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Potro- Imparable como siempre, Morena dispara ante el cruce estéril del Riverplatense Nieto. Otra gran noche de la Copa 1982.



Todos estos títulos le servían para mantener en alto su prestigio, ya que, aún sin grandes victorias en la Copa, mantenía cierto prestigio a nivel internacional. Por la gloria alcanzada la década anterior, era continuamente invitado a disputar trofeos internacionales. En 1972, ganó la primera edición de la Copa Atlántico Sur. Ese tipo de conquistas se repitieron en estos años: campeón del Trofeo Teresa Herrera, de España, en 1974 y 1975: ganador del Trofeo Tap, en Africa, en 1974: Campeón del Trofeo Mohamed V, en Casablanca, en el mismo año: y ganador de la Copa Costa de Sol de 1975. Además, en 1974 ganó un novel torneo a nivel nacional: la Liguilla Pre-Libertadores que, más allá de quien saliera campeón, decidiría cuáles serían los equipos uruguayos que representarían al fútbol oriental en la Copa.
El trofeo continental de 1974 lo devolvió a los primeros planos. En el grupo V, clasificó primero, tras superar a los paraguayos Cerro Porteño y Olimpia, y a Nacional. Ocho puntos (contra 7 de Cerro Porteño) y el pasaje a la zona Semifinal A, donde jugó contra Huracán e Independiente. Allí terminó segundo, con cuatro unidades, a dos del Rojo que clasificó y, luego, ganó la final.
La ilusión se renovó para la Copa Libertadores de 1975. Había ganado el campeonato y la liguilla. Sin embargo no superó la primera instancia, en la que quedó escoltando al Universitario de Lima, que lo superó por dos puntos y ganó el grupo V.




Aparece el Potro: Fernando Morena

Fue precisamente en esa temporada cuando, se dijo, repitió el título en el ámbito uruguayo. Con un agregado: en lo personal, Fernando Morena batió un récord. Hasta entonces, la marca de más goles anotados en una temporada la tenía Juan Pedro Young -también de Peñarol- que hizo 33 en 1933. En el ´75 el Potro lo superó por uno: 34 en un año.
Como muestra de lo que era Morena, vale comentar una anécdota. El 16 de julio de 1975, le hizo 7 tantos a Huracán Buceo y marcó un record sobre goles convertidos por un jugador en un partido. Pero sobre la hora marró un penal. En la crónica de ese partido, el diario La Mañana tituló: "...Y al séptimo descansó".
Además, Peñarol repitió la conquista de la Liguilla. Por eso, clasificó para la Copa Libertadores de 1976. En ese torneo, ganó el grupo V tras igualar el primer lugar con la Unión Española de Chile. Ambos tenían ocho puntos. Fue la diferencia de gol (+4 Peñarol; +2 Unión Española) lo que decidió la clasificación. En el camino quedaron Palestino y Nacional. El equipo no tenía gran lucimiento. Lo dirigía Juan Alberto Schiaffino y, además de Morena, se destacaba Julio César Giménez. Había polémicas sobre el arquero: la gente pedía a Mazurkiewicz (repatriado del Granada de España), pero el técnico confiaba en Corbo. Y otro regreso el de Mario Forlán, era discutido, porque el jugador quería actuar como volante y, ante una lesión del titular, Schiaffino lo ponía a marcar punta.
En semifinales lo esperaban los equipos argentinos para conformar la zona B, ganada por River (superó a Independiente por diferencia de gol). Peñarol ganó un solo partido (15 de junio, 1-0 sobre River en Montevideo, gol de Julio César Giménez) y cayó en dos, logrando sólo dos unidades.
Al ingresar al año 1977, en los primeros meses Peñarol ganó la Liguilla y clasificó para el grupo I de la Copa Libertadores, integrado por argentinos y uruguayos: Boca Juniors, River Plate, Defensor -que desde hacía ya algunas temporadas terciaba en el ámbito local entre Nacional y el aurinegro- y Peñarol. El manya quedó último: sobre seis partidos, ganó uno, empató otro y perdió los restantes. Hizo siete goles y le convirtieron diez.
En 1978, la fortuna tampoco estuvo del lado de Peñarol en la Copa, por cuanto no superó la primera fase. Por el grupo IV, quedó a dos puntos del Deportivo Cali, que pasó a la siguiente etapa con ocho puntos. Tres victorias (ante el Junior de Barranquilla y los dos partidos ante Danubio) y tres derrotas, con siete goles a favor y siete en contra, fue el saldo de la campaña.
Fernando Morena había sido el goleador del campeonato uruguayo en los años 1973, ´74, ´75, ´76, ´77 y ´78. Y ese año superó su propio récord: hizo 36 goles, estableciendo una nueva marca en cuanto a tantos anotados en una temporada.


Eso, en cierta forma, fue uno de los motivos que le valieron dejar el club para pasar al fútbol español, donde jugó para el Rayo Vallecano. Al año siguiente, fue transferido al Valencia de Mario Kempes.
A nivel nacional, en 1978 se consagró campeón con Peñarol, en un equipo que obtuvo 39 de 44 puntos posibles y, además, se adjudicó otra vez la Liguilla Pre-Libertadores.



La era post Morena



En 1979, ya sin Morena, Peñarol repitió la vuelta olímpica con 41 unidades sobre un ideal de 48 puntos posibles. Ganó la Liguilla 1980 para jugar la Copa. Pero en 1981 y 1982, recuperó el galardón del título uruguayo al consagrarse bicampeón de esos torneos.
En los torneos del ´78, ´79 y ´81 se destacó un joven y talentoso zurdo, traído del fútbol de Artigas. Máximo goleador del campeonato de 1981, participó en los mundiales juveniles de Túnez (´77) y Japón (´79). Luego en el ´82, no estuvo por haber sido transferido al Internacional de Porto Alegre. Su nombre? Rúben Walter Paz, alias "El Cabeza".
Con su aporte, en el ámbito regional, en 1979 Peñarol accedió a las semifinales de la Libertadores. Ganó el grupo V, tras vencer a Nacional, Nacional de Ecuador y Técnico Universitario, del mismo país,
con una notable campaña: cuatro victorias, dos empates, diez goles a favor y dos en contra. Sin embargo en la siguiente etapa cayó ante Boca e Independiente con un pobre desempeño: dos empates y dos derrotas, dos goles en contra y ninguno a favor.
Volvió a la Copa Libertadores en 1981. Ganó el grupo II con números casi redondos: cinco victorias, un empate, 13 goles a favor, 3 en contra y 11 puntos sobre 12 posibles. Superó a Bella Vista y a los venezolanos Estudiantes de Mérida y Portuguesa. No obstante, volvió a desmoronarse en la semifinal: por el grupo II, el Cobreloa chileno abatió la mediocridad uruguaya que pese a contar con el último campeón intercontinental (Nacional) y a que había ganado el Mundialito de selecciones de ese año, comenzó a sentir el golpe por no estar en España ´82. Ni Nacional ni Peñarol ganaron un solo partido en la zona, empataron los dos clásicos y a los dos, les hicieron más goles de los que marcaron (5-6, Nacional; 4-7, Peñarol).
En lo institucional, ese año se inauguró la moderna edificación de la concentración de Los Aromos. El complejo era la base de operaciones del equipo y las reformas hechas las estrenó la selección de Brasil que, dirigida por Telé Santana, participó en la Copa de Oro 1980/81.

Volvió una noche- Fernando Morena y Walter Olivera Levantan la Copa libertadores en Santiago. Después de 16 años, Peñarol reinaba en América.



Garra y corazón- Gustavo Fernández y Walter Olivera
neutralizan el ataque de Withe, del Aston Villa.
Luego la Intercontinental sería mirasol




La Copa dieciséis años después
La gran revancha internacional de Peñarol fue en la Copa Libertadores de 1982. El 5 de agosto, comenzó con el pie derecho. Por el grupo II, goleó a Defensor Sporting por 3-0, con goles de Fernando Morena (2) y Ernesto Vargas. El siguiente partido también fue en el Centenario: 1-0 al San Pablo (20 de Agosto). Siete días más tarde, repitió el resultado ante el Gremio, también en Montevideo. En las revanchas, empató sin goles ante Defensor y ganó 1 a 0 (gol de Morena) en el Morumbí, ante el San Pablo. Ya clasificado, perdió 3-1 ante el Gremio, en el estadio Olímpico de Porto Alegre. Nueve puntos en seis partidos (tres de distancia de su escolta, el San Pablo), cuatro victorias, un empate, una derrota. Siete goles a favor y tres en contra, la campaña de la primera fase.
En la zona semifinal A, su suerte pareció hechada. Enfrentaría quizás, a los dos equipos más fuertes del continente: Flamengo (último campeón de América) y River Plate (uno de los dos campeones argentinos). Sin embargo, Peñarol ganó los cuatro partidos que jugó: 1-0 con los brasileños en Montevideo y en el Maracaná; y 4-2 (en el Monumental) y 2-1 (en el Centenario) ante River.
Morena había retornado del Valencia en agosto de 1981, tras que Peñarol se comprometiera a pagar U$s 1.029.000 por su transferencia. La suma -inédita para el mercado local- recién pudo ser reunida y abonada horas antes del partido contra River, en Buenos Aires, en el que comenzó la escalada hacia el máximo título de América.
El capitán, Walter Olivera (alias El Indio, aguerrido zaguero) afirmó: "Fuí a Buenos Aires, a Rio de Janeiro, a San Pablo, y no saqué a nadie. Se puede jugar a cara de perro sin lastimar".
El técnico, Hugo Bagnulo, comentó que "cuando volvíamos de Río después de ganarle al Flamengo, me enteré que en Montevideo estaban preparando una caravana triunfal. Me pregunté si estaban todos locos e impedí su realización. Porque no correspondía: los festejos hay que dejarlos para la hora debida, cuando un equipo tiene el título en las manos. Y eso se produce cuando el juez da por concluido el partido decisivo".

En la final esperaba el verdugo del año anterior: el Cobreloa. Duro empate 0-0 en el Centenario, en un partido jugado el 26 de noviembre ante 55.248 espectadores. Todo indicaba que en la revancha, los chilenos tendrían por primera vez el trofeo. Pero en el estadio Nacional de Santiago, un gol de Fernando Morena sepultó esa sensación. Las 70.400 personas que estaban en el estadio chileno eran testigos de una nueva consagración aurinegra. Los héroes de ese día fueron Gustavo Fernández, Diogo, Nelson Gutiérrez, Walter Olivera, Juan Vicente Morales, Mario Saralegui, Jair, Ernesto Vargas, Fernando Morena y Venancio Ramos, luego reemplazado por Daniel Rodríguez. El arbitraje fue del argentino Jorge Eduardo Romero.
"El partido con Flamengo nos llevó a la final con Cobreloa -comentó Morena-. Tuve la fortuna de convertir y Peñarol fue otra vez campeón de la Copa, como manda la historia de la competencia, creada a iniciativa de Peñarol".
"Es que Peñarol -continuó- siente la Copa como pocos; se vive intensamente, las concentraciones no le pesan a nadie y, si le pesan, no estan aptos para jugar por el club. Un año estuvimos concentrados 11 días en Asunción porque teníamos como rivales a Cerro Porteño y Olimpia, con sólo una mañana libre".
El 12 de diciembre se jugó la Copa Intercontinental, en Tokyo. Por Sudamérica, Peñarol. Por Europa, el campeón inglés, Aston Villa. Fue un partido hecho a la medida de Peñarol. Sustentado en el coraje del arquero Gustavo fernández y la resistencia de Saralegui, Bossio, Olivera y Gutiérrez, aguantó cada uno de los embates británicos.
El Aston Villa tenía internalizada la característica de juego inglesa: la lucha frontal para defender y el pase en líneas rectas como argumentos ofensivos. En la cancha, lo que prevalecía era ese estilo. El centrodelantero, Peter Withe, aprovechaba su fortaleza para elevarse -siempre solo- y bajar la pelota que, por suerte para Peñarol , nadie recogía.
El susto fue tempranero. Iban 3 minutos cuando Cowans reventó un pelotazo en el poste. Recién en los 17´ apareció Morena, maniobrando en el área chica y sacando un remate débil, de derecha.
De a poco, comenzó la recuperación mirasol. Juan Vicente Morales cortó un pase de Withe a Morley y salió jugando. Pasó de largo a Shaw, levantó la cabeza y cortó para Jair. El brasileño la pasó por encima de Mortimer. Fue un síntoma: Peñarol comenzó a salir del terreno al que Aston Villa quería llevar el partido. El de la lucha.
A los 27 minutos, Ken McNaught empujó al Potro Morena a siete metros del área, de frente al arco de Rimmer, Jair que ya manejaba los hilos del partido, la acarició por encima de la barrera. Voló Rimmer, la manoteó, la pelota dió en el palo, se elevó y giró hacia el medio del arco, por el efecto que llevaba, y pasó la línea antes que llegara la zurda de Morena. Era el 1-0.
Aston Villa salió con todo por el empate. Saralegui, Bossio, Olivera y Gutiérrez se erigieron en columnas que evitaban que llegaran pelotas complicadas para Gustavo Fernández que, como actividad principal, sólo bajó algunos centros.
En el segundo tiempo, apareció la habilidad de Walkir Silva y Venancio Ramos. A partir de ahí -10 minutos del complemento-, en Peñarol coincidieron las aptitudes con las funciones. Los que desarmaban, atrás. Los que hacían, en el medio. Y los que desequilibraban, en las puntas.
Iban 67´ cuando Walkir Silva recibió de Ramos entre Williams y Evans. Arrancó hacia adelante, aguantó el desesperado cruce de McNaught -cometiendo foull- y remató sobre la salida de Rimmer. Rebotó en el arquero y la devolución lo encontró con la pelota, el arco libre y la gloria a apenas un puntapié de distancia.





-Para el bronce-
El campeón de América ´82. Arr: Diogo, Gutiérrez, Bossio, Olivera, Morales, Fernández. Ab: Ramos, Saralegui, Morena, Jair y Silva.

Héroes mirasoles en la tierra del sol naciente- Los jugadores de
Peñarol celebran junto a
62.000 espectadores en el
hermoso estadio Nacional de
Tokyo.



Entonces, sobrevino la parte más dramática de aquella final. Los ingleses -que perdían por dos- siguieron atacando con persistencia pero sin ideas, como al principio. Peñarol, consciente de lo poco que faltaba para la gloria, acomodó las piezas para aguantar el resultado.
Esa tarde, en Japón, los héroes fueron Gustavo Fernández, Diogo, Walter Olivera, Nelson Daniel Gutiérrez, Juan Vicente Morales, Saralegui, Bossio, Jair, Venancio Ariel Ramos, Fernando Morena, Walkir Silva. En el banco, estuvieron Arias, Montelongo, Falero, Ortíz y Daniel Gregorio Rodríguez, que acompañaron a Hugo Bagnulo en su momento cumbre.
Al término del partido, los periodistas japoneses eligieron a Jair como el mejor jugador y le otorgaron el Toyota Carina, premio a la figura de cada final y que se exhibía detrás de uno de los arcos.
En la reunión previa al partido, el brasileño había sido claro y contundente: si se ganaba el auto, no aceptaba dividir su valor entre todos e iba a dejar su parte si lo ganaba otro.
En el Tokyo Prince (hotel donde estaban alojados) los dirigentes resolvieron que el club aportaría el valor del auto y que lo dividirían entre los demás jugadores. Pero los días de Jair en Peñarol estaban contados. En especial porque uno de los hombres con más peso en el plantel lo reclamó a voz viva desde la cancha hacia donde estaban los técnicos, jugadores y dirigentes: "Si Jair se queda, yo no juego más en Peñarol".
Walter Olivera sobre por qué Peñarol fue campeón del Mundo de ese año: "Porque apretamos los dientes, nos unimos, buscamos nuestros defectos más evidentes y tratamos de corregirlos. Porque nos sacrificamos en Los Aromos trabajando con la mente puesta en la Copa, un título que Peñarol no ganaba desde hacía 16 años, lo que mucha gente olvidó y ya le estaba haciendo cosquilla al club. La importancia de Bagnulo? Yo diría que mucha. Nos ordenó sobre la cancha y trabajó sobre las virtudes de cada uno, sin pedir nada extraordinario".

Otro de los responsables de esa hazaña fue el entrenador Hugo Bagnulo, quien hizo su descarto frente a los críticos: "No admito que se diga de mí que mando a mis jugadores a dar patadas. Pero lo que muchos no advierten es que el buen fútbol debe ir acompañado de temperamento. Tampoco creo en el fútbol total. Acepto a un hombre dúctil que en una emergencia pueda cubrir varios puestos. Pero todo tiene su límite: el defensor debe ser defensor; el volante, volante y el atacante, atacante. Primero hay que atender las responsabilidades propias de cada puesto. Después si se puede algo más".
Sobre la campaña, Bagnulo asumió un bajísimo perfil: "Todo el mérito debe recaer sobre los muchachos. No son los técnicos quienes ganan partidos. Entiendo que este equipo tiene una espina dorsal, que pasa por Morena, Olivera y la seguridad que transmitió Fernández en el arco. Son los tres puestos centrales. No tenemos el tradicional líder de la mitad de la cancha. Pero Bossio y Saralegui lo suplieron con un despliegue conmovedor de energías. Los demás aportaron lo suyo. Todos hicieron lo que debían. En un partido se lució uno, en el siguiente otro. Y así hasta el final".
Lo que se dice un equipo un verdadero campeón




La historia de Peñarol en la Copa Libertadores de América tuvo varios capítulos.
En la edición 1983, comenzó la disputa en semifinales, por haber sido el ganador de la edición anterior. En el grupo B de esa instancia, empató 0-0 con el San Cristóbal de Venezuela el 14 de junio.
El 5 de julio, en el Centenario, derrotó a Nacional por 2-0, en el primer choque de la semifinal por la Copa de ese año. El equipo era prácticamente el mismo que había conquistado el trofeo de la temporada anterior. Montelongo y Salazar, algunos de los nuevos apellidos. Diogo y Walkir Silva, de penal, anotaron en ese clásico, que dirigió el argentino Abel Gnecco.
Siete días más tarde, con arbitraje del argentino Arturo Ithurralde, se impuso 1-0 al San Cristóbal, en la revancha, con anotación de Venancio Ramos. Y el 15 de julio, se jugó el partido que decidió el pasaje del mirasol a la final.
En el Centenario, ante 70 mil espectadores y con arbitraje del argentino Jorge Romero, se midieron otra vez los grandes del fútbol oriental. Nacional alistó a Rodríguez; Moreira, Torales, Aguirregaray y Luzardo; González, Moreira y Miguel Brindisi; Alzamendi, Abalde y Aguilera. Ingresaron Rúben Perdomo por Torales y Villazán por Brindisi. Por su parte, Peñarol -que figuraba como visitante- formó con Gustavo Fernández; Montelongo, Olivera, Nelson Gutiérrez y Diogo; Saralegui, Bossio y Salazar; Venancio Ramos, Morena y Walkir Silva. El partido -duro y trabado, como todo clásico- finalizó con una victoria 2-1 para Peñarol. Los goles, los hicieron Luzardo -para Nacional-, Salazar -Peñarol- y Aguirregaray -por entonces zaguero bolso- en contra, para poner números definitivos y decretar el pasaje del campeón a la final.
Las finales fueron con el Gremio de Porto Alegre. El partido de ida se jugó ante un Centenario lleno, con arbitraje de Teodoro Nitti, el 22 de julio. El Gremio venía con un equipo vistoso. Sus figuras más importantes eran Renato Portluppi, hábil extremo derecho y el zaguero uruguayo Hugo De León, identificado intimamente con Nacional.
El resultado fue 1-1. con goles de Morena (Peñarol) y Tita (Gremio).


La revancha fue en el Estadio Olímpico de Porto Alegre seis días más tarde, 80 mil personas presentes en la cancha. Duro partido, característico de final de Copa Libertadores. El peruano Pérez expulsó a los punteros de ambos equipos: Venancio Ramos y Renato. 2-1 ganó el Gremio. Marcaron Caio y César para el local, en tanto que el descuento quedó en los pies de Morena. "Se lo dedico a todos los hinchas de Nacional", dijo Hugo De León. En Peñarol no hubo palabras. Sólo la sensación de que un ciclo terminaba.




Un mal 1984


En setiembre de 1983, Fernando Morena sufrió una fractura jugando para la selección uruguaya que lo alejó de las canchas por un largo tiempo. El 1984 no fue el mejor año, sin duda. Peñarol se preparaba a iniciar una gira por los países árabes en el momento más crítico de su historia. Tenía una deuda que llegaba a los 2 millones de dólares, atrasos en los pagos de sueldos y premios a los jugadores de fútbol, bástquetbol y empleados; una hipoteca sobre sus bienes -la sede social en 80 mil dólares-, conflictos permanentes con el plantel y la ida de muchos de sus principales dirigentes.
Corría febrero cuando promediaba un ciclo adverso: la no clasificación para la Copa Libertadores; la grave lesión de Morena, la distancia en puntos del campeón -Nacional-; la imposibilidad de pagar sueldos y primas en fecha; la negativa de sus jugadores a concentrar antes de los partidos y hasta, a veces, de practicar en serio; los choques entre miembros del plantel -Morena vs. Jair-; peleas a nivel dirigente y el alejamiento de Hugo Bagnulo, sustituído por Hugo Fernández, el técnico de las inferiores, quien tenía un muy buen futuro, pero aún no estaba preparado para enfrentar tamaña responsabilidad.
En febrero disputaban un cuadrangular amistoso en Montevideo con Nacional, Boca y River. Horas antes de la derrota 4-1 en el clásico, Ramos y Alves se retiraron de la concentración y no jugaron. Salvo Morena (que había dicho que seguiría en Peñarol), los jugadores del plantel buscaban con desesperación, el arreglo por su cuenta de sus pases al exterior, principalmente Brasil, Colombia y la Argentina.
Venancio Ramos, por ejemplo, fue al hotel donde se alojaba River Plate con la excusa de saludar a Francéscoli y Bica -aunque con éste nunca había sido compañero-, pero la verdad es que fue a negociar sus servicios con los dirigentes.



Hoy estamos de remate



La solución de la crisis fue la de ofrecer, casi como subasta, a los integrantes de su plantel; Walter Olivera, por ejemplo, había pasado a un equipo a un equipo brasileño a cambio de que el jugador le perdonara al club la deuda que mantenía con él.
Victor Diogo, uno de los valores más cotizados, tenía el cartel "en venta" colgado en el cuello. Algo similar ocurría con Gustavo Fernández.
Morena, en tanto, había optado por resignar dinero y seguir en Peñarol, ya que económicamente estaba bien (venía de ganar buena plata en el Valencia) y su familia se había radicado en Montevideo, por lo que no quería viajar al extranjero. Además, estaba en recuperación tras la fractura. Hasta el momento había vuelto a jugar oficialmente sólo un rato y no con demasiada suerte: lució poco y erró un penal decisivo para la clasificación aurinegra a la Libertadores. Finalmente, no llegó a un acuerdo y cruzó el Río de la Plata para jugar en Boca Juniors durante 1984.
En el ámbito dirigente, las renuncias se sucedieron, por discrepancias con Washington Cataldi, centro de las críticas. "Irme me voy a ir -dijo-. Pero me van a sacar muerto de la sede, si no es con Peñarol saneado económicamente y campeón".

En el ámbito local, los torneos de 1983 y 1984 le fueron esquivos. El primero lo ganó Nacional, que obtuvo 38 puntos en 24 partidos.
Y el segundo fue para Central Español, un modesto club que la temporada anterior había ascendido a primera y, sin embargo, al cabo de 24 jornadas, dio la vuelta olímpica tras alcanzar 35 unidades.
Pero Peñarol recuperó terreno y ganó los campeonatos de 1985 y 1986, con rendimientos similares. En el primero, consiguió 32 unidades. Y en el segundo, 34. Ambos, sobre 48 posibles, con porcentajes de efectividad del 66 y 70,8 por ciento, respectivamente. Por otra parte, había ganado las liguillas de 1984, 1985, y 1986.
Además, en 1985, en Italia, se jugó de forma amistosa la llamada Primera Super Copa de Campeones Intercontinentales, ganada por Peñarol. En el mismo período, fue el XIII ganador del trofeo Ciudad de Sevilla y del VII Ciudad de Marbella, ambos durante la gira europea de ese año.


Volvió el campeón-
Peñarol, versión 1985. Superada la crisis y con el plantel renovado,
recuperó el título uruguayo u retornó a la senda de la Copa
Libertadores luego de una temporada de ausencia obligada.



También obtuvo la primera y única edición de la Copa de Oro de los Grandes, jugada en el Uruguay en la temporada 1985/86. Fue la única vez que Nacional y Peñarol aceptaron medirse frente a frente y sin intermediarios. La Copa fue pactada para resolverse en ocho partidos.
Comenzó el 18 de julio de 1985, ganando Peñarol que acumuló cinco resultados favorables consecutivos, por lo que la disputa perdió su sentido y dejó de serlo con el triunfo del 19 de noviembre de 1986.


Vuelta a la Copa



Peñarol volvió a la Copa para la edición de 1985. Encabezó el grupo IV, con Bella Vista y los chilenos Colo Colo y Magallanes. Ganó la zona en forma invicta: cinco triunfos, un empate, diez goles a favor y tres en contra, totalizando 11 puntos. Comenzó con una victoria ante Bella Vista por 1-0 el 23 de abril con gol de Revetria. Ya contaba con un plantel renovado, cuya mayoría integraba o integró la selección celeste, ya sea el equipo mayor o los juveniles. En el arco estaba Fernando Alvez. Los zagueros eran Rotti y Nelson Daniel Gutiérrez, uno de los sobrevivientes del equipo de 1982. Mario Saralegui, Bossio, Walkir Silva eran otros de los que se habían quedado. Y José Batista, Rivero, Salazar, Hurtado, Revetria, Viera, Guelmo, J. Rodríguez, José Herrera, Oddine, Eduardo Da Silva y Vidal, los hombres nuevos del plantel.
La campaña en la primera fase se completó con un empate de visitante ante Magallanes (30/4, 1-1, gol de Hurtado), una victoria en el estadio Nacional ante Colo Colo (3/5, 2-1, dos de Revetria), y los triunfos en el Centenario ante Bella Vista (15/5, 2-0, Rotti y Salazar) y Colo Colo (31/5, 3-1, Revetria, Viera y Vidal).
En la semifinal, esperaban América de Cali y Nacional de Ecuador. El equipo colombiano iba en camino de convertirse en el gran conjunto que disputó tres finales consecutivas del torneo. Por eso fue el verdugo de un Peñarol que aflojó en esta instancia, en la que quedó último con un sólo partido ganado, un empate y dos derrotas: tres goles a favor y siete en contra. Resultados: Peñarol 1-América 1 (18/9), Peñarol 2-Nacional E. 0 (25/9), América 4-Peñarol 0 (29/9) y Nacional E. 2-Peñarol 0 (2/10).
La obtención del título de 1985 y la Liguilla de 1986 le permitieron al equipo mirasol volver a disputar la Copa Libertadores. Además, el partido que decidiría al Campeón Uruguayo lo enfrentó con Nacional. Fue el 6 de enero de 1986. Y ganó Peñarol por penales, 4-3. El último lo remató Gustavo Matosas, hijo del crack aurinegro de los ´60 que, a pesar de haber nacido en Buenos Aires mientras su padre jugaba para River, se sentía bien uruguayo y de Peñarol.
El manya acompañó a Wanderers en el grupo I, compartido con River y Boca. No fue un buen desempeño. Debutó el 9 de julio, con una derrota 3-1 ante Wanderers.
El siguiente partido, en el Centenario y ante Boca, también lo perdió: 1-2 el 17 de julio, con gol de Fernando Morena -había retornado al club en 1985 para dar sus últimos destellos- y la dupla Tapia-Graciani, para el xeneize.
Peñarol siguió en caída. El 24 de julio, en su casa, cayó 2-0 ante River Plate. Había finalizado la primera ronda con los tres partidos perdidos. En las revanchas, la campaña no mejoró. 29 de julio, en el Centenario, derrota 0-1 con Wanderers. Y ya eliminado viajó a Buenos Aires. El 1o de agosto igualó 1-1 con Boca en la Bombonera (Rinaldi y Vidal). El 6 del mismo mes cayó 3-1 en el Monumental (Centurión, Héctor Enrique y Alonso; Diego Aguirre) para cerrar una de sus peores participaciones en la historia del trofeo; 6 jugados, un empate, 5 derrotas, 4 goles a favor y 12 en contra.







En la cima-
Peñarol, Campeón de América 1987.
Arriba: Pereira, Trasante, Rotti, Perdomo, Herrera, Domínguez.
Abajo: Vidal, Da Silva, Aguirre, Viera y Cabrera.



El cansancio y la victoria

Determinismo histórico? Peñarol había jugado la primera final de Copa que se disputó en el Estadio Nacional de Santiago de Chile para definir el torneo de 1965 con Independiente . En aquella ocasión, perdió 4-1. Al año siguiente viajó allí otra vez para medirse con River. Perdía 0-2, empató y en tiempo suplementario logró dos goles más. El tercero, con un formidable cabezazo de Alberto Spencer que dejó inmóvil a Amadeo Carrizo. Y lo hizo en el mismo arco dónde, 16 años más tarde, Fernando Morena definió en el último minuto ante Cobreloa de Chile, por la Copa de 1982. Pasaron cinco años y Peñarol se consagró Campeón de América en el mismo estadio, con un tanto anotado en el mismo arco, defendido ahora por otro argentino -Julio César Falcioni-, pero del América de Cali. "Es una Alegría extra. Porque Morena fue mi ídolo", comentó Aguirre.

Tabárez, por qué Peñarol fue Campeón de América? "Será porque a fuerza de machacar conceptos se graban en la mente y en el alma de cada jugador. Siempre les repito que al vestuario deben llegar únicamente el cansancio y la victoria. Si la victoria no puede llegar, por esas cosas del fútbol, deben traerse de la cancha el cansancio de haber hecho todo, absolutamente todo, para conseguir la victoria. Es lo que hicieron a lo largo de la Copa y lo que hicieron hoy hasta el último segundo de juego".



Tiempo de Crisis



La crisis seguía: estaba al borde del caos económico -una deuda de 2.500.000 dólares que continuaba creciendo- y la imposibilidad de generar mayores ingresos a raíz de las magras recaudaciones -por un lado- y porque desde hacía dos años tenía embargados los ingresos por venta de entradas y por transferencias. El único modo de juntar dinero era mediante partidos amistosos. Washington Cataldi ya no estaba. En su lugar asumió el contador José Pedro Damiani, un hombre del mundo de las finanzas.
El director del departamento de fútbol de entonces, Amadis Errico, era muy claro en sus conceptos: "Necesitamos conseguir una refinanciación a largo plazo. Unicamente aliviamos el panorama en 400 mil dólares. El resto, los 2.100.000 dólares, hay que pagarlo a instituciones bancarias. No es sencillo: este es un club grande y no desaparecerá, pero los recursos se agotan. Antes pasaba lo mismo, pero aparecía algún dirigente salvador y ponía el billete. Y hoy, ya no hay mecenas".
Todo el fútbol uruguayo vivía una situación similar. Inclusive, por no poder pagar los sueldos, Nacional y Peñarol amagaron con retirar sus equipos del torneo -en el que retrasaron su participación-, ya que la banca estatal no aportaba el dinero para la solución. El pronto lanzamiento del PRODE, con sus correspondientes ingresos, alivió la situación. El proyecto del concurso de Pronósticos Deportivos fue impulsado por el ahora diputado del partido Colorado, Washington Cataldi.
Peñarol retuvo el torneo en el ámbito local en 1986 y se clasificó para la edición del año siguiente de la Copa Libertadores.
Encabezó el grupo V, junto a Progreso (Uruguay), Alianza Lima y San Agustín (ambos de Perú).
Terminó la zona en forma invicta, ganando 4 partidos y empatando dos, con diez puntos, diez goles a favor y cuatro en contra.




Bandera a cuadros... para la llegada triunfal de Peñarol en la Copa
Libertadores de 1987. Los hinchas invaden el campo del estadio Nacional de Santiago y festejan con Trasante



El plantel había alcanzado una renovación total. Con un técnico nuevo -Oscar Washington Tabárez- y un plantel jóven, hambriento de gloria: Eduardo Pereira, Jorge Miguel Goncálves, Obdulio Eduardo Trasante, José Herrera, José Batlle Perdomo, Alfonso Enrique Domínguez, Daniel Alejandro Vidal, Juan Carlos Paz, Diego Aguirre, Eduardo Da Silva, Daniel Gregorio Rodríguez, Oscar Julio Ferro, Gustavo Cristian Matosas, Miguel Santos, Ricardo Viera, Jorge Daniel Cabrera, Marcelo Gustavo Rotti, Jorge Milton Villar, Fabián Costelo, Luis Carlos Sánchez, Alvaro Izquierdo, Robert Siboldi, Walter Leonardo Hernández, Walter Cavallero y Sergio Daniel Píriz. El Promedio de edad era de 22 años y medio


Trasante, un ejemplo

Una muestra de la ambición y el sacrificio de ese equipo fue Obdulio Trasante. Además de jugar en Peñarol, tenía otro trabajo para sobrevivir: todos los días debía presentarse a las 7 de la mañana a tomar servicio en la conserjería del banco Pan de Azúcar de Montevideo. Si hubiera actuado en un medio más poderoso económicamente, no habría necesitado un trabajo extra para complementar sus ingresos.
El zaguero había llegado de Peñarol de Juan Lacaze, uno de los tantos Peñarolenses que el influjo de su popularidad desparramó por el territorio uruguayo, para enrolarse en Central Español. Ganó el ascenso de 1983, el Campeonato de 1984 y pasó a Peñarol de Montevideo en 1985. "Conmigo van a ganar todo", le repetía a sus compañeros. Y ellos le creían y lo seguían. Por su condición de caudillo. Porque asimilaron su fibra combativa, su fiereza y su determinación para jugarse en cada salto, en cada cruce, en cada choque...
Y por eso fueron al frente: porque el Loco Trasante los empujaba desde el fondo.

Una nueva Copa

Debutó el 5 de mayo, en el Centenario, con una victoria 3-2 ante Progreso, con goles de Diego Aguirre, José "Pepe" Herrera y Viera. El camino a la victoria siguió con la serie en Perú. Allí en el estadio La Victoria de Lima derrotó al Alianza de Lima con un gol de Juan Carlos Paz, el 20 de mayo (1-0). Y en el estadio Nacional, empató 1-1 con el San Agustín, dos días más tarde, con un tanto del mismo jugador.
Igualó por el mismo marcador ante Progreso (26/5: gol de Herrera) en el inicio de las revanchas. En el Centenario le ganó 2-0 al Alianza Lima (2 de junio, Gustavo Matosas y José Herrera) y al San Agustín (9 de junio, José Herrera y Viera).
Por el sistema de juego (clasificaba el primero de cada grupo) pasó directamente a semifinales. Allí los esperaban Independiente y River, campeón de la edición anterior. Por el grupo semifinal B los recibió primero en el Centenario. El 2 de setiembre, con tantos de Aguirre, Cabrera y Viera, goleó a los rojos por 3 a 0. Y el 16 igualó con River 0-0.
Pero fue en los partidos de vuelta donde Peñarol mostró su grandeza. El 30 de setiembre, en Avellaneda, el equipo de José Omar Pastoriza -comandado por Claudio Marangoni, Ricardo Giusti y Ricardo Enrique Bochini y apoyado por 50 mil hinchas que habían llenado el estadio de la doble visera- debía ganar o ganar.




Todos fueron momentos difíciles -aseguró Oscar Tabárez-. No hubo fáciles: la exigencia fue siempre al máximo. Ganarle a Independiente en Avellaneda fue terrible. Esa noche comprendí la comunión equipo-hinchada que ha hecho la tradición copera de Independiente. Para resistir esa presión de adentro y de afuera de la cancha había que tener una fortaleza enorme. Y mi equipo la tuvo. Me causaron gracia algunas declaraciones de la gente del América, diciendo que ellos eran "el gran equipo" de la Copa. Fue una falta de respeto para Independiente y River. Mi gran orgullo es que Peñarol llegó a la final eliminando a dos rivales de esa categoría".
Fue un partidazo, una epopeya. Se impuso 4-2, en un encuentro histórico. Barberón y Percudani habían anotado para el local. Pero Cabrera en dos ocasiones, Diego Aguirre y Eduardo Da Silva pusieron cifras definitivas y a Peñarol a un paso de la final.
El equipo base era: Pereira; José Herrera, Goncálves, Trasante y Domínguez; Gustavo Matosas, Perdomo y Ricardo Viera; el "Pollo" Vidal, Diego Aguirre y Cabrera.
Alternaban el zaguero Rotti y el volante Eduardo Da Silva, principalmente y de acuerdo al rival.
Todavía quedaba River. Ya sin chances, se enfrentaron el 7 de octubre, en el Monumental. Con gol de Oscar Ruggeri, ganó el equipo argentino por 1-0.
Peñarol ya había dejado en el camino a su verdugo de la edición anterior (River). Y en la final tendría la oportunidad de desquitarse de quien lo había dejado afuera en la edición de 1985: América de Cali, que venía de ser finalista de Argentinos Juniors y River en las ediciones anteriores. "La tercera es la vencida", reza el dicho y así lo sentían los colombianos.
El primer choque fue el 21 de octubre, en el estadio Pascual Guerrero de Cali. Ganó el América 2-0. Los colombianos tenían un conjunto poderoso , en el que se destacaban el volante Willington Ortiz -uno de los más exquisitos jugadores que dió el fútbol de su país-, el centrodelantero paraguayo Roberto Cabañas y los argentinos Julio César Falcioni -en el arco- y Ricardo Gareca. En este primer duelo, los goles los hicieron Cabañas y su compatriota Jorge Battaglia.
Una semana más tarde, Peñarol se desquitó en el Centenario. Ante 60 mil personas y con arbitraje del argentino Ricardo Calabria, ganó 2-1. Había abierto la cuenta Diego Aguirre. Pero igualó Cabañas. A cuatro minutos del final, un tiro libre de Jorge Villar forzó un tercer partido.
El técnico, Oscar Tabárez, comentó: "Nosotros estábamos siempre preparados para responder a los desafíos. Alguien tuvo el mal gusto de regalarle a Battaglia una camiseta de Nacional. Y él se paseó con la camiseta puesta por el hotel Carrasco para provocar a mis hombres. Tal vez esa sea gran parte de la explicación de nuestra victoria. Allí puede estar el secreto de todo lo que lucharon sin dejarse derrotar por ese terrible enemigo que es el reloj. Estoy seguro que de allí sacó Aguirre la fuerza interior para pegarle a la pelota con un vigor que ya no tenía. Casi como con rabia...".







En Santiago de Chile se midieron el 31 de octubre. 25 mil espectadores y el arbitraje del chileno Silva. Al equipo colombiano le bastaba el empate para ser Campeón de América. Fueron 90 minutos de durísimo trámite y otros 29 de alargue en los que el marcador se mantuvo 0-0. Pero a segundos del final, Diego Aguirre anotó el gol consagratorio, el de la gloria, el de la euforia.
"Esta final ha sido dramática -manifestó Tabárez-, como para destrozar a cualquiera. En Montevideo estábamos perdiendo la Copa hasta que el botija Villar acertó ese tiro libre a cuatro del final. Y en Santiago, lo de Aguirre..."

Faltaban segundos.
El reloj del estadio marcaba 14 minutos y 58 segundos de los últimos quince de juego. Pero Diego Aguirre -montevideano, nacido el 13 de setiembre de 1965- en un esfuerzo supremo, con el último aliento, se metió por la izquierda, pegó el medio giro y asestó un zurdazo cruzado implacable, que terminó en la red. La Copa volvía a Montevideo.
Apenas minutos antes, los suplentes del América pugnaban por meterse a la cancha a festejar una Copa que creían suya. Los colombianos estaban más enteros, física y psicológicamente. Willington Ortíz manejaba los hilos del partido. Pero perdieron dos piezas importantes: Gareca (salió desgarrado) y Cabañas, expulsado por agresión mutua con José Herrera.
A Aguirre lo marcaban como podían, agarrándolo de la camiseta y frenándolo con fuertes y desleales infracciones. En su cara se veía un moretón debajo del ojo derecho, producto de una trompada de Cabañas. Por un golpe de Aponte le costaba mover el cuello. Además, del banco del América, con intervalos de medio minuto o menos, Roberto Cabañas -ya expulsado- tiraba una pelota extra para que el juego se detuviera porque había dos balones en el campo. Cada vez que aparecía una, se paraba el juego. Pero si Trasante estaba cerca, el zaguero la reventaba a las tribunas.
Jorge Goncálves -hijo del histórico capitán- tenía un golpe en la boca, marca del codo de Cabañas.
Pero seguía empujando. Aguirre también. Y así todo Peñarol.
"Me jugué todo lo que me quedaba adentro -dijo el goleado-. Había visto el reloj del estadio y sabía que era la última. Le pegué con alma y vida al otro palo, y, cuando la ví adentro, fue una emoción terrible. En la Copa había hecho seis goles, todos de cabeza. Este fue el primero que hice pateando con mi pierna hábil. No lo puedo creer...".
Diego Aguirre había llegado a Peñarol en 1986, proveniente de Liverpool. Hasta entonces había hecho 41 goles en su actual equipo sin ser un goleador característico. "Fiera", "Matador", "Diegol", algunos de los apodos del estudiante de abogacia, con muy buen nivel intelectual y perteneciente a una distinguida familia uruguaya (la de Martinez Pereyra). Querido y respetado dentro del plantel, sin embargo, no gozaba de la confianza total de los dirigentes. "Anduvimos buscando otro centroforward y vea el goleador que nos salió", fue la espontánea declaración de Damiani, presidente aurinegro, en un sincero mea culpa. Yconcluyó: "Cuando tomé la presidencia, le debíamos tres meses a los jugadores. Apenas había para comprar. Trajimos dos jugadores: Cabrera y Paz. Contratámos al mejor técnico uruguayo. Esta tarde cada jugador ganó 9.500 dólares. Peñarol jugará la final de Tokio y por eso recibirá 240.000 dólares. Ha sido como saltar de infierno al cielo...".





Heroico - Aguirre no lo puede creer, los
colombianos tampoco. Faltaba un suspiro
y el América era campeón con el empate,
pero Diego clavó el zurdazo e hizo el milagro



Llegaba el Día D. Llegaba la hora de las definiciones. El 12 de diciembre de 1987, en el Estadio Nacional de Tokio, debían enfrentarse el Campeón de América y el de Europa por la Copa Intercontinental de clubes. Peñarol -ganador de la Libertadores- enfrentaba al Porto de Portugal, flamante -y sorpresivo- campeón de Europa.
"Peñarol cayó vencido pero no se arrodilló", tituló El País, de Montevideo, en su edición del día siguiente. Había ganado el Porto 2-1, en alargue, con un decisivo gol del argelino Rabbah Madjer, uno de los mejores jugadores que dió el fútbol africano, en tiempo suplementario. Gomes (Porto) y Viera (Peñarol) habían anotado en los 90 reglamentarios.
El partido se desarrolló en un campo de juego cubierto de nieve, lo que hacía imposible un trámite prolijo. En ese combate, Peñarol puso su alta dosis de lucha, entrega y esfuerzo, en tanto que los portugueses mostraron su inteligencia, dejando que su rival gastara energías peleando contra su sistema defensivo y el lodo.
En el vestuario, Oscar Tabárez elogió a sus hombres: "La entrega de todos los muchachos no da para ponerse triste sino para estar conforme. La lástima es que nos tocó perder luego de una reacción fabulosa en la que logramos empatar y si seguía el partido un poco más, yo creo que podíamos (quizás) obtener el triunfo. En fin... Son cosas del fútbol". Pero, sin dudas, esa derrota cerraba otro ciclo. Tabárez, al poco tiempo, se haría cargo de la Selección Uruguaya. Y en su reemplazo llegaría el crack que hacía solo dos años se había retirado del fútbol profesional: Fernando Morena.





Tiempos malos

El ´88 también fue una temporada de adversidad para Peñarol: no consiguió resultados en el ámbito local. Y en la Copa Libertadores -que para colmo de males- ganó Nacional (luego obtendría la Intercontinental)-, Peñarol empezó a jugar en la tercera fase, por haber sido el último campeón. En esa instancia, enfrentó a San Lorenzo de Almagro. Igualaron 0-0 en el Centenario. el 21 de setiembre.

Pero siete días más tarde ganó el equipo argentino por la mínima diferencia, 1-0, con un gol convertido por Norberto Ortega Sánchez, en el estadio de Vélez Sarsfield.
Esto provocó el alejamiento de Morena y su lugar, interinamente lo tomó Ladislao Mazurkiewicz.
En la Copa Libertadores de 1989, Peñarol participó por haber ganado la Liguilla. Lideró el grupo V, que lo enfrentó con Danubio -campeón uruguayo-, Bolívar y The Strongest (ambos de Bolivia). En la segunda fase, fue goleado por Internacional de Porto Alegre 6-2, en un partido en el que se fueron expulsados los mirasoles Goncalves y Perdomo.
La revancha fue el 11 de abril, en el Centenario. Y ganó otra vez el Inter 2-1. Pero más allá del resultado , como detalle, en Peñarol quedó la aparición de un juvenil valor en el mediocampo: Nestor Gabriel Cedrés. Otro dato: Diego Aguirre, héroe de la Copa de 1987, anotó el segundo gol del equipo brasileño. Otra vez, Peñarol afuera del trofeo. Pasarían cinco ediciones para que volviera a la competencia.




El bochorno del Centenario



El 19 de abril de 1990, jugando por el primer torneo oficial del año -la Copa Competencia-, el árbitro Eduardo Dluzniewski debió expulsar, a los 82´, a veinte de los veintidós futbolistas que estaban disputando una nueva edición del clásico. Todos los medios uruguayos catalogaron el incidente de "bochornoso" y "vergonzoso". La trifulca había comenzado cuando el capitán de Nacional, Enrique Peña, veía la tarjeta roja por una jugada violenta. Los peñarolenses Obdulio Trasante y Sergio Peluffo se abalanzaron sobre él cuando abandonaba el campo de juego y no tardó mucho para que todos los jugadores se trenzaran a puñetazos ante 65 mil espectadores presentes en el estadio.
Dluzniewski expulsó a todos los futbolistas de Peñarol y a nueve de Nacional, además de denunciar a los suplentes de los tricolores que saltaron a la cancha para sumarse a la pelea. Durante la batahola, las hinchadas vivaban los nombres de ambos equipos. Los fanáticos de Peñarol derribaron un alambrado, pero no llegaron a invadir la cancha. Por suerte la gresca no se trasladó fuera del campo de juego.
En el partido habían proliferado las jugadas violentas, descenlace de una guerra de declaraciones entre los capitanes de ambos equipos que había comenzado en la semana. Enrique Peña dijo que Nacional ganaría el encuentro "de cualquier manera", porque sus jugadores "eran más hombres". Trasante le respondió que "en la cancha veremos quien es más hombre". Tras la pelea, Trasante mantuvo su actitud: "Peña se hace el guapo acá. Vamos a ver afuera".
El clásico, que correspondió a la 7a. fecha del Campeonato Competencia , fue terminado por el juez debido a la inferioridad numérica de ambos equipos. Y según el reglamento, a ambos se les dio por perdido el cotejo.



Proyecto 100 años: Menotti y el fracaso



A mediados del año, llegó César Luis Menotti. El Flaco causó una revolución en Montevideo. Con él, Peñarol hizo una gira europea en la que ganó 5 partidos y perdió solo ante el Real Madrid.
"Llegué a Peñarol con un proyecto claro: mi equipo debe dar espectáculo, ganar por dos goles y respetar la historia de su camiseta", anunció. En el torneo local, debutó con un empate 1-1 ante Defensor. Sin embargo -aunque los resultados no se dieron a lo largo del torneo-, su parcialidad fue la líder en venta de entradas. Es que en Montevideo, a pesar de que Nacional había contratado 8 refuerzos, no se hablaba de otra cosa que no fuera "El Peñarol del Flaco". La ilusión era grande: de su mano, Peñarol debía ganar el título y la Copa Libertadores del año de su centenario.
En la Supercopa, en tanto, eliminó al Santos de Brasil y a Boca Juniors. Precisamente ante los argentinos, había caído 1-0 en el Centenario. Pero ganó 2-0 en la histórica Bombonera, en un encuentro donde todo parecía perdido, pero el excelente rendimiento del equipo torció el rumbo de ese pronóstico desfavorable. En semifinal, fue eliminado por Olimpia -a la postre, el campeón- que lo goleó 6-0 en Asunción, resultado que luego no pudo remontar.
En el ámbito local había conseguido cuatro victorias al hilo, tras derrotar a Huracán Buceo 3-1. Pasó de estar antepenúltimo en la tabla a colocarse a cuatro puntos del líder, Nacional.
Paralelamente , se había reavivado la vieja polémica. Peñarol había nombrado una comisión -presidida por el entonces ex presidente uruguayo Julio María Sanguinetti- para organizar los actos por sus 100 años, que cumpliría en setiembre de 1991.

Fiesta centenaria- En la cena del Centenario se dieron cita grandes personalidades. Junto al titular Washington Cataldi, se aprecia al entonces presidente de la República, Luis Lacalle, y su señora esposa, además del ex presidente Julio María Sangunetti





Pero Nacional nominó una "Comisión del Decanato", encabezada por su presidente en ejercicio, Roberto Recalt, rechazando en varios frentes esa celebración, argumentando que Nacional era el auténtico decano del fútbol uruguayo, ya que "Peñarol fue fundado en 1913", sin considerar los años en los que fue el CURCC. El tema quedó en el tapete, se mantuvo latente durante semanas y, finalmente, pasó al ovido.
"Peñarol es un equipo de pibes con mucho futuro: Adrián Paz, Paolo Montero, Sánchez, Cedrés, Blanco...", dijo Menotti sobre su equipo. Venía el clásico contra Nacional y los bolsos se confiaban: "Cuando estuvo en Boca, perdió siempre con River. Y cuando estuvo en River, lo hizo contra Boca. Ese no gana un solo clásico", decían. Sin embargo, no tuvieron en cuenta la historia de la camiseta. Y Peñarol le ganó con un categórico 2-0 el 18 de diciembre.
Pero pese al triunfo, el conjunto no levantó cabeza. Bella Vista fue el campeón de 1990. En poco tiempo, Menotti dejó Peñarol: en cuatro partidos del torneo uruguayo de 1991, empató los dos primeros y fue derrotado en los siguientes (1-3 con Danubio y 1-4 con Huracán Buceo). Además en el año de su Centenario, Peñarol no participó de la Copa Libertadores, porque perdió su oportunidad en la Liguilla. El sábado 27 de abril, tras la goleada de Huracán Buceo, Menotti renunció y regresó a Buenos Aires.
Una vez más, como desde hacía cuatro años, el fracaso. Pero ahora, en dimensiones mayores, por la ilusión que se había generado.
En setiembre de 1991, el fútbol uruguayo se interrumpió porque la Asociación Uruguaya de Árbitros de Fútbol había exigido aumentar las medidas de seguridad en las canchas para evitar actos de vandalismo y advirtió que sus afiliados no dirigirían hasta que sus afiliados no dirigirían hasta que se aceptaran sus condiciones. La decisión había sido motivada por distintos incidentes que protagonizaron en la semana las hinchadas de Nacional y Peñarol, en forma separada.
Peñarol había vencido a Racing 2-1. Para festejar el segundo gol, los hinchas invadieron el campo de juego, ya que el tanto se había anotado a solo segundos del final del partido. La policía reprimió a los invasores a bastonazo limpio, pero al ser agredidos con piedras desde las tribunas recurrieron a los gases lacrimógenos. Así, se provocaron escenas de pánico y caos entre el público. El partido fue suspendido antes del tiempo reglamentario, alegando "falta de garantías" para su continuación.
En ese clima general, Peñarol celebró su centenario el 28 de setiembre. Para el evento, se organizó una multitudinaria cena, en la que estuvo invitado todo aquel que había contribuido a la historia del club. Entre los presentes, por ejemplo, estuvo Washington Cataldi y el entonces presidente de la República, Jorge Lacalle que, pese a ser un reconocido hincha de Nacional, asistió al acto.