Era una oscura noche de invierno. El ruido de la lluvia golpeando el techo me impedía dormir. Apenas cerraba mis ojos volvía a mí la imagen de aquella mujer. Su vestido blanco y su bello rostro marcaban en mi corazón una culpa. “¿Culpa de qué?”, me repetía constantemente. Deseaba poder recordarlo, pero mientras más lo intentaba parecía olvidar más cosas de las que poco sabia en ese momento. Intente dormir de todas las formas posibles sin un éxito inmediato. Aquella noche fue realmente más larga de lo normal.
La mañana parecía más agradable, desperté acompañado solo por la neblina que me vigilaba desde las ventanas que estaban en la parte superior de los oscuros muros. En el sombrío lugar poco y nada de luz había. El hambre me invitaba a levantarme, por lo cual me senté en la cama e intente bajar de la cama. “Espera”, pensé. “Esta no es mi casa”. Recién me percataba de que me encontraba en un lugar totalmente desconocido, las mesas con utensilios quirúrgicos y elementos médicos me hacían pensar que estábamos en una especie de hospital, solo que era una casa.
Camine hacia la puerta, la cual daba hacia un pasillo. Aparentemente la salida estaría al otro lado, por lo cual avance a través de él. Mientras avanzaba la voz de una mujer me dijo “No mires atrás. No mires la puerta”. Un escalofrió recorrió mi cuerpo. Esto no tenía explicación.
La habitación a la que llegue era exactamente idéntica a la de la que venía, solo que con la cama puesta en la esquina opuesta, al igual que la puerta. Me apoye en la cama, cerré mis ojos y me agaché. Los nervios me mataban. Al levantarme mire la puerta por la que venía “Que mierda pasa”, la puerta estaba en otro lugar. Me acerque a la puerta que según yo me llevaría a la salida, al mirar por la puerta escuche a mis espaldas “No salgas, morirás”. No sabía que pensar. Mi corazón palpitaba fuerte y el sudor frio bajaba por mi cuello. “Quien era esa mujer”.
Corrí hacia la otra puerta, al ver hacia el pacillo quede atónito. Estaba yo. Estaba mirándome.
No era un espejo, era yo de carne y hueso, solo que al medio del oscuro pasillo.
Retrocedí caminando lentamente, me oculté al lado de la puerta. Mire al cielo y luego cerré mis ojos. Al abrirlos me di cuenta de que había una sola puerta. Con temor me acerqué. No había nada. Crucé corriendo. Al salir estaba en una habitación vacía. No había ventanas, no habían puertas, decidí volver. La puerta no estaba.

La mañana parecía más agradable, desperté acompañado solo por la neblina que me vigilaba desde las ventanas que estaban en la parte superior de los oscuros muros. En el sombrío lugar poco y nada de luz había. El hambre me invitaba a levantarme, por lo cual me senté en la cama e intente bajar de la cama. “Espera”, pensé. “Esta no es mi casa”. Recién me percataba de que me encontraba en un lugar totalmente desconocido, las mesas con utensilios quirúrgicos y elementos médicos me hacían pensar que estábamos en una especie de hospital, solo que era una casa.
Camine hacia la puerta, la cual daba hacia un pasillo. Aparentemente la salida estaría al otro lado, por lo cual avance a través de él. Mientras avanzaba la voz de una mujer me dijo “No mires atrás. No mires la puerta”. Un escalofrió recorrió mi cuerpo. Esto no tenía explicación.

La habitación a la que llegue era exactamente idéntica a la de la que venía, solo que con la cama puesta en la esquina opuesta, al igual que la puerta. Me apoye en la cama, cerré mis ojos y me agaché. Los nervios me mataban. Al levantarme mire la puerta por la que venía “Que mierda pasa”, la puerta estaba en otro lugar. Me acerque a la puerta que según yo me llevaría a la salida, al mirar por la puerta escuche a mis espaldas “No salgas, morirás”. No sabía que pensar. Mi corazón palpitaba fuerte y el sudor frio bajaba por mi cuello. “Quien era esa mujer”.
Corrí hacia la otra puerta, al ver hacia el pacillo quede atónito. Estaba yo. Estaba mirándome.
No era un espejo, era yo de carne y hueso, solo que al medio del oscuro pasillo.
Retrocedí caminando lentamente, me oculté al lado de la puerta. Mire al cielo y luego cerré mis ojos. Al abrirlos me di cuenta de que había una sola puerta. Con temor me acerqué. No había nada. Crucé corriendo. Al salir estaba en una habitación vacía. No había ventanas, no habían puertas, decidí volver. La puerta no estaba.