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Lo miro y río. Y me siento un hijo de puta… pero sigo riendo. Y me pregunto: ¿acaso este espectáculo dantesco no da lugar a la risa? Es así: sobre una mesa de un clásico restaurant tenemos sentadas diez personas con una característica en común: la gordura. Y un momento épico que las reúne: el permitido de la semana. Pará, antes de decirme que no hay que reírse de estas cosas, que estoy discriminando y toda la sarasa, dejame que te cuente una condición que modifica por completo la escena: están enmarcados en un programa televisivo, que los manipula por completo, para resignificarlos a gusto (poco) y piaccere. Estamos viendo “Cuestión de Peso“, el programa de la tarde del Trece.

QUE INSEGURIDAD DE MIERDA LA CONCHA DE LA LORA



Luisito dice “siempre me equivoco” y sus compañeros, detrás en la tribuna que resiste como nadie, asienten con sus cabezas las palabras de nuestro héroe. Hace tiempo que está en el ciclo y es un clásico del envío. Hay un panel (siempre hay un panel), hay música triste (siempre hay tristeza), hay productos que promocionar (por lo general pomadas) y una simpática actriz devenida en conductora, nuestra (?) Claribel Medina.



Pero lo más interesante sucede en las notas: peleas, “ella me comió la pastafrola”, “él pone piedras a mi tratamiento”, en fin, traiciones varias, donde el programa muta en novela de enredos/reality chow/masacre a la dignidad. Y yo, río. Seguramente vaya al infierno. Ojalá venga Luisito, nos llevaríamos bien.


También se fué de putas