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Y sí. La abstinencia ya pega duro. Los días se hacen largos, el invierno eterno, la espera insoportable. “No veo la hora que llegue el domingo…”. Ya se siente el apuro otra vez de tener la entrada, de llegar, estar y mezclarse con los miles de locos que gritan: “Llega el domingo voy a ver al campeón, River vos sos mi locura”. Hay tantas ganas de cancha que se añora todo, lo bueno y hasta lo malo.

“Somos los pibes que alentamos a River Plate”. Sobresalen los más lookeados: mucho estreno de buzo, campera, tatuajes, junto a las “mujeres millonarias” –las más lindas del mundo-, pulseras, collares, tricolores por doquier. A bancar otra vez los cacheos, los colados, la policía, los caballos, hasta los “trapitos” y los baños inundados.

Volver a ver River vale un trago. “Tomar un vino blanco y una cerveza para ir a ver a River de la cabeza”. Cruzar el puente Labruna y ver el tren del Belgrano cómo hace estación frente al estadio es una película aparte. Esos locos que se tiran imprudentemente gritando “todos los palos que recibí, todas las veces que preso caí...”. Todo por ver a River.

Vuelve y no aguantamos más. “¡Te queremos ver campeón!”. Sabemos que este domingo hay una tregua. El clima político se habrá sosegado por un rato. Es que todos, oficialismo y oposición, sueñan con este domingo que River vuelve a la “A”. Se vuelve, por su historia y por su gente.

“Le demostramos lo que es River en las malas”. A pesar de todos, con y contra todos. Los de afuera y los adentro. "Van pasando los años, jugadores también dirigentes, pero lo que no pasa es la gente que te alienta siempre". Pero sobre todo, se extraña ella: la pelotita que empezará a rodar en el verde césped, luego de que las mangas se abran, el tablero muestre las escasas caritas nuevas y el querido Enso Herrera Massa nos de la bienvenida y diga: "¡Ateeención!". Leerá el nuevo once de Almeyda y el Pelado dará la voz de aura para que truene el monumental al son de “River mi buen amigo”, mientras repiquetea el “ahí viene la hinchada...”.

Será un domingo especial. Ya “demostramos lo que es River en las malas”. Habrá un clima de euforia por la vuelta. “Oh River Plate, ponga huevos no podés perder, River vos sos mi vida”, aunque todo sea una intriga por estos días y el sapo del Chori y Cavenaghi todavía cueste digerirlo. El hincha suele ser inclemente con sus afectos y es probable que el grito de “Cavegol” instale la disconformidad sobre muchos dirigentes que se manejan como un elefante en un bazar.

Hay mucha euforia por volver a casa. Si se quiere con menos urgencias y ansiedades. Como para que descanse el “ponga huevo y River ponga huevo”. Veremos cuánto se aguanta. No es poco el programa que se inaugura: ¡Vuelve el clásico, también! “Y quiero ver a la doce con todas sus banderas”. Porque vuelve con el mismo objetivo de toda la vida “River plate, River plate, River Plate, te vinimos a ver, te llevamos en el corazón, te queremos ver campeón!". Cuenta con el apoyo de una hinchada tan seguidora y fiel como siempre: “¡Esta banda no se va en el primer tiempo ohh ohh! Pero que no regala nada: “Ustedes mátense en la cancha que acá en las tribunas los vamos a alentar”.

Con ganas de que este fútbol nuestro de todos los domingos “bastante menesteroso de talentos” los vaya encontrando en los pibes del semillero, si hace falta. Porque sigue cerrado el “corralito” de cracks para nuestras arcas. Ese "River, lo más grande de la argentina, te llevamos en el corazón...” habrá que reconstruirlo con lo que hay. Un equipo de incorporaciones muy flaquitas hasta el momento, que no despiertan expectativas de estilo exageradas, pero que tampoco acepta demasiadas excusas más.

Vuelve River a la cancha grande. Deberá aprovechar estas dos semanas de vacaciones que se tomó la autoflagelación y la autodestrucción institucional de 10 años y aprovechar esta inercia optimista de todo arranque.

Todos necesitábamos estar en paz con River, por un rato. Los resultados y la visibilidad de un proyecto serán el único anticuerpo que podrá silenciar el derecho al descontento. El crédito que tiene es un incógnita. A nadie le escapa que la imagen política del Kaiser tiene la espada de Damocles sobre su cabeza. Es que nadie discute “el tímido ascenso del campeonato económico”, pero su falta de cintura política, para atraer “jugadores” y/o inversores que entiendan la vidriera que significa River, es cuanto menos improductiva. Y sus formas distan mucho de la horizontalidad que destaca a los grandes estadistas. Se parece a él mismo yendo a cabecear en el área contraria. Anda a los codazos. No se trata de brindar con cualquiera, pero es hora de tender manos.

Hasta Matías –hasta hace poco un intocable- tendrá que revertir el precio de su imagen devaluada, por el affaire con los ídolos. No le será facil. Lanzini tendrá la misión de ponerse el equipo al hombro y mostrar que la diez no le pesa. Ponzio junto a Trezeguet pasarán por su prueba más difícil: convertirse en líderes espirituales. Es muy temprano para hacer pronósticos.

Con dudas, incertidumbres, bronquitas, pero con la ilusión renovada de empezar con el pie derecho. Con la única certeza de que acá están tus huestes ávidas de acompañarte. “Ésta es tu hinchada, ésta es tu gente, la que te sigue, la que va al frente River Plate, River Plate”.

Se extrañan demasiado el olor a chori, a paty, el bondi con los pibes colgados a puro grito y el manto que se escapa por las ventanillas... "llega el domingo no me importa nada me voy para el Monumental, subo al colectivo...”. Allí andan el 42, el 130 y el 29 más todos los “truchos” y el tambor del chaperío que calienta las palmas. Se extrañan los autos tuneados de la Ciudad Universitaria con los parlantes a fondo reproduciendo a la hinchada máxima. Se va creando el clima de la previa. Ése que vive en el color de los puestitos de merchandinsing :remera, bandera y gorro. ¡Ya está la nueva! ¡Ya está la del francés! Ya anda el domingo en el aire, galopando nuestros corazones. Es que “esos colores que llevás son parte de la enfermedad, de la que nunca me voy a curar”.