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Fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día; y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones.
Lucas 24:46-47


Él les dijo: ¿Y vosotros, quién decís que soy? Entonces respondiendo Pedro, dijo: El Cristo de Dios.
Lucas 9:20

Un cierto Jesús que murió (Hechos 25)

Alrededor del año 60, Festo se posesionó como gobernador de Judea y tuvo que encargarse de un prisionero bastante molesto: Pablo. Sabía que los judíos “tenían contra él ciertas cuestiones acerca de su religión, y de un cierto Jesús, ya muerto, el que Pablo afirmaba estar vivo” (Hechos 25:19). Para Festo, Jesús sólo era un nombre entre muchos otros. Y ¿quién es Jesús para usted? ¿Un hombre cualquiera, crucificado hace unos 2.000 años?
Murió, sí, pero después de tres días resucitó y está “vivo por los siglos de los siglos” (Apocalipsis 1:18).
Mediante la resurrección de Jesús, Dios mostró que ese hombre despreciado, a quien los judíos y las demás naciones quisieron dar muerte, es el Hijo de Dios. Él es el Señor que debe juzgar “al mundo con justicia”, a todos los habitantes de la tierra (Hechos 17:31). Esta resurrección atestigua que habrá una resurrección de todos los hombres, “así de justos como de injustos” (Hechos 24:15).
Es muy importante hacerse la pregunta: ¿En qué estado estoy? ¿He sido perdonado y justificado o aún estoy muerto en mis pecados? (Efesios 2:1). ¿Jesús es mi Salvador o será mi juez? El apóstol Pablo declaró: el “Hijo de Dios… me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2:20).