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Concluimos el año sin resolver aún la adquisición de un aparato de combate para sustituir a la antigua flota de Mirage de la VI Brigada Aérea, que ya está al final de su vida operativa. Las negociaciones con el Gobierno español para la compra de los beneméritos Mirage F-1 que el Ejército del Aire retiró de servicio activo meses atrás, tras varias décadas de amplia operación, motivó la aireada réplica del gobierno británico, suponiendo que estas nobles pero desfasadas aeronaves pueden causar un desequilibrio táctico sobre las gélidas aguas del Atlántico Sur, poniendo en peligro a los sofisticados jets de la guarnición inglesa. Esta casi humorística situación de un gigante preocupándose por un pigmeo, lo sería si no habláramos de armas, pero extrañamente no se reproduce cuando llega una oferta israelí por los aviones Kfir, arrumbados en el cálido desierto y que con una modernización adecuada podría ser un sistema interesante, dotado de importante aviónica y armamento con lo que repotenciaría sus prestaciones.



Para la pérfida Albión, los Kfir no son una amenaza para el geoequilibrio y sí lo son los F-1 de los setenta. ¿O será que saben que estos medios tan antiguos sus fuselajes como los ibéricos Mirages- tienen un propulsor, el J-79 de factura estadounidense y en vista de los nefastos resultados concretos del uso de los motores J-52 de los jets A-4AR argentinos, podrían administrar el suministro de partes y repuestos hacia la Fuerza Aérea Argentina y controlar a los díscolos aviadores nacionales? Sin lugar a dudas el país sufre un aislamiento, ejemplificado en sutiles presiones que se hacen palpables en cuanto se intenta obtener algún equipamiento de cierta entidad o sofisticación. Aunque el gobierno nacional se destaca por su pésimo manejo real de la cartera de la Defensa, prueba de ello la baja disponibilidad de los medios en la FAA, los problemas de la Flota de Mar y la antigüedad de los equipos del Ejército, debemos sumar la mentalidad castrense que sigue con su pensamiento en las luces de París o la intensidad de New York, con el clásico colonialismo mental que tanto daño nos ha producido. Todavía la observación de las torres doradas de Moscú o el dinamismo chino en materia bélica choca con las mentes uniformadas, como si no hubiéramos aprendido nada de la ya lejana contienda en el sur del continente, sobre quién es quién en materia diplomática y de qué es la OTAN.



Los días pasan y la situación se enrarece, los intereses de uno y otro se potencian, mostrando las falencias del modelo competidor y alzando las virtudes propias, ni que estuviéramos frente al Contrato del Siglo europeo, donde saliera vencedor el F-16 o el actual Programa FX brasileño. Para colmo, Francia se dedica a dificultar la operación, argumentando que son los únicos que pueden garantizar un servicio postventa de los aparatos galos, qué novedad… Mientras tanto los pilotos argentinos siguen esperando máquinas con las cuales puedan entrar en el siglo XXI y cumplir con los requerimientos nacionales de defensa del espacio aéreo. Cuenta la leyenda que, años atrás, el extinto presidente Néstor Kirchner volaba hacia la patagónica ciudad de Río Gallegos –como lo hacía habitualmente- en el avión presidencial. Su plácido vuelo fue interrumpido por la visión de un par de aviones de combate que se colocaban a su costado. Suponiendo que eran los comúnmente temerarios aviadores de la FAA, Kirchner blasfemó contra estos pilotos, aunque su molestia se transformó en cuanto le avisaron que las amenazadoras cruces de Malta que exhibían en sus timones estos jets, eran las insignias del escuadrón inglés de Malvinas.



Los tornados estos eran los aparatos habían osado vulnerar el espacio aéreo nacional y formar a los costados del Boeing 757 del primer mandatario. Obviamente, la aeronáutica nacional estaba y está ausente de los cielos propios ante las penurias que vive. Cuesta creer que tras años de progreso económico, no hubiera voluntad política que permitiera un reequipamiento, aunque fuera modesto. Siempre que se intenta hablar sobre aquellos medios decisivos, léase aviones de combate, medios anfibios o submarinos, se produce un ominoso silencio… como si dieran la razón a aquellos que denuncian acuerdos espurios sobre limitación de medios ofensivos, todo para no molestar a los usurpadores. Hoy, nuestra discusión es si compramos un puñado de baqueteados aviones ibéricos o un grupo de deltas sacados del desierto, con el fantasma de futuros problemas en la provisión de repuestos y la ya presente inferioridad tecnológica. Parece que no podemos escapar de la mediocridad, la misma se ha hecho carne en nosotros y nos tutela. ¿Qué pasará, qué llegará, llegará algo? Interrogantes que al parecer no tienen una contestación segura en el día de hoy… y tampoco mañana.