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Qué dice en la contraportada...

Al sur de la frontera, al oeste del Sol: Hajime vive una existencia relativamente feliz –se ha casado, es padre de dos niñas y dueño de un club de jazz—cuando se reencuentra con Shinamoto, su mejor amiga de la infancia y la adolescencia. Y la atracción renace. Hajime parece dispuesto a dejarlo todo por ella... Una historia sobre amores perdidos y recobrados, sobre la consumación de una promesa de plenitud, que destila la indefinible sensación de desajuste con el mundo que acucia al hombre contemporáneo.

Cómo comienza
Nací el 4 de enero de 1951. Es decir: la primera semana del primer mes del primer año de la segunda mitad del siglo XX. Algo, si se quiere, digno de ser conmemorado. Ésta fue la razón por la que decidieron llamarme Jaime (“Principio”). Pero, aparte de eso, nada de memorable hubo en mi nacimiento.

Momentos
(Pàg. 21)
- (...) En este mundo hay cosas que son recuperables y otras que no. Y el paso del tiempo es algo definitivo. Una vez has llegado hasta aquí, ya no puedes retroceder. ¿No crees? –Asentí-. A mí me parece que con el paso del tiempo hay cosas que se solidifican. Como el cemento dentro de un cubo. Y entonces ya no se puede retroceder. Lo que quieres decir es que el cemento que tú eres ya ha fraguado del todo y que no es posible ningún otro tú que el de ahora, ¿no es así?


(Pàg. 34)
Las cosas van siguiendo su curso mediante la superposición escalonada de imágenes concretas, una tras otra. Para llegar al sexo, se tiene que empezar por bajar la cremallera del vestido. Y entre el sexo y la cremallera existe un proceso a lo largo del cual quizá sean necesarias veinte o treinta pequeñas decisiones y juicios.

(Pàg 38)
Éramos un caracol que había perdido el caparazón y una rana que había perdido las membranas. La apreté con fuerza contra mi pecho. Nuestras lenguas se tocaron con suavidad. Acaricié sus senos por encima de la blusa. No se resistió. Sólo cerró los ojos, suspiró. Sus pechos no eran muy grandes, se amoldaban a la perfección a la palma de mi mano. Como si hubieran sido hechos para eso. Ella apoyó la palma de la mano sobre mi corazón. Su tacto se fundió con mis latidos. «Es diferente de Shimamoto», pensé. «No me da lo que Shimamoto me daba. Pero es mía y quiere ofrecerme todo lo que puede. ¿Cómo podría hacerle daño?»

Entonces no lo sabía. No sabía que era capaz de herir a alguien tan hondamente que jamás se repusiera. A veces, hay personas que pueden herir a los demás por el mero hecho de existir.

(Pàg. 53)
La primera chica con la que me acosté era hija única.
No se trataba –tampoco en su caso puede decirse otra cosa- del tipo de mujer que los hombres se vuelven a mirar por la calle. Apenas llamaba la atención. A pesar de todo, desde la primera vez que la vi me sentí atraído hacia ella de una manera tan violenta que incluso yo mismo me asombré. Fue como si, de repente, me hubiera alcanzado un rayo invisible y mudo mientras andaba por la calle en pleno día. Sin reservas ni condiciones. Sin causas ni explicaciones. No había ningún “pero”, no había ningún “si”.

(Pàg. 64)
Y un día me di cuenta de que había finalizado la era de la política. Aquel oleaje imponente que durante un tiempo había sacudido el siglo perdió su empuje y acabó engullido por una cotidianeidad inevitable y desprovista de color.

(Pàg. 86)
- ¿Por qué me miras tan fijamente? –me preguntaba.
- Porque eres bonita –respondía yo
- Eres la primera persona que me lo dice.
- Es que soy el único que lo sabe.

(Pàg. 102)
(...) Cuando una generación muere, la sucede la siguiente. Es así. Hay muchas maneras de vivir. Hay muchas maneras de morir. Pero eso ninguna importancia. Al final, sólo queda el desierto. El desierto es lo único que vive de verdad.

(Pàg. 127)
- ¿Ya no lees novelas?
- Sí, claro que sí. Pero no tanto como antes. Apenas conozco las modernas. Sólo leo novelas antiguas. La mayor parte del siglo XIX. También releo muchos libros que había leído hace tiempo.
- ¿Y por qué no lees novelas modernas?- Tal vez sea porque no me gusta que me defrauden. Cuando leo un libro malo, tengo la sensación de haber malgastado el tiempo.

(Pàg. 180)
- ¿Sabes, Hajime? –dijo-. A través de una fotografía no puedes comprender nada. No es más que una sombra. El verdadero yo está en otro sitio. Y eso no sale reflejado en la imagen.

(Pàg. 193)
A veces pensaba que llorar me produciría alivio. Pero no sabía por qué llorar. No sabía por quién llorar. Era demasiado egoísta para llorar por los demás, demasiado viejo para llorar por mí.

(Pàg. 207)
- (...) Te dejé un mensaje en el que te explicaba que, por una temporada, no podría venir.- Por una temporada –repetí- son palabras cuya duración no puede medir la persona que espera.- Pero quizás hay situaciones en las que sean necesarias, ¿no crees? Casos en los que no se puedan utilizar otras –dijo.-Y “quizás” es una palabra cuyo peso no se puede calcular





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