoluciones y amenazas de guerra externa, continuando la labor iniciada por Sarmiento.

A fines de octubre Arredondo abandona Córdoba, con destino a Mendoza pasando por San Luis. Fue seguido de cerca por Roca. Arredondo se fortificó sólidamente en Santa Rosa y esperó a Roca que había aumentado sus fuerzas y seguía avanzando.

El 7 de diciembre de 1874, en la segunda batalla de Santa Rosa. Roca y Arredondo contaban cada uno, aproximadamente, con 4.500 hombres, aunque el segundo había apreciado en más la fuerza del Coronel Roca. En la noche del 6/7, mediante una maniobra brillante, Roca rodeó la posición sin que fuese detectado por su enemigo y lo atacó por la retaguardia. La acción que duró tres horas terminó con la derrota total de Arredondo quien cayó prisionero y luego pudo escapar a Chile.

El 7 de diciembre de 1874, por su destacada actuación, Roca es ascendido a coronel mayor recibiendo además los entorchados de general en el campo de batalla por el presidente Avellaneda.


Campaña del Desierto

Desde el inicio de la conquista y la colonización de la América española, la incorporación del indio a la civilización fue una de las principales preocupaciones de los gobernantes, tanto en la metrópoli como en las colonias. Dicha preocupación se vio reflejada en las Leyes de Indias, que prestaron especial atención al tema.

No siempre fue posible lograr esto por medios pacíficos, por un lado debido al abuso de españoles y criollos, y por otro dado el carácter bravío de algunas de las tribus moradoras de estas tierras, que reaccionaban con violencia ante el blanco, matando a los colonizadores y asolando sus posesiones.

De esa manera, y como medida de seguridad, se fueron conformando, en lo que es hoy la República Argentina, las llamadas fronteras interiores, en el Norte y Sur del país.
El 7 de diciembre de 1874, por su destacada actuación, Roca es ascendido a coronel mayor en el campo de batalla por el presidente Nicolás Avellaneda.

El 6 de julio de 1875, Roca es designado comandante en jefe de las fronteras de Córdoba, San Luís y Mendoza, pero manteniendo su asiento en Río Cuarto. Desde allí emite su opinión contraria al plan de Alsina para conquistar el desierto.

En su libreta de apuntes, Roca, había escrito las siguientes reflexiones: ¡Qué disparate la zanja de Alsina! Y Avellaneda lo deja hacer. (…) Es lo que se le ocurre a un pueblo débil y en la infancia: atajar con murallas a sus enemigos. (…)

Así pensaron los chinos, y no se libraron de ser conquistados por un puñado de tártaros, insignificante, comparado con la población china. (…)

Si no se ocupa la pampa, previa destrucción de los nidos de indios, es inútil toda precaución y plan para impedir las invasiones. (…)

El proyecto del ministro Alsina era establecer una nueva línea de frontera en la provincia de Buenos Aires, entre Bahía Blanca y el Sur de Córdoba. El avance fue realizado por cinco columnas que llegaron a sus objetivos: Italó, Trenque Lauquen, Guaminí y Pigüé. Propiciaba avanzar paulatinamente sobre la frontera indígena mediante una línea de fortines móviles cada cinco kilómetros y la excavación de una zanja profunda que impidiera las invasiones y el arreo de los vacunos. Alsina estaba convencido de que era posible un entendimiento con los indios si “se les cumplen los tratados”.

Roca por su lado, proponía una estrategia ofensiva estableciendo una frontera definitiva en los ríos Negro y Neuquén, sin dejar enemigos, e ir ocupando el territorio. El objeto era debilitar y desmoralizar a las indiadas, y facilitar, así, la gran campaña que se emprendería en 1879.

Mientras la zanja de Alsina cubría sólo la provincia de Buenos Aires, el plan de Roca era nacional, porque amparaba y beneficiaba a toda la República.

El 4 de enero de 1878 estando en Mendoza, Roca recibe un telegrama de Avellaneda nombrándolo ministro de Guerra en reemplazo de A. Alsina, fallecido el 29 de diciembre del año anterior. De regreso en Buenos Aires, se instala en Belgrano, donde convalece de la fiebre tifoidea que casi lo llevó al borde de la muerte. Presta juramento, recién el 26 de marzo. El presidente Avellaneda y Roca diseñan una nueva política de fronteras. Roca redacta un extenso mensaje y un proyecto de ley para que el Poder Ejecutivo lo sometiese a consideración del Congreso Nacional.

El Congreso aprueba el 5 de octubre de 1878 la Ley 947 de la Expedición al Río Negro, que en su artículo primero señala que:

…dispone el establecimiento de la línea de fronteras sobre la margen izquierda de los ríos Negro y Neuquén, previo sometimiento o desalojo de los indios bárbaros de la pampa, desde el Río Quinto y el Diamante hasta los dos ríos antes mencionados.

Además, se crea la Gobernación de la Patagonia, con capital en Mercedes de Patagones, hoy Viedma. Durante los siguientes seis meses, Roca ordena operaciones parciales en toda la línea de frontera destinadas a debilitar a los indios.

El ministro Roca comienza las operaciones definitivas de la Campaña del Desierto el 16 de abril de 1879, partiendo en tren desde Buenos Aires hacia Azul donde asumirá el mando. El ejército dividido en cinco columnas contaba con efectivos bien equipados, constituidos por 6.000 soldados, de los cuales 820 eran indios amigos, equipados con 7.000 caballos, 1.390 mulas y 270 bueyes.

La primera división, a cargo del general Roca en su carácter de jefe del Estado Mayor, partió de Azul hacia Carhué el 5 de mayo secundado por el coronel Conrado Villegas, y desde allí hacia Choele Choel, lugar que le sirvió de base para continuar su avance hacia el oeste, costeando el río Negro.

La segunda división, al mando del coronel Nicolás Levalle, inició su marcha en Carhué con destino al oeste, para llegar a Trarú Lauquén hoy General Acha, provincia de La Pampa.

La tercera división, a cuyo frente estaba el coronel Eduardo Racedo, partió de Villa Mercedes (San Luis), y debía reunirse con las fuerzas de Levalle en la zona denominada Médano Colorado (provincia de La Pampa). La expedición, dividida en dos columnas, despejó toda la región que otrora ocuparon los ranqueles.

La cuarta división, a las órdenes del coronel Napoleón Uriburu, partió desde San Rafael (Mendoza). Su destino final era la confluencia de los ríos Limay y Neuquén. En penoso recorrido, asechado por los indios y las inclemencias del tiempo en esa región precordillerana, pudo no obstante, cumplir con los objetivos fijados, y dominar toda el área, alejando el peligro de nuevas incursiones de los indios hacia el sur de Mendoza, San Luis y Córdoba.

La quinta división, comandada por el coronel Hilario Lagos, inició su marcha en Trenque Lauquén. En su avance hacia el centro de la actual provincia de La Pampa, tomó contacto con la 2ª y 3ª división, y logró dominar a las indiadas dispersas, que en algunos casos huían de las otras fuerzas.

Un destacamento al mando del teniente coronel Godoy salió de Guaminí, para unirse a esta división en Ñainco.

El objetivo de la campaña era extender la frontera hasta la línea de los ríos Negro y Neuquén, ocupar el territorio y evitar que quedaran indiadas hostiles en la retaguardia.

De acuerdo con lo previsto, las columnas se pusieron en marcha en abril y mayo de 1879, y las operaciones se desarrollaron, en líneas generales, según lo ordenado. Ni las corazas ni las lanzas de madera enviadas por el ministro Alsina fueron del gusto de los soldados, que consideraban aquellas un estorbo inútil, y estas últimas ineficaces ante los largos y flexibles coligües de los indios. Siempre dieron sus preferencias al sable, hasta que se les proveyó del Remington, arma de fuego que aseguró su superioridad ante los indígenas. La expedición fue planificada hasta en los menores detalles. Se eliminó la artillería y se armó a la tropa con fusiles.

Al frente de sus tropas, el general Roca llega a la margen septentrional del río Negro, frente a la isla de Choele Choel, poniendo fin a la primera etapa de la expedición el 24 de mayo de 1879, declarando oficialmente establecida la línea de fronteras en el río Negro.

El presidente Avellaneda consideró cumplidos acabadamente los propósitos de la expedición, la cual causó enormes bajas a los indígenas, rescató a los cautivos y arrebató grandes cantidades de hacienda robadas. Puede decirse que, con estas acciones, se comenzó la conquista del desierto.

Roca deja las tropas al mando del general Villegas y se embarca en Carmen de Patagones para regresar a Buenos Aires. Al respecto Sarmiento dirá:

Hemos asistido al término de la conquista cristiana de una de las más extensas regiones aún despobladas de la América española… De esta obra –debe decirse en honor de todos, del gobierno, del General y del Ejército– que ha sido rápida, completa y bien hecha.


Memoria ministerial

Puntos destacados de la memoria ministerial Julio A. Roca, referida a las consecuencias inmediatas de su Expedición al Desierto, 1879.

• Desaparecido el peligro de las invasiones, ábrese para la provincia de Buenos Aires un inmenso porvenir, dice, “y no puede asignarse límites a su engrandecimiento”.

• El habitante de la campaña queda emancipado para siempre de la servidumbre de la frontera, que hacía precaria su existencia inestables su hogar y fortuna.

• Podrá en adelante decirse con verdad dueño de su pedazo de tierra y gozar de una libertad efectiva.

• La paz y el trabajo reemplazarán la alarma y la vida nómade.

• Mendoza, San Luis y Córdoba recibirán análogos beneficios.

• La Pampa se abre a la acción de la industria humana.

• Los boquetes de la cordillera quedarán cerrados al tráfico inmoral de las haciendas robadas y serán sólo en adelante los pasos regulares del comercio honesto y las comunicaciones correspondientes a pueblos hermanos y civilizados.

• Un nuevo campo se ofrece a nuestra ganadería, que podrá ser conducida sin riesgos sobre las huellas mismas del malón en su retirada hacia los Andes.

• Será posible reducir el Ejército.

• Desaparecerán del presupuesto las partidas dedicadas a sostener las relaciones pacíficas con los indios.

• En el de 1875 se aplicaba a este servicio la cantidad de doscientos veinte y tres mil quinientos cincuenta y seis pesos fuertes, pero destinada esta vez al sostenimiento de colonias indígenas, a fin de dar aplicación a los salvajes sometidos.

• El dominio de más de quince mil leguas de superficie [comprende hoy, la mitad occidental de la provincia de Buenos Aires, el sur de las provincias de Córdoba, San Luís y Mendoza y toda la actual provincia de la Pampa], siendo esa la extensión de La Pampa intermedia, ha levantado el crédito de la república, añade todavía el general.

• Es un capital efectivo que entre a formar parte del haber nacional y permitirá el establecimiento de nuevas y poderosas fuentes de recursos. (1)

A comienzos de octubre de 1879 Julio A. Roca renuncia como ministro de Guerra y Marina para dedicase a la política y postulase como presidente de la República. De allí en más Roca conoció la apoteosis política, que lo llevó a ser proclamado dos veces presidente de la República, en 1880/1886 y en 1898/1904.

El 28 de septiembre de 1880 lo ascienden a brigadier general con acuerdo del Senado; por disposición de la ley 1.254 se lo asciende a teniente general el 3 de noviembre de 1882; el 5 de junio de 1888 es asignado Comandante en jefe del Primer Cuerpo del Ejército.

Además fue Senador por la Capital 15 de mayo de 1888/1890; Ministro del Interior el 9 de agosto de 1890; Senador por Tucumán el 12 de mayo1892/1898; Comandante del 1er. Cuerpo del Ejército en la Revolución de agosto de 1893; Presidente interino de la Nación el 12 de octubre de 1904.

El 12 de octubre de 1904 entregó el bastón presidencial a su sucesor, el Dr. Manuel Quintana. Al dejar el gobierno, abandonó la vida pública y se retiró a disfrutar de un descanso bien merecido, del que sólo fue sacado en 1913, año en el cual el presidente Roque Sáenz Peña le encomendó una misión diplomática al Brasil, que el general Roca desempeñó con marcada habilidad y tacto exquisito, misión que anudó más los lazos de amistad y comercio entre las dos grandes naciones de la América del Sud.

Aquella misión diplomática fue el último acto público del gran argentino y su viaje a Río de Janeiro, el postrero de su vida, pues falleció en la ciudad de Buenos Aires, el 19 de octubre de 1914, siendo sus funerales una profunda y elocuente exteriorización del intenso pesar que causó su muerte entre el pueblo argentino, que perdió con él a uno de sus más grandes hijos.

Su hijo homónimo, el Dr. Julio A. Roca, ocupó de 1932 a 1938 la vice-presidencia de la República Argentina.
El general Roca después de abandonar la segunda presidencia pasó a “Lista de Oficiales Generales” hasta el 22 de julio de 1908, en que pasó a situación de retiro por edad con un cómputo total de 65 años, 8 meses y 11 días de servicios aprobados. El 28 de febrero de 1910 se le concedieron dos años de licencia para trasladarse a Europa.

El 22 de agosto de 1872 contrajo matrimonio en Río Cuarto, provincia de Córdoba, con Clara Funes, quien falleció en Buenos Aires, el 2 de mayo de 1890.