Quien era Julius Popper?
Caminando y humillado por esa callejuela de Bucarest, aquel aquel adolescente no podia imaginarse que la vida lo llevaria por el camino de aventiras dignas de una novela de Salgari, ni que se convertiria en dueño y señor de Tierra del Fuego, ni su tragico final en Buenos Aires.
Era un joven rumano, nacido en el seno de una familia judía de Bucarest, en 1857. Como para alimentar la leyenda, no se conoce el día exacto de su nacimiento. Su familia procedía de Polonia. Se sabe que su padre, Naftalí o Neftalí, era un destacado intelectual, dominaba varios idiomas y, entre otras cosas, fundó la primera escuela israelita de Bucarest, con un programa de enseñanza avanzado para la época. Para escándalo de los ortodoxos, no se enseñaba en hebreo sino en idish, rumano, y alemán. El periodismo era otra de sus actividades: editó un semanario bilingüe rumano-idish, de corte liberal, que se llamó "El Tiempo" y que sólo duró tres meses en circulación porque no fue aceptado por el sector judío más conservador.
Los viajes:
Buscando nuevos trabajos fue primero a Constantinopla, de ahí pasó a Egipto, trabajó en tareas de mantenimiento del Canal de Suez, viajó por Medio Oriente, la India, China y Japón. En 1881 volvió a Rumania, pero sólo circunstancialmente para visitar a su familia. No sabía que sería la última vez que los vería...
Intentó relacionarse con la gente de la Sociedad Geográfica de su país pero evidentemente su personalidad estaba hecha para los viajes y ese mismo año emprendió un nuevo periplo que lo llevaría a Siberia, de allí a Alaska, luego Canadá, para llegar finalmente a los Estados Unidos. Allí estuvo bastante tiempo en Nueva Orleáns, donde participó en el planeamiento de la canalización y urbanización de la ciudad.
Al año siguiente fue a Cuba, por ese entonces todavía colonia española. Allí realizó un plan de ordenamiento urbano de La Habana y su Puerto. Pasó a Méjico, donde comenzó su carrera de periodista en el "Diario de Los Forasteros", órgano de las minorías extranjeras. Después de hacer varios trabajos cartográficos, se dirigió a Brasil. Estando allí le llegó la noticia de que se había encontrado oro en el Estrecho de Magallanes. Sin dudarlo, partió inmediatamente para Buenos Aires. Tenía 28 años.

El Oro
La fantasía de Eldorado todavía sonaba fuerte en el imaginario de la época, y más aún para Popper, quien no sólo pensaba en leyendas sino también en una empresa bien real y provechosa.
En los diarios de Buenos Aires se compara a esta zona aún no explotada con el oeste norteamericano, California y Yukón. Después de todo, en ambos casos, estas tierras representaban "el fin del mundo", lo desconocido, el territorio que estaba más allá de todo lo explorado, la tierra de los mitos y las leyendas.
La primera excursión de reconocimiento es realizada por Popper entre marzo y mayo de 1886. Recorre el trayecto que va desde Cabo Vírgenes hasta Punta Arenas. En octubre de 1886, pisó por primera vez Tierra del Fuego. Lo que vio en estos viajes estaba muy lejos de ser "Eldorado" o la "Ciudad de los Césares" del mito. Sólo en las playas de Punta Arenas encontró, en muy escasa cantidad, algo de arenas auríferas.
Sin embargo, de regreso en Buenos Ares, en 1887, dio una conferencia que entusiasmó tanto a los presentes que de ella salió como resultado la fundación de la Compañía Anónima Lavaderos de Oro del Sur. Sus socios pertenecían a la alta sociedad del momento: José María Ramos Mejía, Joaquín M. Cullen, Alfonso Ayerza, Tomás A. Le Breton, Emilio Lamarca, lo más selecto del mundo comercial de entonces.
Como Director de esta compañía minera, en la primavera de 1887, Julio Popper regresa a Tierra del Fuego y funda, en un lugar inhóspito, barrido por el viento, el famoso establecimiento minero al que le puso por nombre "El Páramo"
El Paramo:
fines de 1887, Julio Popper se dirigía de regreso a Tierra del Fuego con los papeles que lo habilitaban para explotar los yacimientos de arenas auríferas que pudiera encontrar (ver primera parte de esta nota). En esa época, una de las preocupaciones del gobierno era lograr el establecimiento de poblaciones en esta alejada región del país. Muy poco tiempo antes se había firmado el Tratado de Límites con Chile y la "fiebre del oro", que se había desatado con los primeros descubrimientos, no hacía más que crear dificultades adicionales. Las "playas con arenas de oro" se encontraban justamente en el lado opuesto de la Isla, separadas de Ushuaia por montañas y en una zona de muy difícil control.
Popper era ante todo un explorador. Le gustaba recorrer lugares inhóspitos, bautizando a su paso lo que iba descubriendo, sintiendo ese vértigo de los pioneros. Pero él quería algo más y el descubrimiento de las ricas arenas en las playas de la zona norte de la Bahía de San Sebastián le brindó la oportunidad que estaba buscando: ser un pionero en obtener oro mediante un emprendimiento minero productivo.
Se instaló en medio de un paisaje desolado, barrido por los vientos al que le puso como nombre "El Páramo". Nombre deprimente para todos menos para él que lo consideraba un desafío. Se dirigió primero a Punta Arenas para reclutar personal. No le prestaron demasiada atención. Ya había pasado el furor de los primeros descubrimientos de oro en el Cabo Vírgenes y nadie creía que pudiera hacerse fortuna con esa actividad. Pero cuando el oro extraído por Popper comenzó a circular en la pequeña población del Estrecho de Magallanes, los interesados surgieron rápidamente. Y no todos tenían buenas intenciones.
Cuenta uno de los hombres de Popper que un día al amanecer vieron a lo lejos unos toldos con bastante gente. Eran marineros desertados, presidiarios evadidos, gente de todas las razas que venían de Punta Arenas "para ver".
Esto provocó el inicio de una serie de incidentes cada vez más fuertes. En uno de ellos Popper se vengó muy duramente de unos saqueadores que habían aprovechado uno de sus viajes a Buenos Aires para arrebatarle 24 kilos de oro. El rumano los persiguió, los alcanzó, los sorprendió y "logró restablecer el orden interior del establecimiento", según su propio relato. Al parecer, llegó incluso hasta ponerlos en prisión, cuando en realidad no tenía la autoridad necesaria para hacerlo, y los devolvió a Punta Arenas bastante maltrechos (la mayoría de los usurpadores eran chilenos). Esto provocó la queja formal del gobierno chileno. Valga este episodio como una muestra de la personalidad de Popper: él era el que mandaba en sus territorios, él imponía los reglamentos y las leyes y era dueño de castigar a los que las violaran.
La respuesta no se hizo esperar. Sus enemigos no eran pocos: los buscadores de oro chilenos, que veían en él a un competidor, el gobernador de Tierra del Fuego, que sentía debilitada su autoridad en toda una porción de territorio donde reinaba Popper, los delegados del gobierno chileno en Punta Arenas que llegaron incluso a firmar un petitorio en contra de "el vándalo de la barbarie moderna". Los enfrentamientos que siguieron terminaron con la reducción a cenizas de casi todos los establecimientos de Popper
El fin de la empresa
La Compañía Anónima Lavaderos de Oro del Sud sucumbió. En 1889 se disolvió con pérdida total de su capital y sin beneficio alguno para sus socios. En La Prensa del 13 de diciembre de 1889 se lee "El descubrimiento de yacimientos de oro dio origen a la formación de varias empresas para su explotación, siendo la más importante la que dirige el ingeniero Sr. Julio Popper. Los trabajos del Sr. Popper han sido interrumpidos por incursiones de bandas de aventureros reclutados en Punta Arenas para destruir los yacimientos plantados".
Curiosamente, y como una muestra más de que Popper no se rendía tan fácilmente, ese mismo año registró en la oficina de Patentes de Invención un aparato que llamaba "Cosechadora de Oro", para la extracción del metal contenido en las arenas auríferas. Había cinco de esas máquinas instaladas en El Páramo. Hoy se puede ver todavía esta cosechadora en el Museo del Fin del Mundo, en Ushuaia, donde se conservan además otros objetos relacionados con la vida y la empresa de Popper en El Páramo.
La acuñación de moneda
Otra de las "rarezas" de nuestro personaje, y una de las actividades que lo han hecho más famoso, es la acuñación de moneda.
Sí, en El Páramo, como si fuera otro país, se acuñó moneda de oro puro, en cinco emisiones diferentes. Evidentemente esto no tenía en la época la misma trascendencia que hoy en día, en que no sólo parece una actividad insólita sino casi subversiva.
Según algunos especialistas no se sabe si pueden ser consideradas monedas o medallas, pero poco importa esta distinción técnica, porque lo que es seguro es que corrían como dinero en las tierras de El Páramo y en toda Tierra del Fuego. La cantidad acuñada (se utilizaron 15.000 gramos de oro) no permite pensar que fueran usadas simplemente como souvenir.
Las monedas eran de cinco y un gramo de oro puro. La de cinco gramos tenía en el anverso dos estrellas de cinco picos y en el medio la leyenda "Tierra del Fuego", la fecha "1889" y el nombre "Popper". En el reverso se leía "Lavaderos de Oro del Sud" y en el centro "5 gramos". El canto era acanalado. La de un gramo decía "El Páramo". Estas dos fueron acuñadas en las tierras de Popper. Según dicen Popper adaptó e improvisó maquinarias, labró a punzones, y así con una voluntad de hierro, acuñó las primeras monedas con el oro puro de los confines del mundo.
Al igual que sus máquinas, también las monedas pueden verse en el Museo de Ushuaia.
La pregunta que nos queda es por qué Popper hizo esto. Él habló de la falta de comunicaciones regulares entre Tierra del Fuego y la Capital de la República, lo que hacía imposible conseguir dinero y también de los inconvenientes que traía el manejo de polvo y pepitas de oro en las transacciones. Seguramente estas razones eran reales. Pero ¿no fue éste un gusto más que se dio Popper? Fue un descubridor, bautizó con nombres que perduran ríos y montañas de Tierra del Fuego, fue un pionero, fundó un establecimiento, estableció él mismo sus propias reglas y tenía casi un ejército para hacerlas cumplir y además, tuvo su propia moneda, con su nombre y sello.
En definitiva, llevó a cabo su sueño en uno de los confines más desconocidos del planeta, muy lejos de su Rumania natal...
b]
[/b]
Leandro N. Alem

Caminando y humillado por esa callejuela de Bucarest, aquel aquel adolescente no podia imaginarse que la vida lo llevaria por el camino de aventiras dignas de una novela de Salgari, ni que se convertiria en dueño y señor de Tierra del Fuego, ni su tragico final en Buenos Aires.
Era un joven rumano, nacido en el seno de una familia judía de Bucarest, en 1857. Como para alimentar la leyenda, no se conoce el día exacto de su nacimiento. Su familia procedía de Polonia. Se sabe que su padre, Naftalí o Neftalí, era un destacado intelectual, dominaba varios idiomas y, entre otras cosas, fundó la primera escuela israelita de Bucarest, con un programa de enseñanza avanzado para la época. Para escándalo de los ortodoxos, no se enseñaba en hebreo sino en idish, rumano, y alemán. El periodismo era otra de sus actividades: editó un semanario bilingüe rumano-idish, de corte liberal, que se llamó "El Tiempo" y que sólo duró tres meses en circulación porque no fue aceptado por el sector judío más conservador.
Los viajes:
Buscando nuevos trabajos fue primero a Constantinopla, de ahí pasó a Egipto, trabajó en tareas de mantenimiento del Canal de Suez, viajó por Medio Oriente, la India, China y Japón. En 1881 volvió a Rumania, pero sólo circunstancialmente para visitar a su familia. No sabía que sería la última vez que los vería...
Intentó relacionarse con la gente de la Sociedad Geográfica de su país pero evidentemente su personalidad estaba hecha para los viajes y ese mismo año emprendió un nuevo periplo que lo llevaría a Siberia, de allí a Alaska, luego Canadá, para llegar finalmente a los Estados Unidos. Allí estuvo bastante tiempo en Nueva Orleáns, donde participó en el planeamiento de la canalización y urbanización de la ciudad.
Al año siguiente fue a Cuba, por ese entonces todavía colonia española. Allí realizó un plan de ordenamiento urbano de La Habana y su Puerto. Pasó a Méjico, donde comenzó su carrera de periodista en el "Diario de Los Forasteros", órgano de las minorías extranjeras. Después de hacer varios trabajos cartográficos, se dirigió a Brasil. Estando allí le llegó la noticia de que se había encontrado oro en el Estrecho de Magallanes. Sin dudarlo, partió inmediatamente para Buenos Aires. Tenía 28 años.


El Oro

La fantasía de Eldorado todavía sonaba fuerte en el imaginario de la época, y más aún para Popper, quien no sólo pensaba en leyendas sino también en una empresa bien real y provechosa.
En los diarios de Buenos Aires se compara a esta zona aún no explotada con el oeste norteamericano, California y Yukón. Después de todo, en ambos casos, estas tierras representaban "el fin del mundo", lo desconocido, el territorio que estaba más allá de todo lo explorado, la tierra de los mitos y las leyendas.
La primera excursión de reconocimiento es realizada por Popper entre marzo y mayo de 1886. Recorre el trayecto que va desde Cabo Vírgenes hasta Punta Arenas. En octubre de 1886, pisó por primera vez Tierra del Fuego. Lo que vio en estos viajes estaba muy lejos de ser "Eldorado" o la "Ciudad de los Césares" del mito. Sólo en las playas de Punta Arenas encontró, en muy escasa cantidad, algo de arenas auríferas.
Sin embargo, de regreso en Buenos Ares, en 1887, dio una conferencia que entusiasmó tanto a los presentes que de ella salió como resultado la fundación de la Compañía Anónima Lavaderos de Oro del Sur. Sus socios pertenecían a la alta sociedad del momento: José María Ramos Mejía, Joaquín M. Cullen, Alfonso Ayerza, Tomás A. Le Breton, Emilio Lamarca, lo más selecto del mundo comercial de entonces.
Como Director de esta compañía minera, en la primavera de 1887, Julio Popper regresa a Tierra del Fuego y funda, en un lugar inhóspito, barrido por el viento, el famoso establecimiento minero al que le puso por nombre "El Páramo"

El Paramo:
fines de 1887, Julio Popper se dirigía de regreso a Tierra del Fuego con los papeles que lo habilitaban para explotar los yacimientos de arenas auríferas que pudiera encontrar (ver primera parte de esta nota). En esa época, una de las preocupaciones del gobierno era lograr el establecimiento de poblaciones en esta alejada región del país. Muy poco tiempo antes se había firmado el Tratado de Límites con Chile y la "fiebre del oro", que se había desatado con los primeros descubrimientos, no hacía más que crear dificultades adicionales. Las "playas con arenas de oro" se encontraban justamente en el lado opuesto de la Isla, separadas de Ushuaia por montañas y en una zona de muy difícil control.
Popper era ante todo un explorador. Le gustaba recorrer lugares inhóspitos, bautizando a su paso lo que iba descubriendo, sintiendo ese vértigo de los pioneros. Pero él quería algo más y el descubrimiento de las ricas arenas en las playas de la zona norte de la Bahía de San Sebastián le brindó la oportunidad que estaba buscando: ser un pionero en obtener oro mediante un emprendimiento minero productivo.
Se instaló en medio de un paisaje desolado, barrido por los vientos al que le puso como nombre "El Páramo". Nombre deprimente para todos menos para él que lo consideraba un desafío. Se dirigió primero a Punta Arenas para reclutar personal. No le prestaron demasiada atención. Ya había pasado el furor de los primeros descubrimientos de oro en el Cabo Vírgenes y nadie creía que pudiera hacerse fortuna con esa actividad. Pero cuando el oro extraído por Popper comenzó a circular en la pequeña población del Estrecho de Magallanes, los interesados surgieron rápidamente. Y no todos tenían buenas intenciones.
Cuenta uno de los hombres de Popper que un día al amanecer vieron a lo lejos unos toldos con bastante gente. Eran marineros desertados, presidiarios evadidos, gente de todas las razas que venían de Punta Arenas "para ver".
Esto provocó el inicio de una serie de incidentes cada vez más fuertes. En uno de ellos Popper se vengó muy duramente de unos saqueadores que habían aprovechado uno de sus viajes a Buenos Aires para arrebatarle 24 kilos de oro. El rumano los persiguió, los alcanzó, los sorprendió y "logró restablecer el orden interior del establecimiento", según su propio relato. Al parecer, llegó incluso hasta ponerlos en prisión, cuando en realidad no tenía la autoridad necesaria para hacerlo, y los devolvió a Punta Arenas bastante maltrechos (la mayoría de los usurpadores eran chilenos). Esto provocó la queja formal del gobierno chileno. Valga este episodio como una muestra de la personalidad de Popper: él era el que mandaba en sus territorios, él imponía los reglamentos y las leyes y era dueño de castigar a los que las violaran.
La respuesta no se hizo esperar. Sus enemigos no eran pocos: los buscadores de oro chilenos, que veían en él a un competidor, el gobernador de Tierra del Fuego, que sentía debilitada su autoridad en toda una porción de territorio donde reinaba Popper, los delegados del gobierno chileno en Punta Arenas que llegaron incluso a firmar un petitorio en contra de "el vándalo de la barbarie moderna". Los enfrentamientos que siguieron terminaron con la reducción a cenizas de casi todos los establecimientos de Popper

El fin de la empresa
La Compañía Anónima Lavaderos de Oro del Sud sucumbió. En 1889 se disolvió con pérdida total de su capital y sin beneficio alguno para sus socios. En La Prensa del 13 de diciembre de 1889 se lee "El descubrimiento de yacimientos de oro dio origen a la formación de varias empresas para su explotación, siendo la más importante la que dirige el ingeniero Sr. Julio Popper. Los trabajos del Sr. Popper han sido interrumpidos por incursiones de bandas de aventureros reclutados en Punta Arenas para destruir los yacimientos plantados".
Curiosamente, y como una muestra más de que Popper no se rendía tan fácilmente, ese mismo año registró en la oficina de Patentes de Invención un aparato que llamaba "Cosechadora de Oro", para la extracción del metal contenido en las arenas auríferas. Había cinco de esas máquinas instaladas en El Páramo. Hoy se puede ver todavía esta cosechadora en el Museo del Fin del Mundo, en Ushuaia, donde se conservan además otros objetos relacionados con la vida y la empresa de Popper en El Páramo.
La acuñación de moneda
Otra de las "rarezas" de nuestro personaje, y una de las actividades que lo han hecho más famoso, es la acuñación de moneda.
Sí, en El Páramo, como si fuera otro país, se acuñó moneda de oro puro, en cinco emisiones diferentes. Evidentemente esto no tenía en la época la misma trascendencia que hoy en día, en que no sólo parece una actividad insólita sino casi subversiva.
Según algunos especialistas no se sabe si pueden ser consideradas monedas o medallas, pero poco importa esta distinción técnica, porque lo que es seguro es que corrían como dinero en las tierras de El Páramo y en toda Tierra del Fuego. La cantidad acuñada (se utilizaron 15.000 gramos de oro) no permite pensar que fueran usadas simplemente como souvenir.
Las monedas eran de cinco y un gramo de oro puro. La de cinco gramos tenía en el anverso dos estrellas de cinco picos y en el medio la leyenda "Tierra del Fuego", la fecha "1889" y el nombre "Popper". En el reverso se leía "Lavaderos de Oro del Sud" y en el centro "5 gramos". El canto era acanalado. La de un gramo decía "El Páramo". Estas dos fueron acuñadas en las tierras de Popper. Según dicen Popper adaptó e improvisó maquinarias, labró a punzones, y así con una voluntad de hierro, acuñó las primeras monedas con el oro puro de los confines del mundo.
Al igual que sus máquinas, también las monedas pueden verse en el Museo de Ushuaia.
La pregunta que nos queda es por qué Popper hizo esto. Él habló de la falta de comunicaciones regulares entre Tierra del Fuego y la Capital de la República, lo que hacía imposible conseguir dinero y también de los inconvenientes que traía el manejo de polvo y pepitas de oro en las transacciones. Seguramente estas razones eran reales. Pero ¿no fue éste un gusto más que se dio Popper? Fue un descubridor, bautizó con nombres que perduran ríos y montañas de Tierra del Fuego, fue un pionero, fundó un establecimiento, estableció él mismo sus propias reglas y tenía casi un ejército para hacerlas cumplir y además, tuvo su propia moneda, con su nombre y sello.
En definitiva, llevó a cabo su sueño en uno de los confines más desconocidos del planeta, muy lejos de su Rumania natal...
b]

Leandro N. Alem