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¿Cómo castigar de manera eficaz a un niño?





“Cada maestrillo tiene su librillo”, y en esto de educar a los niños es muy difícil ponerse de acuerdo.


¿Es bueno el castigo? ¿Hay que responder a sus peticiones y exigencias? ¿Cómo actuó frente al llanto?


Muchas son las preguntas a las que los padres deben enfrentarse para educar a sus hijos y no sucumbir a los encantos y exigencias de los más pequeños.







Uno de los puntos más conflictivos en los que no parece que encontremos consenso, es el uso del castigo como método educativo. Mucho se ha escrito sobre ello, pero el trabajo realizado por las Ascicacion Americana de Psicología, parece haber concluido que los castigos impuestos a los niños son eficaces, y por tanto necesarios.


Ahora bien, no todos funcionan y no deben de hacerse de cualquier manera.







Descubre la mejor manera para imponer un castigo eficaz y educar con éxito a tu hijo.






Dos conceptos clave







Para que un castigo tenga razón de ser y consiga modificar la conducta del menor, debe utilizar dos herramientas: el compromiso y el razonamiento del niño.


El razonamiento es la herramienta que hace que nuestro hijo establezca una relación entre el error y las consecuencias que se derivan de el. Por ejemplo, “gritar por un juguete me impide conseguirlo”.


Es por tanto primordial que a la hora de imponer un castigo (dejarle sin el juguete), él razone y entienda esta relación. Si el razonamiento no queda claro, el castigo no funciona.






En segundo lugar, la táctica más eficaz para modificar el comportamiento de manera inmediata, al margen de la clase conducta que se pretenda corregir, pasa por el compromiso.


Es decir, cuando los padres aprovechaban el error para conseguir plantear a su hijo el reto de comprometerse con algo, su comportamiento mejora. Por ejemplo, “he roto un plato y te castigo a poner y quitar la mesa durante una semana sin que rompas ningún objeto”.


Los castigos basadas en prohibiciones y obligaciones sin más, del tipo: “ahora tendrás que hacer esto” o “ahora no podrás hacer aquello” no funcionan.







Rabietas y paciencia.







En función de la naturaleza del comportamiento a corregir, los adultos deberemos establecer qué tipo de herramienta es necesaria potenciar, si el razonamiento o el compromiso.


Por ejemplo, una rabieta típica de supermercado difícilmente podrá conseguir un compromiso que modifique la conducta rápidamente. Este tipo de intervención que busca hacer entender al menor que esa conducta es inadmisible, debe usar el razonamiento para que entre en su cabeza.








Aquí es donde la mayoría fallamos, y es que el tiempo de dedicación y la paciencia del adulto en este paso resulta fundamental, dado que no todos los niños entienden de la misma forma y en el mismo plazo de tiempo.


La comunicación con el menor, no debe limitarse al momento en el que el error ya se ha producido, sino que es aconsejable advertir al niño de lo que se avecina si insiste en su actitud. De esta forma será capaz de anticipar la consecuencia de su conducta, y modificar su comportamiento para que no se produzca.







El castigo, es pues la última herramienta a la que recurrir cuando la comunicación falla. Es un arma de doble filo y por eso debe realizarse con cuidado respondiendo al razonamiento y el compromiso, o de lo contrario podremos reforzar conductas en vez de modificarlas.







Criterios para castigar eficazmente.


Los educadores y expertos de la Asociación Americana de Psicología proponen varios criterios que pueden orientar a los padres a establecer castigos justos y eficaces.







1. Tú tienes que poner de tu parte.






El castigo requiere el compromiso del adulto, ya que no existe castigo eficaz si no se aborda con la actitud y la disposición necesaria.







2. No castigar ‘en caliente’.







Los castigos sirven para que el niño aprenda, no para desahogar al adulto.


Es mejor posponer el castigo hasta no estar enfadado y pensar en un razonamiento/compromiso efectivo.







3. Recuerda el grado de madurez del menor.







Cuando nuestros hijos de 7 y 4 años hacen la misma trastada, solemos imponerles el mismo castigo a los dos y esto es un completo error. No todos los niños tienen la misma edad ni son igual de maduros.


Debemos tener en cuenta las circunstancias personales de cada niño.







4. Asegurarse de que el niño entienda la relación entre el error y el castigo.







Si un chico se ha portado mal en la piscina, es más eficaz dejarle 15 minutos sin disfrutar del baño, que castigarle sin TV. De esta forma el menor establecerá de inmediato la relación entre error y consecuencia.







5. Es imprescindible que el castigo sea proporcional.






Aunque lo normal es que protesten por todos los castigos, los niños tienen sentido común y son capaces de asumir la gravedad de sus errores calibrando la gravedad del castigo.


No sirven los castigos leves para las travesuras graves, ni sanciones duras para cosas superficiales.







6. Los castigos son la excepción.







No pueden convertirse en los reguladores cotidianos del comportamiento, deben ser puntuales y claros. Lo que deben entender es que las normas son necesarias para la convivencia y positivas.







7. No te olvides de las conductas positivas.







No hay que olvidar que existe una herramienta educativa incluso más eficaz que los castigos, el refuerzo de conductas positivas.


Debemos celebrar y poner en valor las buenas acciones de los niños, y hacérselo saber para que las refuercen y repitan en el tiempo.














Muchas gracias por tu visita.