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Vamos primero con una prueba: Kong King, Pong Ping, Tac Tic, Kat Kic o Dong Ding. Suenan raro, ¿verdad? Ahora lee estas palabras: King Kong, Ping Pong, Tic Tac, Kit Kat y Ding Dong. ¿A que suenan genial? Pues lo curioso es que forman parte de ese conjunto de reglas del lenguaje… que no sabías que sabías. Tal cual.

Para refutar la interpretación conductista del lenguaje, Noam Chomsky decía en los 50 que “las infinitas combinaciones de palabras que el hombre es capaz de entender y elaborar no pueden basarse en un repertorio limitado de respuestas aprendidas”.

La mayoría de las palabras del primer párrafo provienen del inglés, probablemente la lengua que esconde más secretos en su idioma y que los nativos conocen (sin saberlo). Y no, no nos hemos vuelto locos, uno nace y aprende el idioma que le enseñan, y por el camino hay reglas y normas que se dan por supuesto porque aprendemos a utilizarlas de manera casi innata.




En cualquier caso, esto tiene un nombre, no es ninguna invención. Se trata de una de las grandes leyes de la lingüística anglosajona que todos practicamos, aunque no sabíamos que lo sabíamos. De hecho, es la misma razón por la que jamás hemos escuchado una canción de Hop-hip.

Hablamos de la reduplicación, aunque desde el punto de vista anglosajón y mezclado con la apofonía (Ablaut). Este último se denomina a la alternancia de grupos fijos de vocales que, de acuerdo con normas regulares, ocurren dentro de una raíz o un sufijo.

En el caso de la reduplicación se trata de un recurso que consiste en la repetición de una palabra o grupo de palabras en contacto dentro de una oración. Esta palabra se repite, a veces con una consonante alterada, a veces con una vocal.






Si existen tres palabras, entonces el orden tiende a ser I, A, O. Si hay dos palabras, entonces la primera suele ser una I y la segunda una A u O. ¿Ejemplos? Tip top, hip-hop, flip-flop, tic tac, King Kong o ping pong.

En el fondo no deja de ser una regla que has utilizado toda la vida sin darte cuenta. Es más, es posible que hayas escuchado a alguien decir zag-zig. Si ocurría, en lo más profundo de tu ser sabías que esa persona estaba corrompiendo una regla “sagrada”, aunque no sabías de qué regla se trataba.

Pensemos en el sonido que hacen las cuatro patas de un caballo mientras galopa. Si mentalmente tratamos de traducirlas al lenguaje, y por mucho que hagan el mismo sonido en la realidad, lo más probable es que te salga algo parecido a clip clop clip clop, en cualquier caso, jamás clop clip. Lo mismo ocurre con el segundero del reloj de un pasillo. Decimos tic tac, nunca tac tic. Es más, jamás te podrías comer una chocolatina Kat Kit ni podrá escuchar Dong Ding en una campana.

Curioso, ¿no? El lenguaje es tan asombroso que somos capaces de aprender algunas de sus leyes sin saber de su existencia.