Caroline Scheufele
, co-presidenta de Chopard y diseñadora de todas las colecciones de alta joyería de la maison, nos lo confiesa: "Inmediatamente tuve la sensación de que me encontraba ante una piedra extraordinaria. Era de una belleza y de una pureza excepcionales". La gema apareció en el corazón del yacimiento de Karowe, en Botswana, surgida de la roca volcánica de la kimberita.
Del boceto se pasa a la joya. Además, esta historia se mezcla con el desarrollo sostenible en el ámbito de la alta joyería. Caroline ha animado a la mina de Karowe a unirse al creciente número de proveedores de Chopard (tanto de oro, piedras de color o diamantes) y a comprometerse con los criterios de validación independientes del Green Carpet Challenge, que reflejan las mejores prácticas posibles en términos de justicia medioambiental y social.
Dos de las piezas de la colección. En cuanto a la colección El Jardín del Kalahari, por ahí aparece un girasol de 50 quilates y en talla brillante; un pensamiento de 26; o una flor del plátano de 25. Pero hay más (no con tantos quilates, pero vamos, suficientes para lucir con orgullo y placer), como una amapola de 20, una esmeralda de 21 quilates que se cuela en un nenúfar o una amapola de 20 quilates. En fin, seis joyas que demuestran el delicado e imaginativo savoir faire de Chopard.
Los diamantes, en diferentes tallas y facetas.