Sanz, la UCR y la épica de remar a contracorriente
La democracia argentina, por muchos de sus problemas a la vista, da la impresión a veces de estar en pañales todavía.
En la persona de Ernesto Sanz, senador y precandidato a presidente en carrera formal, se sintetiza buena parte de las cuentas pendientes.
El mendocino lleva sobre sus espaldas la gran mochila de su partido, la UCR, que no logra recuperar su rol histórico de fuerza alternativa, de partenaire principal, en la competencia por conducir la Nación.
Dilema compartido por el país que, por lo mismo, no logra consolidar un esquema bipartidista que garantice un fluido, tranquilo y virtuoso proceso de alternancia en el poder. Algo que interrumpa, en el imaginario colectivo, la eterna autorregeneración del peronismo como único garante de gobernabilidad.
Titanes contra corriente
Sanz –con él, el partido que preside– tiene por delante una compleja y dilatada misión: la de remar a contracorriente en frentes varios.
Ellos son, entre otros: 1) la carrera de candidatos, 2) el esquema de alianzas, 3) la agenda política y 4) la Argentina feudal.
Cada uno de esos frentes representa un desafío fenomenal.
Un duelo de titanes.
1) Corriendo de atrás
Desde que se lanzara prematura y oficiosamente la competencia electoral para la presidencia, un terceto de precandidatos tomó la punta, como en las escapadas ciclísticas, y se ha consolidado en ese lugar.
Lo conforman Mauricio Macri, Sergio Massa y Daniel Scioli, quienes según las distintas encuestas que van alimentando con regularidad al público mantienen porcentajes similares de adhesión. Con un añadido interesante: una porción considerable de los votantes de uno de ellos en particular se manifestaría dispuesto, también, a inclinarse eventualmente por los otros dos.
Los candidatos de UNEN, el socialista Hermes Binner y el radical Julio Cobos, ruedan en el segundo pelotón. Consolidados ellos también ahí, sin acortar distancia con los líderes.
Sanz se lanzó a la pista pedaleando en un tercer pelotón. Es consciente de que viene lejos y de que no logra, como buen alquimista, convertir su prestigio legislativo en cariño popular, trastocar el plomo en oro.
Pero, como dice el cordobés José de la Sota, otro compañero de pelotón colero, “esto recién empieza y hay mucho camino por recorrer”.
2) Las alianzas fallidas
Un drama dominante para el radicalismo, desde que se cayó como retador privilegiado del peronismo, es su errada política de alianzas.
Falló casi siempre. Groseramente.
Falló Fernando de la Rúa al juntarse con Chacho Álvarez en 1999. Se archiconoce el final de esa historia.
Falló Julio Cobos al compartir fórmula con Cristina Fernández en 2007. Quedó seriamente herida la identidad partidaria; hasta hoy, con radicales K aún vivitos y coleando
Falló, ese año, Roberto Iglesias, jefe partidario, al elegir, avalado por Alfonsín, a Roberto Lavagna como candidato presidencial. Resultaron terceros.
Falló el partido al revés, en 2011, no asociándose con quien era su aliado natural, Binner, que volvió a dejarlos terceros, tendencia ya endémica.
Hoy, el frente UNEN, con los continuos embates de Lilita Carrió y Pino Solanas, es otra piedra en el zapato.
Sanz abre el juego todo lo que puede, de Macri a Massa, pasando por tentar al neurólogo Facundo Manes como candidato a gobernador en Buenos Aires.
Audacias imaginativas. Pero por ahora lo que reina es la confusión.
3) Una agenda a la defensiva
La pléyade de candidatos recorre el país prometiendo cosas buenas con generalidades. Pontifican sobre educación, seguridad, inflación, vivienda, etcétera. ¿Pero cómo se hace todo eso?, se pregunta Beatriz Sarlo. ¿Cuál es el programa concreto?
En el único momento en que la oposición se refiere a asuntos puntuales es para contrarrestar las iniciativas del oficialismo.
Así pues, viene despotricando contra el Presupuesto “dibujado”, la sanción en solitario del Código Civil, la ley de pago soberano, la ley de abastecimiento, la ley de hidrocarburos (“un parche que afectará en forma negativa a Mendoza”, dice la senadora Laura Montero), los excesos de la ley de medios contra el Grupo Clarín, el anteproyecto de reforma del Código Penal y un extenso etcétera.
Pero es una agenda a la defensiva. El kirchnerismo sigue manejando con comodidad, y cierta alevosía, la iniciativa política.
4) La Argentina feudal
¿Por qué Sanz apoya el acercamiento de Gerardo Morales a Massa? Porque es necesario “terminar con el régimen feudal” en Jujuy, dice.
“Hay que entender lo que pasa en algunas provincias argentinas desde donde hace más de 30 años hay un mismo gobierno de un mismo partido”, explica, con acierto, Sanz.
En esta cruzada el radicalismo debe admitir, a su vez, que algunos de esos regímenes feudales que tanto lo avergüenzan salieron de su propio seno, como es el caso de Gerardo Zamora en Santiago del Estero.
Aunque hay algo bueno: quizá la provincia menos feudal sea Mendoza, donde no hay reelección del gobernador. Y es aquí donde, precisamente, el radicalismo tiene más esperanza de recuperar el Ejecutivo.
Siempre y cuando recuerde que, por errores propios, por autofagia compulsiva, viene de perder dos elecciones al hilo que creía en el bolsillo: ante Celso Jaque y Paco Pérez.
¿Cuántas veces tropieza uno con la misma piedra?
También en esto será lo suyo un nadar contra la corriente.

La democracia argentina, por muchos de sus problemas a la vista, da la impresión a veces de estar en pañales todavía.
En la persona de Ernesto Sanz, senador y precandidato a presidente en carrera formal, se sintetiza buena parte de las cuentas pendientes.
El mendocino lleva sobre sus espaldas la gran mochila de su partido, la UCR, que no logra recuperar su rol histórico de fuerza alternativa, de partenaire principal, en la competencia por conducir la Nación.
Dilema compartido por el país que, por lo mismo, no logra consolidar un esquema bipartidista que garantice un fluido, tranquilo y virtuoso proceso de alternancia en el poder. Algo que interrumpa, en el imaginario colectivo, la eterna autorregeneración del peronismo como único garante de gobernabilidad.
Titanes contra corriente
Sanz –con él, el partido que preside– tiene por delante una compleja y dilatada misión: la de remar a contracorriente en frentes varios.
Ellos son, entre otros: 1) la carrera de candidatos, 2) el esquema de alianzas, 3) la agenda política y 4) la Argentina feudal.
Cada uno de esos frentes representa un desafío fenomenal.
Un duelo de titanes.
1) Corriendo de atrás
Desde que se lanzara prematura y oficiosamente la competencia electoral para la presidencia, un terceto de precandidatos tomó la punta, como en las escapadas ciclísticas, y se ha consolidado en ese lugar.
Lo conforman Mauricio Macri, Sergio Massa y Daniel Scioli, quienes según las distintas encuestas que van alimentando con regularidad al público mantienen porcentajes similares de adhesión. Con un añadido interesante: una porción considerable de los votantes de uno de ellos en particular se manifestaría dispuesto, también, a inclinarse eventualmente por los otros dos.
Los candidatos de UNEN, el socialista Hermes Binner y el radical Julio Cobos, ruedan en el segundo pelotón. Consolidados ellos también ahí, sin acortar distancia con los líderes.
Sanz se lanzó a la pista pedaleando en un tercer pelotón. Es consciente de que viene lejos y de que no logra, como buen alquimista, convertir su prestigio legislativo en cariño popular, trastocar el plomo en oro.
Pero, como dice el cordobés José de la Sota, otro compañero de pelotón colero, “esto recién empieza y hay mucho camino por recorrer”.
2) Las alianzas fallidas
Un drama dominante para el radicalismo, desde que se cayó como retador privilegiado del peronismo, es su errada política de alianzas.
Falló casi siempre. Groseramente.
Falló Fernando de la Rúa al juntarse con Chacho Álvarez en 1999. Se archiconoce el final de esa historia.
Falló Julio Cobos al compartir fórmula con Cristina Fernández en 2007. Quedó seriamente herida la identidad partidaria; hasta hoy, con radicales K aún vivitos y coleando
Falló, ese año, Roberto Iglesias, jefe partidario, al elegir, avalado por Alfonsín, a Roberto Lavagna como candidato presidencial. Resultaron terceros.
Falló el partido al revés, en 2011, no asociándose con quien era su aliado natural, Binner, que volvió a dejarlos terceros, tendencia ya endémica.
Hoy, el frente UNEN, con los continuos embates de Lilita Carrió y Pino Solanas, es otra piedra en el zapato.
Sanz abre el juego todo lo que puede, de Macri a Massa, pasando por tentar al neurólogo Facundo Manes como candidato a gobernador en Buenos Aires.
Audacias imaginativas. Pero por ahora lo que reina es la confusión.
3) Una agenda a la defensiva
La pléyade de candidatos recorre el país prometiendo cosas buenas con generalidades. Pontifican sobre educación, seguridad, inflación, vivienda, etcétera. ¿Pero cómo se hace todo eso?, se pregunta Beatriz Sarlo. ¿Cuál es el programa concreto?
En el único momento en que la oposición se refiere a asuntos puntuales es para contrarrestar las iniciativas del oficialismo.
Así pues, viene despotricando contra el Presupuesto “dibujado”, la sanción en solitario del Código Civil, la ley de pago soberano, la ley de abastecimiento, la ley de hidrocarburos (“un parche que afectará en forma negativa a Mendoza”, dice la senadora Laura Montero), los excesos de la ley de medios contra el Grupo Clarín, el anteproyecto de reforma del Código Penal y un extenso etcétera.
Pero es una agenda a la defensiva. El kirchnerismo sigue manejando con comodidad, y cierta alevosía, la iniciativa política.
4) La Argentina feudal
¿Por qué Sanz apoya el acercamiento de Gerardo Morales a Massa? Porque es necesario “terminar con el régimen feudal” en Jujuy, dice.
“Hay que entender lo que pasa en algunas provincias argentinas desde donde hace más de 30 años hay un mismo gobierno de un mismo partido”, explica, con acierto, Sanz.
En esta cruzada el radicalismo debe admitir, a su vez, que algunos de esos regímenes feudales que tanto lo avergüenzan salieron de su propio seno, como es el caso de Gerardo Zamora en Santiago del Estero.
Aunque hay algo bueno: quizá la provincia menos feudal sea Mendoza, donde no hay reelección del gobernador. Y es aquí donde, precisamente, el radicalismo tiene más esperanza de recuperar el Ejecutivo.
Siempre y cuando recuerde que, por errores propios, por autofagia compulsiva, viene de perder dos elecciones al hilo que creía en el bolsillo: ante Celso Jaque y Paco Pérez.
¿Cuántas veces tropieza uno con la misma piedra?
También en esto será lo suyo un nadar contra la corriente.