Te damos la bienvenida a la comunidad de T!Estás a un paso de acceder al mejor contenido, creado por personas como vos.

O iniciá sesión con
¿No tenés una cuenta?
el silencio habla y no necesita hacer o decir nada especial para ello





A nuestro cerebro le encantan los monólogos. Incluso mientras hablamos con otras personas, y especialmente cuando estamos solos, continuamente hablamos con nosotros mismos en nuestras cabezas. En este discurso interno no necesitamos usar las cuerdas vocales ni controlar nuestra respiración. Podemos hablar con nosotros mismos sin hacer ruido. Al andar por la calle no escuchamos todo el conjunto de conversaciones internas y privadas en nuestro alrededor, permanece oculta como un mensaje escrito con tinta invisible encima del texto de otro libro.
Los científicos han tratado de estudiar la naturaleza de estos diálogos internos. Se sabe que son importantes para tener una mente sana y existen enfermedades en las que el diálogo interno falla, ya sea por falta del mismo (como en el autismo), o por una malinterpretación del diálogo interno por nuestro cerebro, creyendo que es real (como en algunos casos deesquizofrenia).

El diálogo interno es un mecanismo de defensa, ya que juzga, analiza y nos previene de peligros; por ejemplo si tomamos una fruta de la refrigeradora y vemos una mancha, inmediatamente pensamos “puede estar mala”; igual si vamos caminando por la calle y nos topamos a alguien lo vemos y de una vez pensamos “este tipo puede ser peligroso” y por lo tanto nos ponemos alertas y así sucesivamente. Tomamos decisiones en silencio, sin abrir la boca pero igual estamos “conversando amenamente”, fijo nos ha pasado en el supermercado que estamos ante los lácteos y estamos pensando “¿cuál queso será mejor? ¿este que se ve más fresco? ¿o la marca de siempre? ¿compro un kilo o medio kilo? ¿para qué necesitaré queso esta semana?”. Todo esto pasa automáticamente y sin que nos demos cuenta.
Pero aparte de estas conversaciones, también tendemos a tener otro tipo de diálogo interno que puede provocar que nuestra vida no se desarrolle a plenitud.

Hay personas que ponen la tele, para no estar en silencio, y dicen que les hace compañía mientras hacen cosas. Otras personas llenan los huecos de silencio con palabras vacías para no sentirlo. El mal uso de las palabras hacen que pierdan valor. Cuando hablamos por hablar, sin querer decir nada, estamos huyendo de nuestro interior. A la mayoría nos incómoda, sentir ese silencio interno, y por tanto, el silencio externo aún nos molesta más.



El miedo a estar en silencio, es el miedo a estar en contacto con nosotros mismos, con nuestra esencia, con lo que de verdad sentimos, necesitamos y anhelamos.

Estar callado, no es estar en silencio. De hecho, muchas veces estamos callados, y hay mucho ruido exterior ( música, conversaciones, ruidos de la calle, tv, etc) que nos deja escuchar nuestro silencio interior. Pero, si por fin conseguimos, encontrar un momento para estar en ausencia de ruido externo... ¡SORPRESA! Nos encontramos con nuestro ruido interno. Esas voces internas, que juzgan cada movimiento que hacemos, nuestros pensamientos. Éstos no son fáciles de silenciar, de hecho, normalmente, nuestro juez interno, nos da órdenes, o emite opiniones de todo lo que hacemos, decimos o sentimos.

Es un disco rallado, que la mayoría de veces no tiene un stop, y nos acompaña hasta el momento de ir a dormir. Normalmente, son diferentes voces, que se pelean entre ellas, una dice por ejemplo: - ¡cinco minutos más! la otra dice: -¡levántate ya que llegas tarde! Una se pone autoritaria, y la otra es más benevolente. El caso es que, el ruido interior, nos impide, escuchar nuestro verdadero silencio. Hemos de aprender a no hacer mucho caso a nuestros pensamientos, y en concreto a nuestro ruido interno.

Nuestro bienestar, depende directamente de poder estar tranquilos y en armonía con nosotros mismos. Hay momentos en la vida en que necesitamos estar completamente en silencio, y escucharlo de verdad. La comunicación verdadera que tiene sentido para nosotros, muchas veces se da después de un silencio reflexivo.