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Título Original: De cara a los Andes y de espaldas a la Nacional

Ser Pilo Paga (SPP) es uno de los buques insignia del gobierno Santos y el orgullo del Ministerio de Educación.



Por Ana María Pedraza

El programa llegó ondeando banderas de inclusión, equidad y meritocracia en un país donde el poder y las oportunidades siempre han estado en las manos de unos pocos que, además, siempre son los mismos.

Pero SPP conlleva una gran contradicción, porque refuerza el mensaje de que en Colombia la educación es y sigue siendo un privilegio, un premio que se gana, y no un derecho. Uno al que absolutamente todos los colombianos —sean ricos o pobres, pilos o brutos, de Bogotá o de Mitú— deberían tener acceso. A lo largo de cuatro años, el programa beneficiará a 40.000 de los dos millones de estudiantes que se gradúan de bachilleres durante ese tiempo, apenas el 2 %.

Sin embargo, esos pocos afortunados no serán los únicos ganadores. El 85 % de los primeros 10.000 “pilos” se matricularon en una de las universidades privadas que hacen parte del programa. Si esa tendencia continúa, la mayoría de los recursos de SPP —la nada despreciable suma de $3 billones— irá a manos de los privados. Con razón, el rector de la Universidad de los Andes alabó el programa y dijo que “[es] difícil encontrar mecanismos tan claros y efectivos que tengan una rentabilidad social y financiera tan alta y evidente”.

El Ministerio de Educación argumenta que cada “pilo” puede elegir la universidad en la que quiere estudiar entre “las mejores del país”, es decir, aquellas que cuentan con una acreditación de alta calidad. Lo que no es coincidencia es que, de 38 universidades acreditadas, 24 son privadas y sólo 14 son públicas.

Este es apenas uno de los síntomas de la grave crisis financiera, educativa e institucional que atraviesa la universidad pública en el país y que SPP ayuda a reforzar. Encima de que no tienen plata, la mayoría de las universidades públicas tampoco recibirán ni una migaja de ese generoso ponqué, porque no son lo suficientemente buenas, y nunca lo serán si no reciben financiación. En conclusión, están jodidas.

El presupuesto de $3 billones de SPP equivale al total que la Nación desembolsa para las universidades públicas en un año. Con esa suma se financia la formación de medio millón de estudiantes. ¿Por qué no usar esa plata para aliviar el déficit de $11 billones que tiene el Sistema de Universidades Estatales? ¿Por qué no invertirla para fortalecer las universidades públicas en las regiones más abandonadas por el Estado, las mismas regiones en las que se encuentran los más pobres, los que tienen menos oportunidades?

El Gobierno les está dando la espalda a las universidades públicas y un espaldarazo a las privadas. Si no se da cuenta de eso, SPP seguirá siendo un programa de becas muy bonito y excluyente, y no una política de Estado que promueva una verdadera democratización de la educación.

Ana María Pedraza | Elespectador.com