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La muerte del presidente venezolano Hugo Chávez volvió a poner en el ruedo una pregunta que ya rondaba desde hace un tiempo en algunos ámbitos, gracias a una teoría lanzada por el propio Chávez y que para muchos puede ser un delirio paranoico, mientras que para otros es una posibilidad muy cierta.

Horas antes de la muerte de Hugo Chávez, este 5 de marzo, el vicepresidente de Venezuela Nicolás Maduro anunció las complicaciones que habían surgido en la salud del presidente y allí consideró que los enemigos históricos del país (los Estados Unidos y el imperialismo que representa) podrían estar detrás del cáncer que afectó a Chávez, teoría que el presidente venezolano ya había lanzado unos años atrás, impulsada además por el hecho de que varios líderes sudamericanos de izquierda tuvieron complicaciones de salud vinculadas al cáncer.



Independientemente de teorías conspirativas y de las consideraciones políticas que pueden surgir de esto, más vinculadas a las especulaciones que a los hechos, teniendo en cuenta que en realidad es muy difícil probar o refutar dicha teoría, ahora vamos a ver si en realidad es posible inocular cáncer a una persona.



Técnicas no probadas

La publicación estadounidense Slate intentó responder esta pregunta consultando a especialistas y la primera respuesta que surge ante la pregunta es: probablemente no.

Introducir células cancerígenas en el organismo de una persona, mediante una comida o una determinada sustancia, no sería suficiente para causar la enfermedad. El tejido anormal introducido debe penetrar y desarrollarse en otras áreas del cuerpo; además, si se inyectan células cancerígenas en una persona, su sistema inmunitario seguramente atacaría y destruiría ese tejido extraño.



De todas maneras, se supone que una posibilidad cierta de inducir el cáncer mediante la inoculación de células cancerígenas es que la persona ya posea previamente un sistema inmunitario bastante debilitado.

Otro procedimiento que podría inducir el cáncer sería extraer cierto tejido de la persona, exponerlo luego a una agente cancerígeno y finalmente reintroducirlo en el cuerpo de la persona. Y, aunque si bien con estas técnicas existe una mayor probabilidad de inducir el cáncer, no se conoce ningún caso en la práctica en el que se hayan aplicado y efectivamente hayan tenido ese efecto.



Cuestión de probabilidades

Si bien entonces es muy difícil inducir el cáncer en un enemigo, existe la posibilidad cierta de aumentar las chances de que se desarrolle la enfermedad. La opción más efectiva sería la radiación. Los médicos oncólogos suelen implantar dispositivos del tamaño de una pequeña semilla que emiten radiación para combatir el cáncer existente.

Es difícil predecir cómo estos dispositivos podrían actuar sobre una persona saludable, pero probablemente dejando un dispositivo que emita radiación de alta intensidad por algunas semanas o meses, aportaría una cantidad significativa para aumentar el riesgo de contraer la enfermedad. Aún así, es muy poco probable que se puede insertar un dispositivo de este tipo sin que la víctima lo note.



Otra posibilidad sería contaminar el alimento de la víctima con aflatoxinas, sustancias que habitualmente se vinculan al cáncer de hígado, o con cualquier otra sustancia que habitualmente sea considerada como un agente biológico causante de cáncer, tales como la bacteria helicobacter pylori, asociada al cáncer de estómago, o el virus del papiloma humano, que puede causar distintos tipos de cáncer.

Pero cualquiera de estos métodos no produciría cáncer en un corto plazo y tampoco garantizan un efecto en la víctima.

Como conclusión, entonces, si se intentara inocular cáncer a una persona, esto sería un proceso que llevaría mucho tiempo y dependería de muchos factores, entre ellos, el azar, por lo que es altamente improbable que se pueda llevar a cabo este tipo de estrategia ante un enemigo político.