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Gina Rinehart heredó gran parte de sus 29.000 millones de dólares y desató una polémica al pedir que se rebaje el salario mínimo.



La mujer más rica del mundo, la australiana Gina Rinehart, heredera del imperio minero construido por su padre, es todo menos altruista. En una columna en una revista financiera se burló de "los envidiosos" que en su opinión pasan más tiempo bebiendo que trabajando y desató la indignación del Gobierno australiano al pedir que disminuya el salario mínimo para atraer más inversiones.
Rinehart, heredera y jefa del grupo Hancock Prospecting, posee una fortuna estimada en 29.200 millones de dólares australianos (casi 30.000 millones de dólares estadounidenses) lo que la convierte en la mujer más rica del mundo según la Business Review Weekly (BRW), aunque según la revista Forbes ocuparía el cuarto puesto.
"No hay una receta para volverse millonario", escribió Rinehart, que llevó a los tribunales a prácticamente todos los miembros de su familia —incluyendo a tres de sus cuatro hijos— por disputas por el control de la fortuna familiar.
"Si se sienten envidiosos de los que tienen más dinero que ustedes, no se queden sentados quejándose. Hagan algo para ganar más, pasen menos tiempo tomando, fumando y pasándola bien, trabajen más", dijo.
"Conviértanse en una de esas personas que trabajan duro, invierten y construyen, y al mismo tiempo crean empleo y oportunidades para los demás", añadió la rica heredera.
Además, Rinehart criticó las políticas "socialistas" del gobierno que debería, según ella, disminuir el salario mínimo y los impuestos para incitar la inversión. "Si quieren ayudar a los pobres y a las siguientes generaciones, den la bienvenida a las inversiones. Como prueba, miren la alternativa. Se llama Grecia", argumentó la magnate australiana.
El ministro de Finanzas, Wayne Swan, enemigo de los multimillonarios australianos que luchan contra el impuesto minero y contra la nueva tasa carbono que entró en vigor el 1º de julio, criticó inmediatamente las palabras de Rinehart.
"Estos comentarios son un insulto para los millones de trabajadores australianos que trabajan y sudan sangre para alimentar a sus hijos y pagar las facturas", respondió. Por su parte, los ecologistas, aliados del gobierno, se refirieron a Rinehart como una mujer "que debe su fortuna a su familia".