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Estamos tristemente acostumbrados a asistir (desde la distancia, se entiende) a bodas de vejestorios afganos con novias preadolescentes. Mucho más chocante resulta este enlace entre un crío sudafricano de 8 años, el tierno Sanele Masilela, con una mujer de 61 años, madre de cinco hijos y ya casada, Helen Shabangu.



El matrimonio contra natura se originó por el deseo del abuelo de Sanele, que en su lecho de muerte pidió que su nieto se casara con Helen, a quien amaba: “De este modo hacemos felices a nuestros ancestros –justificó Patience, madre del niño-. Si no lo hiciéramos algo malo le ocurriría a la familia”.



Qué mejor que celebrar algo “bueno”, como una boda con un abismo de medio siglo, para evitar una presunta amenaza “mala”. Los contrayentes cumplieron con la ceremonia, entre resignados (él) y tristona (ella). El pequeño Sanele aceptó impertérrito el beso de su anciana esposa, a sabiendas de que “cuando sea mayor me casaré con alguien de mi edad”.



La ceremonia se celebró en la ciudad sudafricana de Tshwane. El matrimonio no tendrá validez legal ni los novios compartirán techo ni yacija, a Dios gracias.



La mamá del menor, que tiene 46 años de edad, sostuvo que "el abuelo de Sanele le pidió que se casara antes de que él muriera. Sanele eligió a Helen porque la ama".

"Le dije a mi madre que quería casarme porque era algo que realmente quería hacer", manifestó el niño sobre su decisión. "Estoy feliz de haberme casado con Helen. Cuando sea mayor me casaré con una chica de mi edad", agregó.