La joven de bello rostro.
Cada tarde al salir del trabajo, Darío pasaba horas en la tienda de discos,
no tenía intenciones de comprar algo, solo se acercaba para contemplar a la joven de bello rostro que atendía el lugar,
a veces los nervios le traicionaban cuando ella se acercaba y tomaba cualquier articulo antes de que ella le dirigiera la palabra.
Esta actitud se prolongó por meses, en los que el muchacho no reunió el valor suficiente para hablarle, y solo sabía su nombre porque ella lo llevaba en un gafete.
Pero, incluso pronunciarlo le causaba cosquillas en el estómago.
No es que Darío fuese aun un niño o que tuviera dificultades para expresarse,
era solo con Judy que su mundo vibraba y no sabía si quiera donde estaba parado. Lo intentaba casi a diario,
pero en el momento preciso de verla, las palabras hacían carreras en su boca y le era complicado encontrar al menos un “hola”.
Un día, se acercó a la tienda con un detalle, una rosa,
y un par de palabras escritas en un papel,
de alguna forma tenía que mostrarle sus sentimientos, pero, Judy ya no estaba.
Los demás chicos de la tienda le dijeron que se había marchado, pues se casaría en unos días,
con un cliente de ahí mismo, quien se la llevaría a otra ciudad.
No pudo jamás decirle hola, mucho menos despedirse, ella se marchó, la había perdido sin tenerla,
todo por no atreverse a crear su propio destino, y es que no se puede vivir simplemente esperando que la cosas sucedan,
hay que tomar las riendas, e intentar las cosas a pesar del miedo. El afortunado pudo ser él…si tan solo se hubiese atrevido, pero ahora,
solo lamenta su partida en los rincones.
no tenía intenciones de comprar algo, solo se acercaba para contemplar a la joven de bello rostro que atendía el lugar,
a veces los nervios le traicionaban cuando ella se acercaba y tomaba cualquier articulo antes de que ella le dirigiera la palabra.

Esta actitud se prolongó por meses, en los que el muchacho no reunió el valor suficiente para hablarle, y solo sabía su nombre porque ella lo llevaba en un gafete.
Pero, incluso pronunciarlo le causaba cosquillas en el estómago.

No es que Darío fuese aun un niño o que tuviera dificultades para expresarse,
era solo con Judy que su mundo vibraba y no sabía si quiera donde estaba parado. Lo intentaba casi a diario,
pero en el momento preciso de verla, las palabras hacían carreras en su boca y le era complicado encontrar al menos un “hola”.

Un día, se acercó a la tienda con un detalle, una rosa,

y un par de palabras escritas en un papel,
de alguna forma tenía que mostrarle sus sentimientos, pero, Judy ya no estaba.

Los demás chicos de la tienda le dijeron que se había marchado, pues se casaría en unos días,
con un cliente de ahí mismo, quien se la llevaría a otra ciudad.

No pudo jamás decirle hola, mucho menos despedirse, ella se marchó, la había perdido sin tenerla,
todo por no atreverse a crear su propio destino, y es que no se puede vivir simplemente esperando que la cosas sucedan,

hay que tomar las riendas, e intentar las cosas a pesar del miedo. El afortunado pudo ser él…si tan solo se hubiese atrevido, pero ahora,

solo lamenta su partida en los rincones.
Esta entrada fue publicada en Cuentos Cortos el agosto 7, 2014 por Mari.