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Este post es una parte de todos lo que escribió Norbert Lechner, que por no ser parte de los que piden libertad, libertad de pensamiento, de ser escuchados, (la derecha) no se lo lee mas que en las universidades
Quien quiere leer mas existen muchos textos en la web, y en la fuente de este post podrán leer casi todo lo que habla sobre los miedos Lechner.


Los miedos como problema político

Quiero llamar la atención sobre un efecto paradójico: la dictadura agudiza una demanda de seguridad que a su vez nutre el deseo de una «mano dura». Veamos el caso chileno. A fines de 1986, en pleno estado de sitio, la población santiaguina tenía muchísimo más miedo al aumento de la delincuencia y del uso de drogas que a un aumento de la represión. La criminalidad es percibida como una amenaza incluso mayor que la desocupación o la inflación, siendo que la situación económica es nombrada como el principal problema del país. El lugar destacado que ocupan la delincuencia y las drogas es llamativo, pero también plausible: la población puede atribuir a una causa concreta, tal vez vivida en carne propia, el origen de su angustia. Circunscribiendo el peligro de un objeto visible, claramente identificable y oficialmente sancionado como «mal», el temor se vuelve controlable. La operación es simple y conocida. Las diferencias son transformadas en «desviación» y «subversión» y sometidas a un proceso de «normalización. Siendo imposible abolir las diferencias, éstas son tratadas como transgresiones a la norma, cuya validez es asegurada precisamente instituyendo y, a la vez, castigando tales transgresiones. En la alta visibilidad otorgada a la criminalidad veo el intento de objetivar el horror inconfesable, proyectándolo sobre una minoría y así confirmar la fe en el orden existente. Si fuese así, si hubiese certeza acerca de las normas básicas de la convivencia social, entonces la inseguridad ciudadana podría ser abordada como un asunto técnico- administrativo: un control policial que garantice el cumplimiento de las leyes. Pues bien, yo presumo que tal enfoque escamotea el problema de fondo.

Para entrever el fondo del problema propongo: 1) distinguir entre la criminalidad, definida como la transgresión (violenta o no) de las leyes establecidas y la violencia en tanto violación (criminal o no) de un orden determinado; y 2) referir los miedos fundamentales a un orden violentado. Visto así, el miedo explícito a la delincuencia no es más que un modo inofensivo de concebir y expresar otros miedos silenciados: miedo no sólo a la muerte y a la miseria, sino también y probablemente ante todo miedo a una vida sin sentido, despojada de raíces, desprovista de futuro. Es sobre este tipo de miedos ocultos, que cada uno tuvo que pagar para seguir viviendo, que se asienta el ejercicio del poder autoritario.

No basta pues denunciar las violaciones de los derechos humanos y el desquicio que ellas provocan. La cultura del miedo es no sólo el producto del autoritarismo, sino, simultáneamente, la condición de su perpetuación. Al producir la pérdida de los referentes colectivos, la desestructuración de los horizontes de futuro, la erosión de los criterios sociales acerca de lo normal, lo posible y lo deseable, el autoritarismo agudiza la necesidad vital de orden y se presenta a sí mismo como la única solución. En resumen, lo que plantean los miedos y, particularmente, ese «miedo a los miedos» es, en definitiva, la cuestión del orden y ésta es la cuestión política por excelencia.

taringa no reconoce la fuente; por lo cual la pego aca.

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