Te damos la bienvenida a la comunidad de T!Estás a un paso de acceder al mejor contenido, creado por personas como vos.

O iniciá sesión con
¿No tenés una cuenta?
Otro cuento corto, espero q les agrade

Decisiones

El primer ministro entra exasperado, olvidándose la reverencia. Son momentos decisivos para el gobierno. La guerra parece inminente y lejos de llegar a fin.
- Alteza, el consejo de guerra lo aguarda. Los generales se encuentran en el salón principal.
Se remueve en su sillón incomodo. Se pasa la mano por su cara, para tratar de quitar todos los pensamientos que se revuelcan en su mente; pero es inalterable, es hora de enfrentar los problemas.
Asiente con la cabeza y se levanta del trono con lentitud. El primer ministro le abre la puerta, dándole paso primero y pronto se acopla a su paso. En el camino se hace un silencio entre ambos. La gran puerta de madera que da al salón de reunión parece más grande que nunca, como la entrada a una cueva oscura, desconocida y sin salida.
Los guardias, lo saludan, y lo dejan pasar. Una gran mesa redonda se encuentra en el medio del salón. 9 de sus 10 asientos están ocupados por los principales generales del reino.

El rey se acerca al lugar vacío Se sienta y observa atentamente al resto de los hombres. Hombres de guerra, duros, sin escrúpulos. Todos esperan la decisión final del rey, aunque ya no sea SU decisión. Ha recibido mucha presión de cada alto mando. El primer ministro se ubica a su lado. Trae consigo un papel enrollado. Lo despliega sobre la mesa con parcimonia, y le brinda el sello.

El rey lo contempla como si fuera el libro de los muertos, la peor de sus pesadillas traducidas a un montón de palabras, que en parte no ha llegado a terminar de leer, pero que entiende perfectamente. Ser un rey poco culto y sensible no le ha servido de mucho. Casi se ha convertido en un ejecutor, más que en aquel que toma las decisiones. Toma el sello real entre sus manos temblorosas. Todos los hombres se sienten aliviados al ver que todo se encuentra dispuesto.

El rey se detiene, y levanta la cabeza. Nuevamente los mira a cada general uno por uno, intentando descubrir lo que piensan. Se pregunta porque ven las cosas tan diferentes a él. Durante un minuto, que parece eterno, tan solo los mira. Por fin, toma un poco de aire y habla.
- No existe otra posibilidad. Aún estamos a tiempo.
-
Uno de los generales, del cuerpo de caballería, toma la iniciativa. Habla respetando a su rey, pero por costumbre, porque ya han perdido el respeto por su figura. Cada uno de ellos se creen reyes en su cargo:
- Ya lo hemos discutido señor. Cuanto mas retrasemos la decisión, en peor situación nos encontraremos. Las fuerzas enemigas se encuentran cerca de la ciudad. Nos encontramos debilitados. Nunca los podremos vencer. Es esto o la rendición y nuestro fracaso absoluto.

Era tan fácil cuando el era tan joven. Ser príncipe era simple. El se rodeaba se mujeres jóvenes y otros muchachos como el. Y se divertían. Ser rey era un sueño, y el lo compartía. Algunos amigos eran hijos de duques, otros de campesinos. No había distinción. Todo cambió al enfermar su padre. El mundo no era tan blanco. Suspiró y habó nuevamente:
- Pero esas villas. Ahora hay familias únicamente, niños y mujeres.
- Exactamente. Atacar las villas enemigas por sorpresa, hará detener el avance deberán volver y llorar por sus muertos. – ni se inmutó al hablar. Continuó con tranquilidad, sin pensar en lo fuerte del contenido de sus palabras - Eso nos dará el tiempo necesario para reagruparnos y fortalecernos. Los soldados nos aguardan. En 48 horas todo habrá finalizado. La voz se correrá muy rápido.
El rey iba a responder algo. El prefería ser cobarde, pero no lo dejaban. Tantas muertes inútiles. Por fin habló
- Aceptado. No hay vuelta atrás. Pero que quede en sus conciencias. Esta firma es de mi mano, pero guiada por ustedes. Mi conciencia se encuentra limpias. La decisión ha sido vuestra.

Puso el sello real. Y acto seguido tomó la capa en gesto de limpiarse las manos del resto de tinta. Los generales dejaron pasar el atrevimiento. Habían logrado su propósito. El rey se levantó y se volvió a su recamara, en la torre del castillo.
Allí quedó encerrado hasta ver como se alejaban los voceros reales, a todo galope en búsqueda de la patrulla ubicada en el lugar estratégico. Como dijeron, pronto acabaría todo.

El sol comenzó a descender y a la lejanía se veían las fogatas de las fuerzas invasoras. Por fin, se movió de su sopor en el que estaba sumergido. Miró en redondo y observó toda la belleza y riqueza que había en su habitación. Suficientes para alimentar 100 familias por un año. Bajo la mirada y vio sus manos, tan blancas y perfectas. Nunca bañadas de sangre, en apariencia. Se acercó a la ventana, ya cuando el sol apagaba sus últimos rayos. Por fin, todo se oscureció.

Alguien en el jardín que bordeaba el castillo gritó.