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La Nueva Política Económica trató de revertir la crisis en la que se encontraba sumida Rusia a causa de la guerra civil y la agresión extranjera a inicios de la decada del '20.



La revolución había logrado sobrevivir, pero a costa de un enorme coste: la producción agrícola había descendido respecto a 1914 en un 60%, la producción industrial había quedado reducida a un 15%, la emigración al campo y el despoblamiento de las ciudades era galopante y el nivel de vida de la población estaba bajo mínimos.

El invierno de 1920 y 1921 se caracterizó por su extremada dureza y junto al hambre causó más de dos millones de muertos.



La guarnición de la fortaleza de Kronstadt (Báltico), una de las más leales al gobierno revolucionario, se amotinó en marzo de 1921, descontenta con la situación económica y política imperante. La rebelión, aunque abortada, supuso un serio aviso para los bolcheviques, cuyos líderes vieron necesario un cambio de tendencia.

En palabras de Lenin, la NEP constituía un sistema transitorio y mixto, un “obligado paso atrás” en el que la economía permanecería bajo la dirección y planificación del Estado, aunque secundada por la iniciativa privada.

Era el restablecimiento de un capitalismo limitado y controlado cuyo objetivo era reconstruir la maltrecha producción.
Cesaron las incautaciones de granos a los agricultores y les fue concedida la libertad de cultivar y vender a su conveniencia, una vez hubiesen satisfecho una cuota obligatoria (10% de la cosecha) al Estado. También se flexibilizaron las relaciones laborales mediante la diversificación de los salarios y diversos incentivos a la producción.



Se autorizó el libre comercio interior, se contrataron técnicos extranjeros y se permitió la propiedad privada de pequeñas y medianas empresas. El Estado mantuvo bajo su control los transportes, el comercio exterior, la banca y las grandes empresas. También se accedió a la inversión de capitales extranjeros, si bien estos no afluyeron de la forma esperada, por la inseguridad que el régimen despertaba a nivel internacional y por la negativa de los nuevos dirigentes a hacerse cargo de la deuda externa del estado zarista.




La NEP consiguió una revitalización económica fulgurante, fundamentalmente en el campo agrícola, donde el significativo incremento de la producción permitió eliminar el hambre. Asimismo incrementó el nivel de vida de la población y permitió implementar un ambicioso plan de mejora de las infraestructuras y la industria.
En 1927 se habían logrado recuperar las cotas de 1914.



Contrariamente a estos beneficiosos efectos económicos, la NEP acarreó tensiones de carácter político y social: resurgimiento de la burguesía, enriquecimiento de los propietarios industriales y comerciales, así como de los viejos campesinos acaudalados de la época zarista (los kulaks).

La NEP sobrevivió a Lenin (que falleció en 1924) y continuó su andadura durante el mandato de Stalin, hasta que éste decidió ponerle fin en 1928-1929, sustituyéndola por la estatalización de la economía, inaugurando con ello una nueva etapa en la construcción del Estado soviético, caracterizada en lo económico por la vuelta al dirigismo estatal que había sido puesto en práctica en los primeros tiempos de la revolución.