
Quinquela Martín,
Benito
(1890-1977)


"Niebla Azul "- Oleo 50 x 60 cm

"Preparando la partida" - Oleo 50 x 50 cm

Sin Título - Oleo s. tela 50 x 50 cm
El corazón de Quinquela late en el barrio de la Boca: características del barrio que lo cobijó
"La Boca es mi taller mi refugio y mi modelo. Todo lo que hice y todo lo que conseguí es un premio a la fidelidad. En mi vida y en mi arte permanecí siempre fiel a mí gente, a mi puerto y a mi barrio"
La Boca del Riachuelo es un barrio ubicado al sur de la ciudad de Buenos Aires.
Se encuentra habitado en su mayor parte por inmigrantes italianos, que llegaron a mediados del siglo pasado a nuestro país.
El puerto de La Boca, por entonces, era el principal mercado de carbón de leña de la ciudad. Numerosas embarcaciones amarraban a sus muelles, donde hombres de fuerte contextura física, cargaban y descargaban mercaderías.
En esta ruda faena se encontraba don Manuel Chinchella, oriundo de Génova, padre adoptivo de Benito Quinquela Martín.
Desde el siglo XIX, fue prosperando la actividad portuaria. En ambas márgenes del Riachuelo se instalaron talleres metalúrgicos, astilleros, frigoríficos y establecimientos navales. La Boca era un barrio esencialmente obrero, sus habitantes vivían en precarias viviendas construidas de madera y chapas de cinc. Por ser un terreno bajo y anegadizo, edificaban sus casas, sobre pilotes de madera de quebracho. Sus ocupantes pintaban estas viviendas con el sobrante que les quedaba después de pintar las embarcaciones. De ahí, que las casas, presentaban distintos colores en sus frentes.
Poco a poco, el barrio dejó de ser una comarca aislada. En 1870 líneas de ferrocarril urbano, unieron esta zona con plaza Once. Por estos años, la Boca logró su autonomía jurisdiccional, contando con una modesta capilla, San Juan Evangelista, para poder albergar a sus fieles.
Los primeros pasos en la educación lo dieron Don Rafael Amato y Doña Maurice de Patrón, quienes supieron brindar una formación a los hijos de los inmigrantes que en su mayoría manejaban el dialecto xeneize. Social y culturalmente, se fue incrementando el número de instituciones al servicio de la comunidad, donde se desarrollaron distintas actividades de interés general. La importancia que tuvieron en la sociedad estas instituciones nos las hizo saber el mismo Quinquela a través del libro Vida de Quinquela Martín de Andrés Muñoz: "Como todo vecino de la Boca, tenía por fuerza que pertenecer a alguna agrupación yo me inscribí en la Sociedad Unión de La Boca, dentro de la cual funcionaba el Conservatorio Pezzini Sttiatessi. El salón Unión, como todos le decíamos en la Boca, era una especie de Academia Universal donde se enseñaba música, canto, dibujo, pintura, yeso, corte y confección y no sé cuantas cosas más."
Entre otras instituciones estaban, José Verdi (1878), la Yugoslava (1878), Bomberos Voluntarios (1884), Ligure (1885), La Española (1892), Torcuatto Tasso (1895) y Sol de Mayo (1898).
La Boca fue siempre un barrio esencialmente obrero. Ellos estaban representados en distintas agrupaciones gremiales, entre otras la de los estibadores, caldereros, calafeteros, carreros y los carpinteros de La Ribera. Juntos aunaron sus esfuerzos por un mejoramiento social.
Dentro del periodismo El Ancla- publicación bisemanal aparecida el primero de julio de 1875- fue el precursor de otras publicaciones que surgieron más tarde como "El Riachuelo", "El Bohemio", "El Faro del Riachuelo" y "Cristóforo Colombo".
Dentro de las manifestaciones artísticas, el teatro tuvo su máxima expresión en el "Dante Alighieri" (1883). La tragedia y el drama italianos fueron los géneros más representados dentro de su sala.
El 13 de agosto de 1881, se inauguró el Ateneo Iris, en donde la Societá Filodramática, representó el drama lírico Aída. Un año antes, el piamontés Sebastián Gambaudi, abrió las puertas de la Confitería "Ligure" donde funcionó el teatro Panterpe.
El tango también tuvo su espacio en los cafetines de la Boca. Entre los más conocidos podemos mencionar el "Café del Sur", el "Café de Nani" y el "Café Azul".
Y no olvidemos que es en el tango en donde el barrio de la Boca vio nacer a uno de sus exponentes: Don Juan de Dios Filiberto.
Antes de finalizar el siglo XIX, La Boca era ya un barrio con perfil definido, que lo distinguía marcadamente del resto de la ciudad. Según el Censo Municipal de 1887, había en la zona 24.498 personas, distribuidas en 124 manzanas, donde el mayor núcleo de población estaba concentrado en la Vuelta de Rocha. Más del 70% de la población se dedicaba a oficios ligados a la navegación, como marineros, caldereros, calafateros y armadores de barcos.
En 1897, Sofía Cattáneo describió así a este barrio porteño: "Un suburbio vastísimo. A pesar de su proximidad a la elegante ciudad mundana, este barrio tiene un carácter muy diverso y tan especial, que podrá considerárselo como si se hallara a más de cincuenta millas. El contraste proviene de la naturaleza del carácter, de las costumbres, de sus habitantes. Es un barrio popular donde hierve el trabajo y la vida".
Este fue el barrio en que creció Quinquela, quién supo captar su esencia y plasmarla en sus telas. El Riachuelo fue su inspiración artística más elocuente.
Muchos años más tarde, consagrado como el pintor de La Boca, materializó también en obras de bien público el amor que sintió por este lugar.
Entre carbones y pinceles
Entre los numerosos inmigrantes que llegaron dispuestos a labrar un porvenir en esta tierra, se encontraba don Manuel Chinchella, genovés, trabajador del puerto de La Boca y poseedor de una carbonería ubicada en la calle Irala al 1500. Aquí en esta tierra conoció a doña Justina Molina, entrerriana, de origen humilde, con quien formó una familia.
Una vez juntos, cuando la vida les negó la posibilidad de tener hijos, se acercaron hasta la Casa de Niños Expósitos, con el fin de poder adoptar una criatura. El matrimonio ignoraba por aquel entonces que ese niño portando el apellido de Chinchella enaltecería el singular barrio porteño de La Boca.
El niño que retiraron en 1896 de la Casa de Niños Expósitos se llamaba Benito Juan Martín. Si bien no se poseen datos exactos sobre la fecha de su nacimiento, sí sabemos que fue abandonado en esta institución - el 21 de marzo de 1890- con un papel que decía: "Este niño ha sido bautizado y se llama Benito Juan Martín". Se da como fecha de su nacimiento el dia 1º de marzo, pero no es una fecha segura. El mismo Quinquela Martín nos ha dicho: " Mi nacimiento se pierde en la sombra de lo desconocido". Las monjas que lo encontraron dedujeron, dado su pequeña contextura física, debía tener tres semanas de vida, de ahi en más quedó establecida el 1º de marzo como fecha de su nacimiento.
A los 7 años de edad lo enviaron a la Escuela Berrutti de la calle Australia 1081, (actualmente calle Quinquela Martín), donde cursó sus estudios tres años, luego debió abandonarlos porque sus padres necesitaban su ayuda en la carbonería.
Entrada la adolescencia se puso en contacto con el ambiente obrero. Su padre fue quien lo inició en el trabajo del puerto como cargador de bolsas.
Por aquel tiempo la Boca era el principal centro obrerístico del país y por ende, la demanda social de sus pobladores no se hizo esperar y se comenzó a generar un caldeado ambiente político. El barrio participó y apoyó a don Alfredo Palacios, quien en 1904 fue elegido primer diputado socialista del país. En dicho contexto, Quinquela no se halló al margen de la situación y participó distribuyendo panfletos y pegando carteles a favor del diputado socialista.
El Mosquito, como lo habían apodado sus compañeros del puerto por su contextura delgada, tomó sus primeras lecciones de dibujo y perspectiva con el profesor Casaburi, pero no siempre logró asimilar las enseñanzas académicas. "La Academia es una cosa fría, calculada, rígida, pero la belleza es otra cosa. Yo no digo que la Academia no pueda producirla, pero sí puede lograrse una obra bella sin sujetarse demasiado a las exigencias académicas."
A los 17 años, se inscribió en la Sociedad Unión de La Boca (fundada en 1877), donde funcionaba el Conservatorio Pezzini Sttiatessi. Allí comenzaron sus lecciones de dibujo y pintura de la mano del maestro Alfredo Lazzari. Las clases consistían en copias de yesos y estampas, mientras que los domingos hacían un recorrido por la Isla Maciel pintando paisajes del natural.
El recuerdo más importante que Quinquela guardó de su maestro y amigo, fue la libertad de expresarse que fomentó en sus alumnos. "Este respeto por la libertad en el arte, es uno de los mayores beneficios que saqué de sus enseñanzas."
Quinquela asistirá a las clases de Lazzari hasta 1912. En la Sociedad Unión de La Boca, conoció a muchos amigos y colegas, entre ellos estaban: Arturo Maresca, Juan de Dios Filiberto, Fortunato Lacámera, Facio Hebequer, Camilo Mandelli, Santiago Stagnaro, Vigo y Arato.
Existió un lugar donde todos ellos se daban cita: la peluquería de Nuncio Nuciforo, ubicada en la calle Olavarría. En ese lugar debatían sobre distintos aspectos de la cultura y del arte en general.
A través de Santiago Stagnaro - a quien apodaban el pequeño Leonardo por sus notables conocimientos en materia de poesía, pintura, música y periodismo- Quinquela conoció las lecturas de Gorki, Balzac y Víctor Hugo, cuyas ideas influirán más tarde en su estética.
Con Stagnaro, quien se desempeñaba como secretario del gremio de los caldereros, Quinquela firmó en 1908 el "Manifiesto de la huelga portuaria", a partir del cual lograron implementar las 8 horas de trabajo y reducir el peso de las bolsas de carbón a 70 Kg.
La carbonería y el puerto le insumían demasiado tiempo, no sintiéndose bien de salud decidió ir a Córdoba en busca de una pronta mejoría. Allí conoció a Walter de Navazio, con quien pintó algunos paisajes cordobeses.
Regresó de Córdoba habiendo recobrado toda la fuerza y el ímpetu de pintar. Necesitaba aprender, conocer bien su personalidad, como alguna vez le había dicho Stagnaro: Lázzari sabe mucho de arte y enseña bien lo que sabe me replicó Aprenda usted todo lo que pueda, pero no los fíe a las academias. La personalidad, tiene que buscarla y encontrarla uno mismo.
Instaló su taller en lo alto de la carbonería de sus padres, situada en la calle Magallanes 970.
Entonces alternaba su vida entre el trabajo y la pintura en el muelle o en la Isla Maciel. "La Isla Maciel era algo así como un Tigre en miniatura, yo iba a ella a pintar perales y durazneros en flor."
Frecuentaba, también los talleres de sus amigos, Stagnaro y Montero en la calle Olavarría y el de Facio Hebequer y José Torre Revello en la Ribera.
Mientras su madre adoptiva lo apoyaba incondicionalmente, su padre no miraba con buenos ojos "eso de ser pintor". Decidió irse de su casa pero lo hizo por poco tiempo, necesitaba el cariño de su familia, sobre todo el de su madre.
Nuevamente en su hogar, su padre lo presionó para que buscara un trabajo y él buscó uno que le dejara tiempo para pintar. Así fue que ingresó como Ordenanza en la Oficina de Muestras y Encomiendas de la Aduana en la Dársena Sur. Pero poco después volvió al oficio de carbonero, alternando esta tarea con la pintura.
Con motivo de celebrar - en 1910- su vigésimo quinto aniversario, la Sociedad Ligure de Socorro Mutuo, organizó una exposición con pintores del barrio de la Boca. A ella asistió Lazzari con sus alumnos, entre los cuales se encontraba Quinquela. Esta fue la primera exposición en la que participó Quinquela con cinco de sus obras: un óleo Vista de Venecia, dos paisajes a la témpera y dos dibujos a pluma Estudios de cabezas. Mientras tanto continuaba pintando paisajes, recorría el parque Lezama, Palermo y la isla Maciel.
Todas las obras pintadas en esa época fueron regaladas y llevaban la firma de Chinchella. Pero, años mas tarde, al castellanizar su apellido cambiando su firma Chinchella por Quinquela Martín, ocurrió un hecho sorprendente: muchas de las personas que habían recibido las obras firmadas con el anterior apellido, le pidieron que les cambiara la firma por creer que de esa manera se revalorizarían.
En 1914 Quinquela participó junto a Agustín Riganelli, José Arato, Juan Brignardello, F. Sturla y Juan Grillo de una exposición colectiva en el Salón de Recusados integrada por estos artistas rechazados del Salón Nacional. Durante varios años se realizó un Salón de Recusados, y este término se convirtió en sinónimo de incomprendido o postergado. "El Salón de Rechazados realizado en el país, en el que figuran dos cuadros míos y dos esculturas de Riganelli, fue un espectáculo que provocó diversas y encontradas opiniones. En París, actualmente se realizan este tipo de exposiciones de rechazados o recusados".
En 1915, Quinquela colaboró junto con Stagnaro en el dictado de un curso para obreros en la Escuela Santa María de Oro. La finalidad que ambos artistas perseguían era enseñar arte aplicado a la industria, abordando temas como la flora y la fauna argentina. Se dictó, por espacio de dos años y fue suprimido por falta de títulos habilitantes de ambos artistas.
En 1917, fueron aceptados dos de sus cuadros: Buque en reparaciones y Día de sol en La Boca. Al año siguiente, le aceptaron Rincón del riachuelo, y en 1920 obtuvo el tercer premio con el cuadro Escenas de trabajo.
Quinquela intuía que había algo que lo identificaba emocionalmente, que le fluía de manera natural. Se hacían presentes los conceptos del libro "El Arte" de Rodín que había leído en su adolescencia, donde el arte no debía pasar por una experiencia dolorosa, al contrario debía brindar un enorme placer. Esa facilidad para expresarse se la daban los motivos de la Boca. Así fue como cambió los paisajes por el puerto, por su puerto. "Además de antiacadémico, yo era un pintor fácil y rápido, cuando pintaba lo mío. La facilidad me la daba el tema. El puerto, los barcos, el río, las grúas, los astilleros, los obreros, la vida afiebrada del trabajo, eran temas que yo llevaba adentro y los trataba con facilidad."
En sus recorridas por La Boca solía ir a visitar el "cementerio de barcos", lugar donde iban a parar las viejas embarcaciones, cuyo fin último era ser quemadas con el propósito de recuperar y vender sus hierros.
Quinquela solía frecuentar los barcos que paraban en Vuelta de Rocha, en uno de ellos, el "Hércules", se instaló con sus útiles de pintor y allí realizó varias telas.
El primer artículo que habló sobre la obra de Quinquela, apareció en la Revista Fray Mocho, en abril de 1916. Estaba titulado El carbonero y la firmaba Ernesto Marchese. "Una mañana opaca, en que la lluvia estaba al caer peregrinando por la Boca, nos detuvimos a contemplar un pintor que, sentado en la proa de un velero, indiferente al mareante ir y venir de un barco en descarga, pintaba. Es decir, aquello no era pintar, era un afiebrado arrojar colores y más colores sobre un cartón. En manos de nuestro hombre, el pincel iba, venía, describía giros, volvía, resolvía con amplitud majestuosa, y segura. A su paso dejaba gruesas huellas que aparecían desordenadas e incongruentes en un principio pero que bien pronto adquirirían forma y cierta concordancia, grotesca casi, para formar enseguida un cuadro de una belleza sorprendente, insospechable en un rincón gris y sucio del Riachuelo."
Esta nota incentivó a Quinquela para que definitivamente cambiara el carbón por el pincel. Ya empezaba a ser conocido como el carbonero pintor.
A partir de este artículo logró vender su primer cuadro Preparativos de Salida, al señor Dámaso Arce, coleccionista de obras de arte de la localidad de Olavarría, quien años después fundaría el Museo que lleva su nombre. "Empecé a sentir íntimamente la responsabilidad del artista que sale del anónimo de su casa y de su barrio para convertirse en objeto de comentario público."

BUQUES ILUMINADOS, óleo sobre tabla firmado Quinquela Martin abajo a la izquierda. Al dorso titulado y firmado : "Buques Iluminados por Quinquela Martin, 1963".
Mide 80 x 90 cm.
Quinquela ya es el pintor de la Boca
"Y cada vez que partí llevé conmigo la imagen de mí barrio, que fui mostrando y dejando en las ciudades del mundo. Fue así como un viajero que viajaba con su barrio a cuestas. O como esos árboles transplantados que sólo dan fruto si llevan adheridas a sus raíces la tierra en que nacieron y crecieron."
A partir del encuentro con Pío Collivadino, su vida comenzó a cambiar. Quinquela lo conoció por intermedio de Facio Hebequer, pintando en el muelle de la Boca. Su pintura impactó fuertemente en el Director de la Academia de Bellas Artes quien afirmó: "Usted puede ser el pintor de la Boca y su puerto. Aquí hay ambiente, carácter, fuerza. Y además una personalidad original, un modo distinto de ver y de pintar."
Desde ese momento Pio Collivadino envió a su secretario, Eduardo Talladrid, para que le organizara sus futuras exposiciones. Podríamos decir que Eduardo Talladrid, fue el verdadero promotor del arte de Quinquela. Lo asesoró en cuanto a la dimensión de sus obras sugiriéndole que éstas fueran de gran tamaño. Así fue, como el 4 de noviembre de 1918, expuso por primera vez en la Galería Witcomb. Desde entonces su ascenso fue continuo. Al año siguiente, realizó una exposición en el Jockey Club, organizada por las Damas de Beneficencia de Buenos Aires. En ésta ocurrió un hecho muy particular. Se repartieron dos clases de invitaciones, unas dirigidas hacia lo más encumbrado de la sociedad porteña y otras hacia los obreros y artistas de la Boca. Esta diferencia de clases tan marcada, se vio reflejada en el público que asistió ese día: la aristocracia y el pueblo se encontraron a través del arte de Quinquela.
En 1920 expuso en el Salón Witcomb de Mar del Plata, en esa oportunidad la prensa hizo mención de la llegada en avión de un pintor argentino. Fue en esta ocasión cuando, el nombre de Benito Quinquela Martín, apareció por primera vez en un catálogo.
En ese mismo año comenzaron los preparativos para su primer viaje al exterior. Eduardo Talladrid, fue designado por la Sociedad Estímulo de Bellas Artes, como representante de esta Sociedad en Río de Janeiro. Se inició así un intercambio artístico entre Brasil y la Argentina que se inauguró con una exposición de Quinquela, en la Escuela Nacional de Bellas Artes. Asistió en dicha ocasión, el presidente de Brasil Dr. Epitacio Pessoa.
Sus viajes al exterior recién comenzaban. En 1922 partió para España en el vapor Infanta Isabel como canciller del Consulado argentino en Madrid, cargo que le fue otorgado por el presidente Marcelo T. De Alvear.
El 12 de abril de 1923, se inauguró su exposición en los Salones del Círculo de Bellas Artes de Madrid. Entre los más ilustres invitados se encontraron la Infanta Isabel, el duque de Almenara Alta y representando a su majestad el rey Alfonso XIII, el marqués de Torrecillas. También asistieron el embajador argentino Dr. Carlos de Estrada y lo más distinguidos del ambiente intelectual español.
El Museo de Arte Moderno de Madrid, adquirió dos de sus cuadros: Buque en reparación y Efecto de Sol, el Círculo de Bellas Artes compró otros dos y el resto de su obra fue vendida a galerías y coleccionistas particulares.
En España permaneció por espacio de un año, durante ese tiempo se vinculó con el ambiente cultural español; conoció a Santiago Ramón y Cajal, Jacinto Benavente y a los pintores Julio Romero de Torres e Ignacio Zuloaga. "El gato negro" fue una de las peñas de los cafés madrileños a la que Quinquela Martín concurrió con mayor asiduidad.
A su regreso de España compró la casa para sus padres adoptivos. "Además de seguir trabajando compré la casa de Magallanes 887, donde mis viejos seguían atendiendo su carbonería que por entonces estaba en estado de quiebra. Cerré la carbonería y regalé la casa a mis padres adoptivos. La compra la hice con el dinero que gané en España. Aquella casa era un regalo que España me había hecho a mí, y que yo transferí a mis viejos."
Antes de partir con destino a otro país, Quinquela se instaló en su estudioName=V19; HotwordStyle=BookDefault; por espacio de un año a preparar su próxima exposición.
En noviembre de 1925, a bordo del Vapor Massillia, partió rumbo a Francia. En París, expuso en las Salas Charpentier, donde asistió gran cantidad de público. El Museo de Luxemburgo adquirió Tormenta en el astillero. Muchos compatriotas que se encontraban en París, le compraron varias de sus obras.
Al final de la Exposición Quinquela fue homenajeado y ante todos los presentes ofreció un discurso donde remarcó, su agradecimiento al presidente de la Nación Argentina. "Mi viaje a Francia se debe al presidente Alvear, que simpatizó con mi obra y quiso que la presentara al juicio de París."
Quinquela había establecido muy buena relación con el presidente Marcelo T. de Alvear y su esposa, doña Regina Paccini quienes solían visitar su taller y eran grandes admiradores de su obra. En una oportunidad Quinquela donó dos murales para la Casa del Teatro, institución construida por iniciativa de la señora de Alvear.
Al regreso de París, se embarcó (a fines de 1927) a bordo del vapor American Legión, con destino a New York. Allí expuso en los salones de la Anderson Galleries. El señor Havemeyer, compró dos obras: Día de Sol y Día Gris en la Boca, que más tarde donó al Metropolitan Museum de New York, y el resto de su obra fue adquirida por coleccionistas particulares.
Durante su estancia en New York se vinculó con la escultora y dueña de una galería de arte, Georgette Blandi quien siguiendo la costumbre norteamericana de apadrinar exposiciones, auspició su exposición en esta ciudad. "Me quedó el recuerdo de una de las mujeres más interesantes, inteligentes y bondadosas que conocí a lo largo de mis viajes por el mundo."
En New York permaneció unos meses y, al final de esa estadía, recibió una invitación de Conde Ribero, director del Diario de la Marina de la Habana, quién deseaba que Quinquela expusiera en su país. Respondiendo a esta invitación expuso en los salones del diario, cuyo director adquirió uno de sus cuadros.
En 1929, viajó a Italia, a bordo del Vapor Comte Verde. Expuso en el Palazzo delle Exposizione, la embajada argentina en Roma le dio el auspicio y el embajador, dr. Fernando Peréz, actuó de padrino de la muestra. Su majestad, el rey Víctor Manuel III, visitó la exposición y Benito Mussolini, impactado por sus obras, lo declara: Lei e il mio pittore.
Vendió varias obras, en el Museo de Arte Moderno de Roma quedó la pintura Momento Violeta, elegido en su oportunidad por el Duce.
En 1930, preparó su última exposición al exterior, está vez fue con destino a Inglaterra a bordo del Vapor Arlanza. En Londres expuso en la Galería Burligthon. Entre los museos que adquirieron los cuadros de Quinquela figuran: Museo de Arte de Londres, cuyas obras fueron donadas por Mr. Duvin, Museos de Birmingham, Sheffierd, Swansea, Hardiff, Nueva Zelandia y el del Palacio de Saint James, perteneciente al príncipe de Gales. El cuadro que allí se encuentra se llama Puente de la Boca y fue un regalo oficial que le hiciera el presidente Alvear a Eduardo de Windsor, cuando éste visitó la Argentina.
Este fue el último viaje que realizó Quinquela Martín. Fue invitado a exponer en Japón y Alemania pero desistió de dichas invitaciones. Sólo siguió exponiendo en distintos lugares de nuestro país. Atrás quedaron aquellos tiempos en que un pintor molestaba pintando en el muelle de la Boca. "Hoy hay un clima artístico en la Boca, y el pueblo siente por el arte una admiración y un respeto que no son inferiores a su entusiasmo por el fútbol."
En su recorrido por las distintas capitales europeas, Quinquela conoció las más ilustres personalidades. En todos los países que visitó la crítica fue muy elogiosa con sus obras y cada exposición estuvo acompañada de una gran cantidad de público. Fue agasajado en los lugares donde estuvo y rechazó todo tipo de condecoraciones. En Italia quisieron condecorarlo como "Cavallero Oficiale", en París propusieron integrarlo a la Legión de Honor, y en España, denominarlo como el "Primer Pintor Argentino" en el Museo de Arte Moderno de Madrid. "Yo me sentía ante todo pintor de la Boca, y por mi sensibilidad de artista de barrio y mi condición de carbonero del puerto no me consideraba preparado para aceptar tales homenajes."
Quinquela ha dejado muestras de su arte en todos los museos y galerías más importantes del mundo. A través de su producción plástica supo mostrar la identidad de su barrio, al cual siempre volvió y se encuentra intimamente ligado. "Habrá de disculpárseme, pues, si un amor y una convivencia que ya duran medio siglo, me llevaron algunas veces a embellecer las cosas y los seres de un barrio. Esa adhesión y ese sentido me conquistaron el título de pintor de la Boca, que es el único a que aspiro y el que me corresponde en realidad."
Quinquela, un tributo a la amistad
Nacimiento de La Peña
La Peña fue un lugar donde se concentró la vida literaria y artística de la ciudad de Buenos Aires. Allí se organizaban conciertos, exposiciones, conferencias, audiciones poéticas, lectura y comentarios de libros.
Entre los artistas e intelectuales que desfilaron por La Peña, se encontraban: Alfonsina Storni, Baldomero Fernández Moreno y Juana de Ibarbourou. Fue escenario de grandes conciertos interpretados por el gran pianista Arturo Rubinstein y Ricardo Viñes, entre otros. También expusieron allí sus esculturas Riganelli, Capurro y Luis Perlotti.
Tuvo su origen en el café de La cosechera de la calle Perú y Avenida de Mayo pero más tarde se trasladó al sótano del Café Tortoni, gracias a la generosidad del dueño del lugar el señor Pedro Curuchet, quien dejó asentadas las premisas para esta agrupación. "Aquí se puede conversar, decir, beber, con mesura y dar de su savoir faire la medida. Pero solo el arte y el espíritu tienen el derecho de sin medida manifestarse aquí. (Palabras de Pedro Curuchet, dueño del café Tortoni, cuando le ofrece el sótano del café al Grupo de La Peña)."
Entre sus asiduos asistentes se encontraban, Francisco Isernia, Tomás Allende Iragorri, Antonio González Pintos, Juan de Dios Filiberto, Carlos de Jovellanos, y Quinquela Martín, uno de sus principales fundadores y animadores de esta peña.
La Peña quedó inaugurada en mayo de 1926, y la finalidad que persiguió fue fomentar la protección de las artes y las letras, sobre la base de un criterio ecléctico.
También se rindió homenaje a artistas desaparecidos. Tal fue el caso de Alfonsina Storni, fallecida el 25 de octubre de 1938, compañera de La Peña, a quien el escultor Luis Perlotti, levantó en la Rambla de Mar del Plata, un monumento, que recuerda a nuestra querida e inolvidable poetisa.
La Orden del Tornillo
Desaparecida la Peña, el grupo de artistas e intelectuales que allí se daban cita, comenzaron a hacerlo en el Atellier de Quinquela, de la Vuelta de Rocha. Así fue como todos los domingos se reunían en ese lugar.
En cierta oportunidad el ceramista y amigo de Quinquela, J. Lucio Rodríguez, llamado el poeta de las pátinas, le propuso una idea jocosa, divertida y fuera de lo común. Consideró que los locos debían ser merecedores de honores y agasajos. Llamaron locos a aquellas personas cultoras de la verdad, del bien, y de la belleza de espíritu. Así nació en 1948 La orden del Tornillo eligiéndose a Quinquela Gran maestre de la Orden.
Todos los que se destacaron por su bonomía espiritual, fueron premiados y agasajados, dejando a un lado el cargo o jerarquía que dentro de la sociedad pudiesen ocupar. Entre ellos se encontraba a un número variado de personas que se desempeñaban como artistas, embajadores, benefactores, músicos, periodistas y poetas.
La ceremonia consistía en una comida, una serie de humoradas y la entrega del Tornillo. Luciendo mi uniforme de gran maestre, con abundancia de jalones y orlado de simbólicos tornillos, entrego a los nuevos miembros de la Orden el diploma que los acredita como tales… y coloco con aparente solemnidad la preciada condecoración, consistente en un gran tornillo dorado, que pende de un cordón de color.
Alrededor de trescientas, fueron las personas a las que Quinquela les rindió homenaje a lo largo de estos encuentros.

PUENTE VIEJO, aguafuerte original firmado y dedicado "A la espiritual escultora Ernestina Azlor, Quinquela Martín", abajo a la derecha, titulado al centro.
Mide: 64,5 x 50 cm.
Quinquela benefactor
"Cuanto hice y cuanto conseguí, a mi barrio se lo debo. De ahí el impulso irrefrenable que inspiró mis fundaciones, todas ellas afincadas en la Boca. Por eso mis donaciones no las considero tales, sino como devoluciones. Le devolví a mi barrio buena parte de lo que él me hizo ganar con mi arte. Los dos los siento como fundidos dentro y fuera de mí mismo."
Quinquela donó al barrio de La Boca, cinco terrenos, que se convirtieron en instituciones con fines diferentes, beneficiando a la comunidad en su conjunto.
Muchas veces por querer llevar adelante sus proyectos, se vio envuelto en una serie de inconvenientes burocráticos, que hicieron temer la realización de cualquiera de sus obras, pero al final de todo, logró su cometido.
El 19 de julio de 1936, se inauguró su más ansiado proyecto, la Escuela-Museo, Pedro de Mendoza. Debió enfrentar la oposición de las autoridades del Consejo de Educación, por querer decorar el interior de las paredes de la Escuela. Argumentaban que las aulas decoradas distraerían la atención de los estudiantes. ¡Qué ironía!. Lo que más ansiaba hacer Quinquela, se lo negaban.
En el artículo aparecido en el diario Crítica, el 17 de agosto de 1933, titulado Quinquela Martín regaló un gran terreno para construir tres escuelas, afirmó "Los niños reciben instrucción en edificios no sólo fríos desde el punto de vista físico sino, lo que es más importante, desde el punto de vista moral. Yo me proponía al presentar mi iniciativa a consideración del Consejo, abrir un horizonte nuevo al niño ¿Qué mejor vehículo, para su imaginación e inteligencia, que rodearlo de un ambiente artístico?."
Pero Quinquela, hizo caso omiso a la negativa. Preparó en su taller, sobre chapas de celotex, los motivos que adornan la Escuela. Sólo un mural pudo pintar al fresco, Carnaval en La Boca, los demás debió colocarlos sobre las paredes del edificio.
Consideraba, además, la técnica de la pintura mural como una necesidad patriótica y daba el ejemplo de un país como México, donde sus artistas habían desarrollado esta técnica en diversos edificios de carácter público: mercados, iglesias, escuelas y teatros. "Necesitamos una pintura mural inspirada en nuestro pasado histórico, en nuestro folklore, en la lección moral del trabajo. Los gobiernos deben proteger esta rama del arte. La pintura mural es una necesidad patriótica."
Quinquela, fundó así la primer Escuela-Museo del país. Dos años después se inauguró el primer Museo de Bellas Artes de la Boca, en el mismo edificio de la Escuela. En este Museo, Quinquela quiso que estuviesen representadas no solamente sus obras sino la de otros artistas argentinos en sus distintas disciplinas: escultura, dibujo, grabado y pintura. Así, lo dejó expresado en el reglamento publicado por el boletín del Consejo: "El Director del Museo se obligará a mantener a éste dentro de la línea tradicional figurativa es decir, deberá (el Museo) representar la realidad argentina, para difusión de la cultura popular y de los niños. Por lo tanto no podrán ingresar al Museo obras abstractas o sus derivados, ni futurismos, ni tachismos u otros ismos, por haber ya en la Capital muchos destinados a esas tendencias."
En 1944, Quinquela donó el terreno contiguo a la Escuela, Pedro de Mendoza. En él se levantó el Jardín de Infantes, inaugurado el 23 de octubre de 1948.
La decoración estuvo a cargo del pintor Roberto Rannazzo y representa escenas y personajes infantiles. También Quinquela hizo su aporte, a través de un gran mural, Descargando zapallos, de 4,30m. x 5,00m. en esmalte sobre hierro, donde se representa un motivo portuario. En los distintos ámbitos de la escuela como las aulas, los patios y la cocina reina el color así como también en los recipientes donde comen y toman la leche los chiquitos.
Años más tarde, Quinquela hizo otra donación. Esta vez fue un terreno que se encuentra ubicado al lado de la Escuela Museo, destinado a la construcción de un Salón - Teatro de actos para niños. El presidente del gobierno provisional de la Nación, el general Pedro Eugenio Aramburu, por nota del 14 de octubre de 1957, hizo saber su voluntad de aceptar la donación y que "reafirmaba la simpatía con que recibía mi generoso gesto."
En el teatro, Quinquela, colaboró con la decoración, pintando ocho grandes murales, seis de ellos de 4 m. de ancho x 6 m. de alto, destinados al teatro y otros dos de 4 m. x 4 m., para el vestíbulo del mismo. Finalmente el teatro de la Ribera quedó inaugurado en el año 1971.
La escuela primaria Pedro de Mendoza, el Museo de Bellas Artes de la Boca, el Museo de Escultura al Aire Libre (ubicado en la terraza del 2° piso del Museo), el Jardín de Infantes, el Teatro de la Ribera y la casa estudio Benito Quinquela Martín (ubicada en el 3° piso del Museo, donde podemos ver una colección de sus obras, muebles, y demás objetos de su pertenencia), edificados todos sobre terrenos donados por Benito Quinquela Martín, son propiedad del Consejo Nacional de Educación. Estos edificios tienen la particularidad de comunicarse entre sí y conformar un verdadero complejo cultural que nos ha legado nuestro artista de La Boca.
Entre otras donaciones realizadas por Quinquela, en el barrio de La Boca se encuentran los terrenos sobre los cuales fueron edificados:
El Lactarium Municipal N°4, inaugurado el 4 de octubre de 1947.
La Escuela de Artes gráficas, inaugurada en 1950.
El Instituto Odontológico Infantil: inaugurado el 1 de abril de 1959.
En el Instituto Odontológico, al igual que en el Jardín de infantes, el color es el centro de atención. No solo las paredes tienen color, sino también los equipos y sillones con que se atiende a los niños, así como los guardapolvos de dentistas, enfermeros y mucamas.
Pero la generosidad de Quinquela, no se limitó solamente al barrio de La Boca. Sería imposible citar aquí, la totalidad de obras de bien público en las que ha participado, dejando muestras de su infinito amor al prójimo
Sin duda, alguna, en Quinquela existió un ser humano maravilloso, de una grandeza moral y espiritual incomparable.

CHIMENEAS EN LA BOCA, grabado al aguafuerte firmado abajo a la derecha Quinquela Martin. Al centro titulado.
Mide: 50 x 65 cm.
Aproximación a la estética de Quinquela
Los inicios
"Hubo una época primera, muy corta de tanteos, en la que ensayé todo, acuarela, pastel, óleo, y busqué distintos temas, hice desde ratones hasta paisajes, cabezas de mis compañeros del puerto y desnudos, hasta que al fin encontré mi mundo."
Benito Quinquela Martín comenzó a indagar en la plástica en los inicios de su adolescencia cuando utilizaba sus ratos libres, luego de trabajar como peón de descarga junto a su padre adoptivo en el puerto de la Boca, para dibujar y realizar bocetos.
Bajo la influencia de Alfredo Lazzari incorporó el gusto por lo luminoso, soltura dibujística, riqueza cromática. Las obras producidas en este período se caracterizaron por el empleo de pinceladas evidentes, empastes medidos, luminosidad, cromatismo cálido, materia rica y equilibrio de la composición, como puede observarse en la obra Paisaje de la Boca realizada en 1910.
Lazzari permitió desarrollar en Quinquela la libertad expresiva, la posibilidad de manifestar su temperamento, de encontrar su lenguaje propio. Solía decirle "debes ser tú y no otro".
Reafirmación de su lenguaje pictórico
"Como me tomé al pie de la letra aquel concepto del maestro Lazzari sobre la libertad en el arte, me declaré enseguida artista libre y no volví más a la academia. "
Un hecho fortuito ocurrido años después vinculó al artista con el pintor Pío Collivadino quien se desempeñaba como director de la Academia Nacional de Bellas Artes. Esta presencia significó el inicio de una época de exposiciones nacionales e internacionales que acompañaron el proceso de reafirmación de su lenguaje artístico. A partir de ese momento, las obras adquirieron mayores dimensiones, la espátula reemplazó al pincel, cambió su firma Chinchella por Quinquela y la Boca, el riachuelo, sus barcos y la vida portuaria, cobraron mayor importancia. Me volví entonces hacia el puerto de las Boca. "Allí todo me era más fácil, la atmósfera y las cosas estaban en mi retina desde hacía años, no había objeto que no me fuera familiar, sabía cómo se movía cada músculo del cuerpo al cargar o al descargar; las cosas me salían solas porque conocía sus estructuras." Los barcos, la vuelta de Rocha y el Riachuelo se convirtieron desde entonces en motivos principales de sus pinturas.
La Boca: su gran taller
"El puerto de la Boca es mi gran tema, el que concuerda más con mi sensibilidad y no saldré de él. Cada artista debe consagrarse a lo suyo: lo esencial no es renovar los temas sino renovarse uno mismo, dentro de los temas crear nuevos mundos sin salir de ellos. Espero haberlo conseguido, porque he puesto mi alma en lograrlo."
La producción artística de Quinquela se caracterizó por re-crear el universo inmediato, el puerto de la Boca. Representó en sus obras el Riachuelo y la vuelta de Rocha, la intensa actividad, el movimiento, el ritmo del trabajo, (rudas faenas de los barcos, talleres metalúrgicos, fundiciones), el río, las grúas, los astilleros, barcos anclados o en reparación, amarrados o cargando cereales, frutas o carbón, proas, mástiles, distintos momentos del día en el puerto, paisajes, resplandores de efectos de sol, aguas turbias, cielos, humos, movimientos, luz y energía.
"Todo aquello estaba allí, iba unido a mi vida, yo lo veía y lo vivía diariamente, lo llevaba dentro y fuera de mí. Lo único que me faltaba era expresarlo, copiarlo, interpretarlo y convertirlo en obra de arte. La vuelta de Rocha era ya por sí misma una obra de arte. Un cuadro natural y magnífico, siempre igual y siempre diferente. Allí estaban los trabajadores del mar, del río y del puerto con sus largos días de dura faena y sus breves horas de descanso y de fiesta."
Si bien el paisaje y la vida boquense están presentes en varias obras de otros artistas argentinos, es sin duda Quinquela Martín "el pintor de la Boca", no sólo por haberla tomado como tema casi exclusivo de sus obras sino porque él estuvo siempre unido vitalmente a su barrio, solía decir que la Boca toda era su taller.
Fue un auténtico pintor de motivos populares. No copió la realidad en la que estaba sumergido sino que la interpretó con profundo sentir traduciéndola en un lenguaje plástico propio. "No me considero atado ni siquiera al realismo... la realidad puede ser un punto de partida pero no de llegada... frente a ella no me considero un copista sino un intérprete. Siempre entendí que el artista debe reflejar en sus obras el estado de la época en que vive de ahí que mis cuadros representen siempre una escena de intensa actividad humana. Mi tema, mi especialidad es el puerto y el obrero, creo que es mi deber como argentino pintar lo nuestro, este puerto y sus hermosas gentes."
Ejes temáticos
"Cuando empecé a pintar barcos noté que lo hacía con fluidez y alegría, me había encontrado."
La obra de Quinquela abordó la vida portuaria, la vuelta de Rocha y el puerto boquense donde la presencia del barco y el trabajo del hombre constituyen los principales ejes temáticos. Interesado por la situación de los barcos, registró los acontecimientos relacionados con diferentes situaciones marinas, documentando mediante recortes periódicos y fotografías (guardados en su archivo particular), aspectos trascendentes de la vida de aquellos. En la obra Buque en reparación Quinquela puso el foco de atención y el peso compositivo en el barco que constituye el protagonista principal de la obra y utilizó el contraste marcado para acentuar su presencia significativa. Acentuó la actividad de los calafateros que están reparando el barco. La profundidad está lograda por una diferenciación entre las escenas de gran tamaño de los primeros términos y las pequeñas de los últimos. Estos planos se integran mediante el espacio sugerido por el agua y el cielo.
"Considero que el barco tiene tres momentos: el nacimiento en el astillero, la vida activa en las aguas y la muerte en el cementerio de barcos. Como los seres humanos los barcos pasan por tres etapas esplendor, reparación y cementerio."
Estos diferentes momentos están relacionados, en la obra del artista, con los fenómenos de la naturaleza (amanecer, crepúsculo, tormenta, escarcha, lluvia) y con la presencia de la figura humana (captada en intensa actividad o en actitud contemplativa) o con su ausencia.
Describió la vida del Riachuelo animada por muchedumbres activas durante diferentes horas del día. Consustanciado con su medio tradujo el paisaje físico y humano, el trabajo del hombre portuario y su trajinar permanente.
En Día de trabajo la escena representa la actividad en el Riachuelo, con barcazas próximas a la ribera y el embarcadero con hombres cargando y estibando bultos. Aplicó la perspectiva aérea, impuesta por su visión desde lo alto, obteniendo como resultado un espacio profundo. Los primeros planos describen la actividad de los estibadores, los intermedios muestran construcciones sobre la costa y el puente que cruza el Riachuelo. En último término se observan edificios con chimeneas humeantes y el cielo. Las formas pierden nitidez, se desdibujan los contornos y se fusionan con el fondo. La atmósfera y los colores empleados aluden a un día gris, después de la lluvia. Esto se evidencia en los charcos sobre el piso y en el tratamiento particular del agua y del cielo. La factura se caracteriza por un empaste denso y vibrante. Las escenas que aluden al trabajo están tratadas con una paleta tonal baja, en tanto el Riachuelo y el cielo, por el contrario, resultan más iluminados.
Quinquela dignificó el trabajo. En las obras donde la faena portuaria cobra importancia, trató la figura humana como silueta esquemática curvada, distribuida en repetición rítmica, acentuando la idea de la intensa actividad como puede apreciarse en Descarga de carbón . Representa la actividad y agitación de las horas de trabajo. Escenas de gran dinamismo, sobriedad colorística, paleta sin fuertes contrastes. El espacio es escenográfico, amplio ambiente portuario, donde figuras y atmósferas se integran en un espacio profundo, la aplicación de la perspectiva aérea y la elevación de la línea del horizonte, procedimientos que permitieron al artista representar numerosas escenas a partir de la estructuración de varios planos.
"¿ Ve usted aquellos hombres que descargan carbón? Yo también lo hice. Yo también descargué carbón de los barcos anclados en la Boca. Mis hombros saben cómo los encorva aquella faena prolongada bajo un sol calcinante. Eso era trabajar para poder trabajar más; me empleaba como descargador una semana para poder pintar la semana subsiguiente."
En la serie cementerio de barcos Quinquela aplicó colores desaturados, una paleta tonal baja y una figura humana ausente o en actitud pasiva o contemplativa como puede observarse en Restos de gloria, Ternura espiritual, Reencarnación y en Exclamación. No obstante, en Anunciación y en Los dos amigos se percibe un puerto activo en la representación imaginaria de altos edificios y chimeneas humeantes de la orilla opuesta. Creó e incorporó elementos nuevos a voluntad según sus necesidades artísticas. Afirmó "Lo subjetivo y lo objetivo se complementan en el acto de la creación." Es un aspecto diferente de Quinquela, artista enamorado del movimiento, que en esta serie transmite soledad, melancolía, serenidad y esperanza (11)HotwordStyle=BookDefault; .
Otro eje temático abordado por el artista fue el del fuego como protagonista con activa presencia del trabajo relacionado con el puerto. Quinquela recurrió a la transfiguración de la imagen en función del mensaje esencial del tema representado. En Fundición de acero el foco de atención está puesto en el fuego en movimiento, con colores cálidos que utilizó para acentuar las zonas iluminadas (rostros y contornos de los trabajadores), en violento contraste con los colores fríos que equilibran la obra. La composición es dinámica, está estructurada a partir del fuego que irradia múltiples direcciones expansivas. Manifestó una tendencia expresionista en los rostros deformados, facciones toscas y fauces abiertas de la figura humana transformada como resultado de un proceso voluntario.
Además, incursionó en otros temas relacionados con imágenes en el cielo, barcos accidentados, escenas populares y creencias religiosas.
Campos disciplinares
Fuera de la pintura realizó numerosos grabados, (Quinquela fue un notable dibujante tal como lo prueba su serie de aguafuertes), técnica que había adquirido junto a Facio Hebequer. "Facio era un excelente grabador, viéndolo trabajar a él aprendí yo a grabar. El grabado es casi artesanal, yo busqué con él expresar la fuerza."
En los grabados, recogió temas de raíces populares ofreciéndolos como espectáculo a su pueblo. El hombre aparece casi siempre como individuo más personalizado, con gran fuerza expresiva, de formas fuertes y con deformaciones determinadas por factores subjetivos. En algunos de ellos captó la sustancia más profunda de las cosas, y la temática acentuó aspectos relacionados con la condición humana. Motivos como el puerto (Elevadores), el trabajo (Día de los trabajadores), fiestas populares (Cancionera), creencias (Procesión a bordo), el dolor (Estibador herido), la desocupación (Una limosna), el mundo de los trabajadores exhaustos y oprimidos (Noche de invierno) se ven reflejados en este campo disciplinar.
En los murales, Quinquela se inspiró en nuestro pasado histórico, en nuestro folclore y en la lección moral del trabajo. Los temas fueron siempre el trabajo y escenas populares con figuras recias y por lo general arquetípicas. Revalorizó en ellos al hombre, subordinando el paisaje. "Para que las representaciones impongan una respetuosa atención, deben ser grandes, llamativas e imponentes." La función educativa adquirió en ellos significativa importancia no sólo por el contenido de las obras, sino también por el emplazamiento seleccionado (clubes, hospitales, bancos, escuelas, teatros, comedores para obreros, estación de subterráneo, facultad, etc.).
En la escuela N° 9 Pedro de Mendoza se encuentran entre otros Carnaval en la Boca , (fresco ubicado en el patio cubierto. Evoca la costumbre barrial del festejo del carnaval describiendo personajes como el gaucho, el indio y el inmigrante. Alude a los instrumentos musicales, el carro tirado por caballos, las murgas, barcos, máscaras, disfraces y a un palco con la presencia de la comisión vecinal del barrio) y Cargadores de carbón, óleo emplazado en el aula Thibón de Libián, en el cual representó el trabajo en un ambiente donde las enormes e imaginarias chimeneas enmarcan la esforzada y expresiva tarea de los obreros del puerto. Las figuras son recias y corpulentas con deformaciones expresivas que realzan el esfuerzo humano, intencionalmente desproporcionadas para lograr este efecto.
Quinquela, interesado en incorporar el color a la vida cotidiana, trabajó además con pintura aplicada sobre diferentes soportes no convencionales (pianos , ataúd, recipientes de cerámica , ómnibus, etc.)
Fases, recursos y medios seleccionados en la realización de sus obras
"Construyo mentalmente la obra, que me persigue a veces durante días, y aún meses, pero cuando voy al cuadro, ya la he pintado en mi interior, de modo que la realización es rápida. Pinto casi todo de memoria, las cosas que aparecen en mis cuadros existen en la realidad, sólo que organizadas de otra manera, yo las traigo a la tela a medida que las necesito, voy sacando del archivo de la memoria lo que me hace falta."
El proceso de realización lo iniciaba dibujando primero con carbonilla, para esbozar la obra y poner luego el color con la espátula , instrumento que usó casi exclusivamente en reemplazo del pincel desde 1918. Este uso espatular significó que sus obras presenten un rico empaste. "Mi pulso es enérgico y necesito un instrumento de fuerte temple. Hago rebajar una cuchara de albañil y me presta excelente servicio. Esta espátula da en un mismo golpe, según la presión, gamas colorística que no se obtienen con el pincel. Permite pocos retoques, yo trabajo muy rápido, empiezo muy temprano y sigo trabajando hasta terminar la obra."
Aplicó el color sobre la superficie del campo visual, con un gesto espontáneo. Es decir, que se anticipó en décadas al informalismo, en relación con la presencia significativa de lo matérico y con la importancia del gesto ejecutor como expresión de una actividad vital.
Sus obras resultan de un vigoroso espatular, que pone de manifiesto su temperamento, y de un proceso de organización mental. Parte de un conocimiento profundo de su medio, la atmósfera, los objetos, su gente y el trabajo portuario que reconstruye de acuerdo a sus necesidades.
La materia evidente es una constante en las obras del artista, la variación se produce en la dosificación que en algunos casos alcanza espesores inesperados. Su distribución sobre la superficie del campo visual varía de espesor en las distintas zonas de la misma obra y en las diferentes producciones artísticas.
El modo de representación espacial es de concepción monumental aún en obras de pequeñas proporciones. En algunas creó ámbitos de expansión de los objetos figurados, empleó líneas constructoras multidireccionales, que muchas veces se proyectan hacia afuera, aspecto que se percibe como un desbordamiento de la composición de los límites del campo visual según se observa en la pintura A pleno sol .
El ámbito, el espacio representado, es cambiante. Quinquela compuso con gran libertad y alteró cuantas veces creyó necesario la aplicación de la perspectiva en función de la expresión. En esta obra utilizó la aérea, impuesta por su visión desde lo alto (ventanales del estudio). En otras, modificó la posición del observador respecto al medio, colocándolo a la altura del suelo y ubicó la línea del horizonte por debajo de la mediana horizontal del campo visual (Buque en reparación y Restos de la fragata La Argentina).
Tuvo un modo particular de manejar el color, según la naturaleza de la temática seleccionada para su obra. Modificó el color local, algunas veces lo aplicó en el mismo cuadro con procedimientos diferentes: zonas de colores puros combinadas con desaturados mezclados en la mesa de trabajo, otras en oposición bipolar (cálidos - fríos), o engamados. Volcó con libertad, sin ataduras, los colores sobre la tela según lo necesitó, para crear la atmósfera adecuada al momento del día que quería representar.
En algunas de sus obras se evidencia cierta paleta fauve, en el empleo de colores puros, plenos, fuertes contrastes cromáticos y exaltación del color. En Crepúsculo dorado , recurrió a la bipolaridad, cálidos fríos, en Día luminoso aplicó colores plenos en las barcazas y en Atardecer, utilizó una amplia paleta cromática con colores puros y desaturados volcados con total libertad sobre la superficie del campo visual. En estas tres obras predomina un clima de quietud y serenidad con presencia de pequeñas embarcaciones subordinadas al motivo principal de la obra referido a los diferentes momentos del día. En ellas la figura humana pierde importancia, aparece apenas insinuada, en actitud pasiva y contemplativa. El cielo y el agua se tiñen del mismo color con diferencias sutiles. La línea de horizonte está ubicada alta y remarcada con la representación de una silueta de barcaza diferenciada claramente del entorno atmosférico por su color.
Quinquela captó los reflejos, creando un efecto de movilidad mediante la utilización de un espatular horizontal y ondulante.
En otras obras, el artista de la Boca, eligió una paleta atemperada, suave y con colores desaturados y de escasos contrastes cromáticos (Ternura espiritual ).
En Crepúsculo recurrió a un color como dominante, con una paleta tonal reducida casi a la monocromía, partió del rojo, desaturándolo al matiz. Acentuó la monumentalidad del barco que ocupa gran parte del campo plástico contrastando con el intenso rojizo del fondo. Hasta el agua está teñida del color del cielo. A pesar de la actividad, las figuras representadas como siluetas, pasan desapercibidas, pues se fusionan por color con el buque en reparación.
En otros casos la paleta fue más amplia (A pleno sol ). "Me paso un mes persiguiendo colores, ideando formas, sintiendo imágenes y en pocas horas vuelco todo como un torrente. Preparo mis telas o cartones con blanco de cinc, luego con una carbonilla aboceto la obra. Cuando pinto, sin embargo, no me ato demasiado a ese boceto inicial y aprovecho las ideas que tumultuosamente aparecen en el momento. Tampoco me esclavizo al modelo. Yo agrego lo mío al cuadro y si necesito un rascacielos, lo pongo en el horizonte. Me gusta trabajar con generosidad de materia, me expreso con rapidez. La idea parte de una impresión, de un cielo fugaz, de unas nubes pasajeras, de una luz rosada o violácea. "
"El color nace con uno, es instintivo, elegí el color para las flores y el paisaje, para mis barcos y mis cielos, para este riachuelo que prolonga mi vida hacia un río de cambiantes tonos. El color nunca muere, y yo entre colores seguiré viviendo, iré prendido a los colores hasta después de muerto". (13)HotwordStyle=BookDefault; Con este criterio, Quinquela pintó su propio ataúd "este lugar será el santuario para mi después". Para la superficie exterior utilizó una amplia gama de colores en sucesivas franjas de celeste, verde limón, verde lino, rojo, azul, amarillo y marrón, en la tapa pintó una cruz y un barco y en el interior parte de rosa y parte con los colores de la bandera argentina. "El color no tiene fin. Cada color expresa un momento, una emoción y como yo quiero rendir homenaje a los colores aún después de muerto, pinté yo mismo mi ataúd con los colores argentinos por dentro, y por fuera con los siete del arco iris. "
Artista instintivo, subrayó las características expresivas de la realidad, creando una nueva visión. Vivió contemplando el puerto, trasladándolo a la tela para exaltarlo a través de una materia densa, de fuertes empastes e intenso espatular y de una variada y rica paleta tonal. Hacedor incansable, ocupó un lugar significativo como ser humano y artista ejemplar. Trasladó a sus obras el sentimiento profundo que despertaban en él su barrio, su gente y su lugar de pertenencia. Destacado exponente del arte nacional, de libre temperamento, sin ataduras, elevamos a Benito Quinquela Martín a la categoría de paradigma a través de su estética singular.

CHIMENEAS EN LA BOCA, grabado al aguafuerte firmado abajo a la derecha Quinquela Martin. Al centro titulado.
Mide: 50 x 65 cm.
Exposiciones en el país
1910: Sociedad Ligure de Socorros Mutuos. La Boca. Bs. As.
1914: Primer Salón de Recusados. Bs. As.
1918: Galería Witcomb. Bs. As.
1919: Jockey Club. Bs. As.
1920: Galería Witcomb. Mar Del Plata.
1924: Asociación Amigos Del Arte.
1931: Museo de Bellas Artes Rosa Galisteo de Rodríguez. Santa Fe.
1943: Museo Provincial de Bellas Artes. Tucumán.
1944: Galería Witcomb. Bs. As.
1949: Salón de Artes Plásticas. Mendoza.
1949: Museo Provincial de Bellas Artes. La Plata.
1950: Museo Municipal J. B. Castagnino. Rosario. Santa Fe.
1953: Galería Witcomb. Bs. As.
1954: Museo Municipal de Bellas Artes. Bahía Blanca. Bs. As.
1955: Museo Provincial de Bellas Artes Emilio H. Caraffa. Córdoba.
1956: Palacio Municipal de Tres Arroyos. Bs. As.
1956: Salón del Honorable Consejo Deliberante de Coronel Dorrego. Bs. As.
1957: Asociación de Arte Impulso. Bs. As.
1958: Museo y Academia Municipal de Bellas Artes. Tandil. Bs. As. Exposición "Orden de la Dama de Elche". La Plata.
1959: Salón Dorado de la Municipalidad de La Plata. Bs. As.
1961: Galería Witcomb. Bs. As.
1964: Muestra Rodante de Artistas Plásticos Argentinos. De Retiro (Bs. As. ) a Jujuy.
1971: Salón del Jockey Club de la Provincia de Bs. As. La Plata. Bs. As.
1974: Palais de Glace. Bs. As.

AMARRANDO, grabado al aguafuerte firmado abajo a la derecha Quinquela Martin. Al centro titulado.
Mide: 64 x 49 cm.
Exposiciones en el extranjero
1920: Río De Janeiro. Brasil. Escuela Nacional de Bellas Artes.
1923: Madrid. España. Círculo de Bellas Artes.
1926: París. Francia. Sala Charpentier.
1928: Nueva York. Estados Unidos. Anderson Galleries.
1928: La Habana. Cuba. Salón del Diario La Marina.
1929: Roma. Italia. Palazzo delle Exposizione.
1930: Londres. Inglaterra. New Burligthon Galleries
1963: Montevideo. Uruguay. Jockey Club de Montevideo.

LA GRAMPA, grabado al aguafuerte firmado abajo a la derecha Quinquela Martin. Al centro titulado. Al dorso certificación del Dr. Guillermo de la Canal.
Mide: 64 x 50 cm.
Museos y Galerías que poseen su obra
Museo de Bellas Artes de la Boca. Buenos Aires.
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de Madrid.
Museo de Luxemburgo de París.
Museo Metropolitano de Arte de Nueva York.
Galleria Nazionale DArte Moderna di Roma.
Palacio de Guanabara. Río de Janeiro.
Museo de Arte Moderno de Londres (Tate Gallery).
Museo de Birmingham. Inglaterra.
Museo de Cardiff. Inglaterra.
Museo de Sheffield. Inglaterra.
Museo de Swansea. Inglaterra.
Galería Saint James Palace. Londres.
Museo Otago de Nueva Zelandia.
Museo de Bellas Artes de Santiago de Chile.
Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires.
Museo de Bellas Artes de Montevideo.
Museo de Bellas Artes de Jerusalén.
Museo Colonial de Bellas Artes de Corrientes.
Museo Municipal de Bellas Artes Castagnino. Rosario. Santa Fe.
Museo de Bellas Artes de Río de Janeiro. Brasil.
Museo Provincial de Santa Fe.
Museo Provincial de Bellas Artes de Mendoza.
Museo Hispanoamericano Dámaso Arce. Olavarría. Buenos Aires.
Museo de Bellas Artes de Paraná.
Museo de Arte de Bahía. Brasil.
Museo de Arte Moderno de Hyogo. Puerto de Kobe. Japón.
Museo de Artes Plásticas de Mercedes. San Luis.
Museo de Bellas Artes de Kamakura. Puerto de Kanagawa. Japón.
Museo de Bellas Artes de Lincoln. Buenos Aires.
Museo de Bellas Artes de Suecia.
Museo de Tel-Aviv. Israel.
Museo de bellas Artes Rosa Galisteo de Rodríguez. Santa Fe.
Museo Municipal de Bellas Artes de La Plata.
Museo Municipal Ceferino Carnacini. Villa Ballester. Buenos Aires.
Museo Municipal de Artes Visuales de Chacabuco. Buenos Aires.
Museo Municipal de Bellas Artes de Pergamino. Buenos Aires.
Museo Municipal de Tandil. Buenos Aires.
Museo Municipal de Bellas Artes de Buenos Aires.
Museo Municipal de Esquel. Chubut.
Museo Nacional de Bellas Artes de Lima. Perú.
Museo Nacional del Grabado. Buenos Aires.
Museo Provincial de Bellas Artes de La Plata.
Museo Provincial de Bellas Artes Emilio Caraffa. Córdoba.
Museo Provincial de Bellas Artes de Tucumán.
Museo Provincial de Bellas Artes de La Pampa.
Galerías particulares: Chile, Alemania, Estados Unidos, Japón, Uruguay, Perú, Brasil