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¿Quién es aquel que de tanto vivir se enferma?
¿Quién es aquel que con alma torva y dolorida añora
Los fulgores de las lejanas primaveras?

Porque este vórtice de gusto y placer
Oculta tras sus tormentas de carmín una
Terrible y agobiante desventura…

¡Qué trago más amargo el del cáliz del Delirante!
¡Qué ausencia de vida en la misma vida!
¡Qué lamento carente hasta de tristeza!

¿Quién es aquel que de tanto perderse se halla?
¿Quién es aquel que de tanto llenarse se ha
Vaciado y de tanto embriagarse encontró

La Santidad? Pues el ser que calcina la carne
Y trasciende las férvidas ráfagas de la pasión,
Se libera; ¡y se pierde!... incluso se pierde

En lo ignoto, en lo místico, en lo divino,
En lo sobrehumano… ¡Ay del Delirante!
Cómo vaga por las riveras del infinito.



l. e. torres