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MITO Y REALIDAD DE LA AGRICULTURA ECOLÓGICA (AE)

Primera parte

A continuación presento un resumen del artículo de Francisco García Olmedo, catedrático de biología molecular vegetal. Para quien quiera el texto completo al final se encuentra un enlace al texto completo.




UN INJUSTIFICADO RECHAZO DE LA CIENCIA

Cuando se tratan de contrastar los principios y prácticas de la AE, sus defensores suelen apresurarse a negar que tal ejercicio sea posible. Patrick Holden, vicepresidente de la British Soil Association, ha declarado que «las herramientas de la ciencia actual no están suficientemente desarrolladas para medir las virtudes de la AE». Cualquier evidencia en su contra se descarta a menudo como irrelevante o como generada bajo los auspicios de la industria agroquímica o biotecnológica.



En la definición de la AE, está implícita una falsa concepción de lo «natural» como inocuo y benéfico. Está usándose el término «natural» de forma errada, enfrentándolo a «artificial» como el bien al mal, pero natural no es sinónimo de bueno y saludable, y artificial no es sinónimo de peligroso e indeseable.

La solanina de la patata es un alcaloide tóxico que está cien veces más concentrado en la patata silvestre que en la doméstica; algunas de nuestras variedades más apreciadas de pimiento son picantes, pero la capsaicina que contienen es un potente citotóxico. La piperina de la pimienta produce tumores en el ratón y las fenilhidrazinas presentes en las setas comestibles son también tóxicas. Tampoco olvidemos referirnos al ácido cianhídrico o prúsico, un potente tóxico, inhibidor de la actividad respiratoria, que es generado en ciertas circunstancias por más de dos mil especies vegetales, entre las que cabe citar la almendra amarga, el sorgo o la mandioca. La yuca o mandioca es alimento básico en algunas regiones, originalmente en América, pero más tarde en África, donde llega a suministrar hasta el 60% de las calorías de la dieta. El ácido cianhídrico es soluble en agua y volátil, por lo que puede ser eliminado por lavado y tratamiento térmico; sin embargo, un procesamiento incompleto puede dejar trazas subletales del tóxico que causan síndromes crónicos mal conocidos que afectan al sistema nervioso central, el tracto intestinal y el tiroides.

Los métodos analíticos actuales son muy sensibles, por lo que la detección de componentes naturales que sean tóxicos en un alimento potencial no significa que dicho alimento no pueda consumirse.

En contraste con lo natural, lo artificial o sintético no es necesariamente adverso para la salud.

El efecto de un compuesto químico sobre el organismo humano, como por ejemplo una vitamina, es exactamente el mismo si es de procedencia natural o sintética. Un conservante autorizado, aplicado de acuerdo con las normas, es probadamente inocuo y nos defiende de una amenaza natural importante, como pueda ser la toxina botulínica o la estafilocócica.


¿ALIMENTOS MÁS SABROSOS Y NUTRITIVOS?


Entre los objetivos declarados de la AE está, en primer lugar, «la obtención de productos alimenticios de elevada calidad nutritiva y organoléptica en suficiente cantidad, es decir, obteniendo unos rendimientos que no se alejen demasiado de los rendimientos medios del conjunto de las producciones agrarias generales». Respecto a este objetivo, únicamente cabe decir que no se ha encontrado prueba alguna de que un sistema de producción sea superior a otro respecto a las propiedades organolépticas del producto, es decir, cuando se compara, en ensayos ciegos, la producción ecológica con la convencional del mismo producto, recolectado y comercializado en las mismas condiciones.


En la definición de la AE, está implícita una falsa concepción de lo «natural» como inocuo y benéfico. Está usándose el término «natural» de forma errada, enfrentándolo a «artificial» como el bien al mal, pero natural no es sinónimo de bueno y saludable, y artificial no es sinónimo de peligroso e indeseable.


Tanto para la AE como para la producción convencional se produce un cierto conflicto entre la calidad gustativa y la necesidad comercial, ya que el momento óptimo de recolección de un producto dado es distinto si se atienden a las propiedades organolépticas o si se adapta a las necesidades de transporte, distribución, almacenamiento y comercialización. Esta divergencia de intereses ocurre en menor medida cuando se trata de alimentos producidos para consumo local, mientras que la recolección adelantada de productos que se consumen después de un transporte a larga distancia y un almacenamiento prolongado, da lugar, para una fruta o verdura determinada, a una inevitable disminución de la calidad organoléptica.


¿ALIMENTOS MÁS SANOS Y SEGUROS?


La idea de que los productos ecológicos son más sanos y seguros que los convencionales ocupa un lugar central en la estrategia de difusión de la AE, tanto de forma implícita, cuando propone «evitar la presencia de elementos potencialmente tóxicos para la salud humana en los productos agrarios y alimenticios finales», como explícitamente en boca de sus defensores y portavoces, sean éstos del sector privado. Hay que decir de entrada que esta idea es falsa y que, en realidad, lo contrario es más cierto.


La pretendida mayor seguridad de los productos de la AE se apoya en las normas de producción del reglamento europeo (art. 12) que, entre otros extremos, prohíben el uso de fertilizantes minerales nitrogenados en favor de «estiércol animal o materia orgánica, ambos de preferencia compostados, de producción ecológica», así como la aplicación de plaguicidas y antifúngicos de síntesis, basando la lucha contra plagas, enfermedades y malas hierbas en agentes naturales y en determinadas prácticas.

En un estudio realizado en la Universidad de Minnesota, publicado por Avik Mukherjee y colaboradores en 2004, se examinó la presencia de coliformes fecales en muestras de frutas y verduras de explotaciones ecológicas y convencionales, detectándose dichos microorganismos en el 9,7% de las del primer tipo y en un 1,6% de las del segundo. El producto más contaminado por Escherichia coli y sus parientes fue la lechuga ecológica (22%). La mayor presencia de coliformes en los productos ecológicos se debe al uso de estiércol fresco, cuyo uso permite la complaciente normativa, al estipular únicamente que sea «preferentemente compostado». El estiércol de todas las vacas, ecológicas o no, tiene microorganismos fecales, incluida la cepa letal de Escherichia coli O157:H7, si se utiliza antes del año, y en la AE se usa hasta fresco de tres días y casi siempre antes del año. La probabilidad de infección por la mencionada cepa patógena es ocho veces mayor a través de los productos ecológicos que de los convencionales. En 1997 fue responsable de 21 muertes en Lancashire y en 2006 protagonizó un incidente, mediado por espinacas ecológicas producidas en California, que afectó a unas doscientas personas y causó tres muertes y varios fallos renales irreversibles. A principios de 2007, la Government Accountablility Office (GAO) de Estados Unidos lanzó una alarma de alto riesgo en relación con las 3 muertes ocurridas en el otoño precedente, junto a más de 500 personas afectadas, identificando como agentes causantes a las ya mencionadas espinacas contaminadas por Escherichia coli y a lechugas igualmente contaminadas que probablemente infectaron con la misma bacteria a decenas de clientes de los restaurantes Taco Bell y Taco John’s.

El peligro no se restringe a productos vegetales, ya que, por ejemplo, en diversos países ha sido detectada la presencia de dioxinas, compuestos tóxicos que tienden a acumularse superficialmente en el suelo, y de las enterobacterias patógenas Salmonella spp. Campylobacter spp., en pollos y huevos ecológicos.




Otra contaminación biológica frecuente asociada a los productos ecológicos es la presencia de toxinas producidas por hongos: aflatoxinas, fumonisinas, zearalona y deoxivalenol.


La menor eficacia de los métodos de control antifúngico aplicados en la AE permite un mayor desarrollo de hongos que, sin que produzca síntomas visibles, puede dar lugar a la producción de micotoxinas con toxicidad hepática y promotoras de tumores en animales de experimentación. Hasta media docena de entradas mensuales a este respecto pueden registrarse en la red europea de alertas alimenticias, una incidencia que en proporción es diez veces mayor que en los productos convencionales, en los que a su vez es mayor que en los productos transgénicos. Un claro exponente de la injustificada permisividad con que se acoge la AE en medios políticos puede verse en una modificación reglamentaria de 28 de septiembre de 2007 (Reglamento CE n.º 1126/2007) por la que se duplican los niveles máximos permitidos de algunas de estas toxinas «para evitar la perturbación del mercado».



La lucha biológica contra las plagas de insectos no es siempre la panacea que se publicita y acaba destruyendo amigos y enemigos. En un ejemplo reciente, la mosca europea Campsilura concinnata, introducida en Estados Unidos para combatir a ciertas mariposas cecropias, ha demostrado tener un desmedido apetito por el familiar gusano de seda. En la AE se aceptan hasta 14 fungicidas y 8 insecticidas naturales, una lista que incluye compuestos como la rotenona, que puede causar la enfermedad de Parkinson, los piretroides, para los que, según la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos, existen pruebas que sugieren su posible carcinogenicidad, las sales de cobre, que son hepatotóxicas y van a ser prohibidas próximamente en la Unión Europea, y las sales potásicas de los ácidos grasos (jabones blandos), que son adversas para los peces y la vida acuática.

Como ha demostrado Bruce Ames, la proporción de insecticidas naturales que causan mutaciones en bacterias y cáncer en roedores es la misma que la de insecticidas sintéticos; y el consumidor medio estadounidense ingiere cada año unas diez mil veces más plaguicidas naturales que sintéticos; una simple taza de café contiene más carcinógenos naturales que la dosis anual de carcinógenos sintéticos en la dieta.

La afirmación de que los alimentos ecológicos son más saludables que los convencionales es rigurosamente falsa y supone una forma de competencia desleal para la agricultura tradicional.

Link del texto completo en pdf