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Cuando se sucede un período durante el cual escasea el agua de una zona determinada, decimos que en ese lugar hay una sequía. La causa primera de este fenómeno es la falta de precipitaciones. Históricamente los distintos pueblos se vieron enfrentados a temporadas en las que no llovía, entonces se hacían sacrificios y ruegos a los dioses, señal de que comprendían la importancia del agua para la vida. Sin embargo, apenas eran anomalías propias de la naturaleza.



Ahora, como consecuencia del cambio climático cada año crece más y más el número de regiones que padecen épocas prolongadas de sequía. Si nos atenemos a las noticias, es casi una suerte estar en un área donde aún se pueda ver la lluvia caer con regularidad. Y no somos pocos quienes nos preguntamos: ¿qué consecuencias puede traer esta persistente carencia de agua para el futuro de la Tierra?







La primera repercusión de este fenómeno se da sobre la vida humana. Si bien los países desarrollados poseen vías para reservar cantidades mínimas de agua, muchos lugares del mundo se ven enfrentados a situaciones diferentes, lo cual puede traer como resultado hambrunas generalizadas y la consecuente muerte de muchas personas.



Esta distinción desaparece cuando hablamos de economía. La carencia de agua repercute severamente en la agricultura de todos los países. Afecta el ganado, las siembras, las empresas agrícolas, erosiona los campos, etc. Se producen migraciones masivas pues los campesinos no pueden subsistir en condiciones tan secas. Se reduce la producción de energía al no haber suficiente flujo desde las presas hidroeléctricas.

Por otro lado, con la malnutrición y la deshidratación se afecta la salud de los seres humanos. Por la falta de higiene se desatan enfermedades que a su vez corren el riesgo de convertirse en grandes plagas. Se producen niveles elevados de estrés que irritan a las personas y los llevan a pelear por los alimentos y el agua, pero también por cualquier razón.






Pero el impacto mayor de la sequía en la vida terrestre le corresponde a la destrucción que se produce del ecosistema natural. En muchos lugares se desatan fuegos incontrolables que queman grandes áreas forestales, con la pérdida de miles de especies animales y vegetales. La falta de agua obliga a los organismos a moverse de sus rutas tradicionales, de modo que se rompe la cadena alimenticia. Las especies que dependen de estos terminan por desaparecer.



Por ello es imprescindible que el hombre comience a hacer un uso más racional de las distintas fuentes de agua que posee el planeta, que su explotación se base en métodos sostenibles. Los regadíos a lo largo del mundo deben aplicar sistemas que les permiten ahorrar hasta la última gota posible. Igualmente garantizar que se preserven selvas y bosques, lugares húmedos que cobijan a la mayor parte de los ecosistemas. El futuro, ya no de nuestra especie sino de todas, depende de ello.