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Lo obligan a abandonar su ciudad por tener un bigote “antislámico”
Malik Amir Muhammad Afridi es un paquistaní de 47 años que fue expulsado de la ciudad de Bara, por llevar un bigote fuera de lo normal.








Aparte de las miradas habituales de diversion de sus convecinos que le apodaban "Super Mario", su estrambótico bigote a lo Salvador Dalí también se las arregló para llamar la atención de los miembros del grupo islámico armado Lashkar-e-Islami (literalmente, "Ejército del Islam", cuyos militantes lo declararon sin dudar "contrario a los preceptos islámicos".

De nada sirvió que dijera que se lo había dejado después de ver una entrevista del fallecido político paquistaní de la década de 1960 Malik Amir Mohammad Khan, un tocayo con bigote con el que quedó tan impresionado que decidió dejarse crecer uno igual.

Era el verano de 2008 y los miembros del grupo le detuvieron, llevándole ante la presencia de un erudito religioso que declaró el bigote contrario a la ley islámica; y mandó que se lo afeitaran. El orgullo de la vida del Sr. Afridi fue rasurado entonces a mano armada y sin espuma, dejándole la cara limpia de infiel polvo y paja. Malik lo recuerda como uno de los peores días de su vida.

Pero Malik, negándose a dejarse intimidar por las amenazas de los militantes islámicos, decidió trasladarse a Peshawar, la capital de la provincia, para que el bigote pudiera volver a crecer sin restricciones, convirtiendo en una celebridad en su propio derecho debido a sus 76 cm. de pelusa rizada hasta la frente, que muestra con orgullo a lo largo de las calles.

En su cuidado dedica 30 minutos diarios y usa una mascarilla de extractos de almendra y aceite de coco. Para terminar se lo embadurna con un gel de ingeniería alemana para dejarlo tieso. Y afirma que su bigote le ha generado el respeto de sus nuevos vecinos: "Mi estilo de bigote es único, no existe otro igual en todo el país". La gente incluso le dan su turno mientras está de pie en las colas fuera de los bancos y otros lugares.

Malik Amir Muhammad no ha podido visitar su ciudad natal desde hace cuatro años debido a la amenaza de los militantes "anti-bigote', que pretenden pasarle de nuevo la navaja para ejecutarle en cuanto le echen el ojo. Dejó su pequeña patria, sus amigos y familiares y se dispuso a sacrificarlo todo por un bigote.

Ahora es famoso, le cuelan en el banco y, a pesar de las protestas de su esposa (a la que no le gusta nada el pelo), afirma que para que le rasuren otra vez habrá que pasar por encima de su cadáver.