Todo suicidio es un misterio. Nadie alcanza jamás a comprender las insondables razones que conducen a una persona a quitarse la vida. El dolor y la rabia -incluso, a veces, hasta la misma comprensión se estrellan de manera irreversible contra un muro de silencio. En Venezuela, por ejemplo, todavía hay quien conjetura acerca de quien llamo por teléfono al dirigente político venezolano Alirio Ugarte Pelayo minutos antes de que se disparase un tiro. Es probable que la llamada no haya tenido nada que ver con el desenlace, pero este tipo de muertes siempre resultan inexplicables para familiares y amigos.
Por eso son pasto fértil para las conjeturas. Las dudas también rondan el suicidio del actor George Reeves, quien alcanzo la fama al interpretar a Superman en la celebre serie de televisión de los anos 50. Fue un final irónico para Reeves: Superman caía muerto por una bala. El informe final de la policía de Los Ángeles estableció que el actor, deprimido por verse encasillado en el papel del Hombre de Acero, se suicido en su casa la noche del 16 de junio de 1959. La estrella televisiva había sido encontrada sola en su habitación, con una herida de bala en la sien y un revolver al lado de su cuerpo. Pero el testimonio de amigos y familiares desdice la versión oficial y ofrece como plausible la tesis del asesinato. De hecho, después de 40 anos de sucedida, la muerte de Reeves sigue dando que hablar en Hollywood. El 12 de mayo de 2003 se anuncio que Allen Coulter (director de varios capítulos de la serie de TV Los Soprano) fue contratado para realizar una película de la vida de George Reeves bajo el titulo de Truth, Justice and the American Way, para la empresa Focus Features, la misma que distribuyo El pianista en Estados Unidos. Según revelo el diario The Hollywood Reporter, el guión se centra en la muerte del actor y en la accidentada investigación policial que vino a continuación, con flashbacks en los que se recuenta la vida y carrera del Superman de la TV.
A diferencia del personaje que lo consagro, la carrera profesional de Reeves fue menos veloz que una bala. El actor había nacido en Iowa (EE UU), en 1914 y su debut en la gran pantalla había sido pequeño pero auspicioso: dio vida a uno de los mellizos Tarleton que cortejaban a Scarlett O'Hara al comienzo de Lo que el viento se llevo (1939). Los roles que siguieron fueron menos brillantes y se desarrollaron en películas del montón, sin brillo especial, como Jungle Goddess. El ansiado estrellato llego de manera imprevista cuando acepto, en 1951, interpretar a Superman en la serie homónima de televisión. El personaje ya había sido un éxito en las historietas y en la radio, hecho que se repitió con similar ventura en la televisión, donde el programa fue un suceso inmediato, especialmente entre la audiencia de 12 años. De hecho, en Venezuela, la serie fue transmitida ininterrumpidamente por los canales locales hasta bien entrados los anos 70.
Reeves era finalmente una estrella. El reconocimiento le hacia feliz aunque no se trataba de la oportunidad que el actor buscaba entonces, como se relata en un articulo sobre su vida escrito por el periodista David Goldman, en la revista Biography (noviembre de 2000). La televisión era considerada entonces como un medio menor, carente del prestigio asociado con el teatro y el cine. Además, no resultaba fácil escapar a un personaje como el que el interpretaba. La actuación de Reeves en la película De aquí a la eternidad tuvo que ser reducida dramáticamente debido a que, cuando aparecía en pantalla, el publico de la sala gritaba "¡Superman! ¡Superman!".
El escape para el actor vino con faldas y a lo loco. Un año antes de empezar a trabajar en Superman, Reeves comenzó a salir con una mujer casada, Toni Mannix, siete años mayor que el. El romance distaba anos luz de ser convencional: Toni era la esposa de unos de los vicepresidentes de la Metro-Goldwyn-Mayer (MGM), Eddie Mannix, forzudo hombre de negocios que antes de mudarse a California se ganaba la vida como gorila en un bar de New Jersey; esto es, echaba a patadas del lugar a los alborotadores y borrachines. Se dice que el trabajo de Eddie Mannix en la MGM seguía siendo sucio: su tarea consistía en mantener en línea a las estrellas del estudio y en silenciar escándalos, a veces con la ayuda de unos duros y viejos compañeros de farra. Eddie Mannix tenía varias amantes, así que al parecer miraba para otro lado cuando su esposa se ausentaba de casa en compañía del popular actor.
Todo marcho sin tropiezos hasta que en un viaje a Nueva York, en 1958, Reeves conoció a Leonore Lemmon, mujer de la alta sociedad reconocida por dos aspectos: el primero, tenia una devoción casi religiosa por las fiestas; y el segundo, un temperamento temible (le habían prohibido la entrada al Stork Club por haber iniciado una pelea). El amor prendió entre la pareja y pronto Leonore se mudo a California para vivir junto a su Hombre de acero. Toni Mannix se tomo a pecho la ruptura. A partir de entonces Reeves empezó a vivir una pesadilla. Recibía llamadas anónimas de día y de noche, e incluso le secuestraron a su perro Sam. En abril de 1959 Reeves perdió el control de su Jaguar y choco contra un poste de luz; un mecánico que revisó el carro comprobó con asombro que este carecía completamente de liga de freno.
La noche del 16 de julio siguiente se desarrollaba una fiesta en la casa del actor. Varios invitados se encontraban ya en estado de embriaguez, lo que no molestaba a Leonore: sus parrandas eran celebres porque siempre se extendían hasta la madrugada. Reeves se había recostado y, molesto por el ruido, bajo a la planta baja para ordenar que cesara el alboroto. Luego, subió las escaleras y, de nuevo en su dormitorio, se pego un tiro. Estos son los hechos tal como los contó Leonore Lemmon a la policía. Pero -y aquí ya se entra al terreno de las conjeturas- la historia ofrecía elementos desconcertantes. La mayoría de los suicidios no se producen en casas llenas de gente. El actor fue encontrado desnudo, de espaldas (lo usual es que el cuerpo quede boca abajo). No hubo manchas de pólvora en la sien, lo que sugiere que el disparo se efectuó a cierta distancia. Las huellas dactilares de Reeves tampoco fueron encontradas en el arma. Y, por si fuera poco, la policía descubrió moretones en todo el cuerpo. Una versión no confirmada asegura que los oficiales regresaron a la casa varios días después y hallaron, debajo de una alfombra, dos orificios de bala en el piso de la habitación.
Los amigos de Reeves se negaron a creer que este se había suicidado, con la única excepción de Jack Larson (quien interpretaba a Jimmy Olsen en la serie de televisión). Insistían en que el fornido actor tenia planes de casarse y se aprestaba a relanzar su carrera artística. La madre de Reeves llego a contratar a Jerry Giesler, afamado abogado de Hollywood con amplias conexiones en los bajos fondos, para que investigara el caso; este lo abandono a los pocos días, diciéndole: "Hay gente peligrosa involucrada... usted no querrá saberlo".
Las sospechas se incrementaron cuando un reportero busco las fotos de la autopsia del actor y descubrió que habían desaparecido. En murmullos, la gente acusaba a Leonore Lemmon y llegaba a decir que, en un ataque de furia, le había disparado a Reeves cuando este rehusó casarse con ella. Pero en su libro Hollywoo Kryptonite, Sam Kashner y Nancy Schoenberger levantan sospechas sobre Toni Mannix como autora intelectual de la muerte del actor. Los autores sugieren que Toni, presa de los celos, contrato a uno de los "socios" de su marido para que liquidara a su antiguo amante. El matón se habría colado a la casa de Reeves por una puerta trasera; no en balde, los vecinos reportaron haber escuchado un auto que arranco a toda velocidad poco después de escucharse el disparo (¿o los disparos?) aquella noche. Las cenizas de Reeves reposan ahora en una urna en el cementerio de Pasadena (California), al lado de la tumba de su madre. El epitafio es sencillo y conmovedor: "Para mi querido hijo: Superman".
Como suele ocurrir ante las coincidencias, muchos adjudican la muerte de George Reeves a su relación con el personaje de Superman, pues otros actores relacionados con la historia del Hombre de hierro han estado signados por enfermedades y percances. En el caso del actor Christopher Reeve, por ejemplo, hoy su tragedia luce empequeñecida por el coraje y la voluntad con que el ha enfrentado el estar confinado a una silla de ruedas. Desde que ocurrió el incidente hace cinco anos, no hay un segundo en que Reeve no sopese lo paradójico de su destino: de entre los muchos papeles cinematográficos que interpreto, siempre será recordado por el de Superman, un hombre a prueba de balas y golpes.
Quiso la adversidad que el accidente ecuestre que dejo parapléjico a Reeve en 1995 fuese seguido de cerca por otros sucesos funestos que acontecieron a otros actores relacionados con la serie de películas de Superman. Primero, en 1997, Margot Kidder-quien interpreto a Luisa Lane en todas las cintas- fue encontrada deambulando como una vagabunda por un exclusivo sector residencial de Los Angeles. Le había sobrevenido un ataque de pánico, un estado de locura que la redujo casi a la indigencia.
Un año después, el comediante Richard Pryor (Superman III) hizo público su padecimiento de una enfermedad degenerativa (esclerosis múltiple), que había reducido su cuerpo a una mera sombra. Por la misma época, a Kirk Alyn, uno de los primeros actores en interpretar el rol en el cine, le fue diagnosticado mal de Alzheimer y se quejo con amargura que interpretar a Superman había arruinado su carrera. Los tabloides sensacionalistas tendieron lazos entre estas tragedias y el oscuro episodio de la muerte de George Reeves casi medio siglo atrás. Se olvidaron que el éxito, en cambio, le ha sonreído desde entonces a otros actores asociados con la franquicia —Gene Hackman, Terence Stamp y Dean Cain—; e ignoraron, en cierta manera, al propio Christopher Reeve, cuya conducta ante la adversidad es un ejemplo de dignidad y valentía.
Escrito por Gonzalo Jiménez