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El aluvión migratorio toma un inédito giro violento en Europa

Miles de refugiados fueron repelidos por la policía con gases y bombas de estruendo en la frontera entre Grecia y Macedonia, donde erigieron una cerca de alambre de púa

ATENAS.- Le dicen "tierra de nadie", un frío descampado fronterizo entre el norte de Grecia y su vecino Macedonia. Allí, frente a la ciudad limítrofe de Gevgelija, la crisis migratoria que este año dejó miles de muertos tratando de cruzar el Mediterráneo en precarias embarcaciones, tuvo su primer estallido de violencia en territorio europeo.

De la noche a la mañana, la policía macedonia selló el paso fronterizo con alambre de púa, y dispersó a miles de migrantes que pujaban por franquear la cerca desde el lado griego con gases lacrimógenos y bombas de estruendo.



El enfrentamiento entre policías e inmigrantes duró sólo unos minutos, hasta que los refugiados colocaron a los chicos y las mujeres delante del alambrado para impedir una escalada. Pero fue lo suficiente para dejar heridos y encender las alarmas por la seguridad de los extranjeros.

"Esta clase de respuesta paramilitar y esta manera inaceptable de repeler es una violación al derecho internacional. Las autoridades macedonias respondieron como si tuvieran enfrente a provocadores y no refugiados que huyen de conflictos y persecuciones", denunció Amnistía Internacional.

Sobre el terreno, entre 1500 y 3000 refugiados que aguardaban el cruce, entre ellos mujeres con chicos y bebes, debieron pasar la noche a la intemperie en la "tierra de nadie", sin comida y con poca agua. Muchos emprendieron el regreso a Grecia. Otros decidieron resistir. "No sé por qué nos están haciendo esto", dijo el iraquí Mohammed Wahid. "No tengo pasaporte ni documento de identidad. No puedo volver y no tengo adónde ir. Me quedaré hasta el final."

El vocero del Ministerio del Interior de Macedonia, Ivo Kotevski, afirmó que se permitió la entrada de migrantes que pertenecieran a "categorías vulnerables" y que la situación a esa altura era "estable, bajo control y sin incidentes".

OLEADA INÉDITA

Grecia está en el centro de una oleada migratoria sin precedente. La mayoría de quienes llegan a suelo griego huyen de la guerra y los conflictos en Siria y Afganistán. En lo que va del año recibió a más de 160.000 personas, muchas luego de cruzar en balsas inflables desde la costa de Turquía, un flujo que sobrepasó las autoridades en Atenas y las islas del Egeo.

Sólo en julio entraron a Grecia unos 50.000 migrantes, incluso más que en todo el año pasado, cuando sumaron 43.500. Y en una sola semana, la segunda de agosto, llegaron más de 20.000 personas, casi la mitad de todo 2014.

Pocos quieren quedarse en un país asolado por la crisis financiera, donde no tienen perspectivas de futuro. La mayoría se dirige directamente a la frontera norte con Macedonia, donde se hacinan en trenes para atravesar Serbia y Hungría en camino a naciones más prósperas como Alemania, Holanda y los países escandinavos.

Pero la propia Macedonia alega estar desbordada por el torrente continuo de migrantes que entró desde Grecia en los últimos dos meses.

Todo en un contexto de tensas relaciones entre ambos países que data desde principios de los años noventa, por la disputa del nombre de Macedonia desde que esta nación se separó de Yugoslavia. La pelea diplomática bloqueó efectivamente el ingreso de Macedonia a la OTAN y a la Unión Europea.

Además de las organizaciones de derechos humanos, también la agencia de la ONU para los refugiados (Acnur) criticó el repentino cierre de la frontera. "Se trata de refugiados en busca de protección y no deben ser frenados en ese intento", dijo Melissa Fleming, vocera del organismo.

Fleming llamó a Europa -muy dividida sobre cómo responder a la avalancha migratoria- a encontrar una solución, señalando que a las saturadas Macedonia y Grecia "no se las puede dejar solas con esta cantidad de refugiados".

Según declaró una vocera de la Comisión Europea, la UE ya está dando apoyo a Macedonia, mientras que está en desarrollo un programa con Turquía y los países balcánicos para la inmigración.

Un grupo de unos 250 refugiados sirios, entre ellos niños y mujeres, había logrado cruzar la frontera y se agrupó en la estación de tren de Gevgelija, después de caminar por el bosque durante la noche.

"No queremos regresar. Estamos agotados de caminar y estamos agotados por la situación en Siria. No queremos guerra. Mi padre murió por un obús. Ya no tengo a nadie allá, debo irme", dijo un joven de 24 años que no alcanzó a cruzar.

DESESPERACIÓN EXTREMA



Era una lucha desigual. Policías armados con equipos antimotines, con casco, chaleco y cachiporra, parapetados detrás de escudos blindados, bajo la orden expresa de frenar el flujo desesperado de quienes intentaban labrarse un futuro. Del otro lado, cientos de refugiados sirios, iraquíes y de otros países en desintegración. A veces, familias enteras. El escenario de los choques fue la frontera que separa las ciudades de Gevgelija e Idomeni, un lugar convenientemente llamado "tierra de nadie".