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La matemática de la corrección de textos...












Por qué hay tantos debates sobre corrección lingüística? Porque en ese terreno no siempre todo es blanco o negro: hay excepciones, distintas soluciones para un enunciado cualquiera… De ahí nacen las eternas discusiones: “pues a mí me suena bien”, “lo dice todo el mundo”, “se entiende”… Sería muy difícil erradicar toda duda, hay muchos asuntos gramaticales que aceptan todas esas alegaciones y ponen las cosas difíciles.

Sin embargo, hay una cuestión que incide directamente en la comprensibilidad de los textos y que, si nos paramos a pensar en ella, es bastante objetiva. Se trata del orden de las palabras en la frase.

Para ordenar las palabras correctamente en una frase no tenemos que pensar en nuestro antiguo profesor de lengua, sino en el de matemáticas. En concreto, debemos acordarnos de las operaciones aritméticas. Cuando queremos que algo (por ejemplo, un multiplicador) aplique a varios elementos, colocamos estos dentro de un paréntesis.

3 (5 + 2)

La propiedad distributiva del producto hace que el resultado de esta operación elemental, como bien sabéis, sea 21.

Por el contrario, si no ponemos el paréntesis, el tres solo multiplicará al primer número, al que tiene más cerca:

3 · 5 + 2

Y esto nos da como resultado 17.





Un veintiuno es muy diferente de un diecisiete. Y lo mismo ocurre con el orden de las palabras en la frase. Cada adjetivo, cada determinante o cada complemento circunstancial debe aplicar justo a la parte de la frase que debería verse afectada por él. Ni más ni menos.





Es cierto que a veces las frases aceptan modificaciones en el orden de sus elementos que no varían el significado global de las mismas. Pero, otras muchas veces, variar el orden sí altera el producto, dando como resultado errores semánticos bastante cómicos.







Veamos este ejemplo real:







Culpan a Ángel de herir a un policía infiltrado en el ojo.

Pensemos un poco: ¿estaba el policía infiltrado en el ojo? Por el orden elegido para los elementos de la frase, así lo parece. El complemento circunstancial de lugar “en el ojo” ha sido colocado al lado de la palabra “infiltrado”. De ahí que la semántica de la frase sea un tanto inquietante.

¿Cómo se soluciona eso? Con matemáticas. ¿A qué locución tendría que aplicar realmente el complemento “en el ojo”? Al verbo herir. Es eso lo que ha ocurrido “en el ojo”. Entonces, tenemos que mover los elementos de la operación hasta que salga el resultado correcto: “Culpan a Ángel de herir en el ojo a un policía infiltrado”.




Entonces ya saben: matemática y lengua están íntimamente relacionadas, y no va eso de decir que uno es bueno solo en una u otra materia. Veamos estos otros ejemplos de ecuaciones lingüísticas:


Voy a pasarles a detallar los acontecimientos.


“Les” es un complemento indirecto. Señala sobre quién recae la acción del verbo. El verbo con el que debe ir es “detallar”: eso es lo que el sujeto les hace “a ellos”. Sin embargo, si por error lo juntamos al verbo “pasar”, “les” se convierte en un complemento directo: parece que el sujeto les pasa a una sala, por ejemplo, cuando en realidad ahí el verbo “pasar” debería tener el significado de “proceder”.

Corrección: Voy a pasar (yo solo) a detallarles los acontecimientos (a ustedes).





Unos 235 vehículos tienen cada año un accidente debido al mal estado de sus neumáticos.

Es un ejemplo claro de propiedad distributiva del producto. Tenemos que preguntarnos qué es lo que ocurre cada año. Y la respuesta es: la frase completa. Por lo tanto, tenemos que hacer que ese “cada año” aplique a toda la frase. En el original, dejaron el sujeto (“unos 235 vehículos”) fuera de la ecuación, y el resultado fue nefasto: ¡parecía que eran los mismos 235 vehículos los que tenían cada año un accidente! ¡Qué mala suerte para quien se compre uno de esos!

Corrección: Cada año, unos 235 vehículos tienen un accidente debido al mal estado de sus neumáticos.







http://losfilologos.com/portal/index.php/linguistica/811-las-matematicas-de-la-correccion-de-textos