El hielo se derrite en agua. En agua de lágrimas. Ellas nacen desde el hondo corazón legando hasta el iris anaranjado de un nuevo día. Se derrite para dar comienzo. Muere para renacer en otros. Es semilla. Solo hay que saber con qué agua regar.
Brota de la conciencia misma, alojada en lo que llamamos alma. Alojada como cáncer terminal en un niño de seis años. Terminal de ómnibus donde el suicida decide realizar su último viaje. Viaje de vagabundo que pide monedas para tapar tristezas. Monedas con caras donde cara se aloja en todas las estampitas y cruz... Cruz. Madero astillado donde el hijo eligió morir. Nunca cae de canto. Si es bueno el azar sonríe la cara. Caras tristes limpian vidrios y no creen en la existencia de iglesias. Allí nos violan, afirma uno. Viola como lo hacen con sus derechos. Viola como absorbe la niñez. Absorbe restos de té con leche en un café céntrico mientras ve detrás del vidrio como su vida se derrumba. Se derrumba como el edificio usurpado en donde quedaron atrapados todos los bomberos del fuego. Fuego votivo del amanecer iluminando para mostrar las maravillas del universo. Detenerse tres segundos en un universo encerrado en la sonrisa del metro. Sonrisa de niña cuando alguien recupera su muñeca. Muñeca quebrada de una niña pakistaní de tanto ensamblar muñecas. Ensamblar, ordenar y clasificar cajas en la fábrica de cajas. Cajas que sirven de protección frente al frío vagabundo. Cajas bobas que muestran gente exitosa. Belleza enlatada. Enlatada la conserva que se comparte un domingo en familia. Domingo de visita al cementerio donde están todos los parientes. Parientes que hacen reír hasta doler el estómago. Estomago que duele del hambre desde hace días. Días que cambian el mundo, por lo menos, el mundo individual. Mundo disléxico de ideas retorcidas. El disléxico que aprende hoy a escribir. Hoy escribe para un diario. Escribe su última carta antes de saltar por la autopista. Autopista que lleva al florista con miles de entregas de amor. Amor que mueve el mundo de la secretaria enamorada. Secretaria que, a llantos, es echada de su trabajo. Llanto de niña que se cayó de la hamaca y lastimó su rodilla. Rodillas lastimadas de la prostituta por felatios pagados. Felatio precioso, a escondidas, en la oficina del jefe. Oficinas casilleros que clasifican al hombre según sus funciones. Funciones, todo encuadra dentro de un orden lógico superior, o no. superior se siente el abogado al recibirse. Recibir un telegrama para despedir. Despedir al amor de tu vida en la estación de tren mientras el sol derrite tres cubos de hielo, ahí, en el piso. El hielo se derrite en agua. En agua de lágrimas.
¡Dios existe! ¡dios está muerto!
¡Dios está muerto! ¡dios existe!
Otra vez se ha desatado. Otra vez escribe estas cosas en las paredes.
Dice ser el mesías, el hijo del mismísimo dios.
Le aplican una dosis de neurolépticos sedantes mientras ajustan su chaleco blanco de mangas muy largas anudadas en la espalda.

Brota de la conciencia misma, alojada en lo que llamamos alma. Alojada como cáncer terminal en un niño de seis años. Terminal de ómnibus donde el suicida decide realizar su último viaje. Viaje de vagabundo que pide monedas para tapar tristezas. Monedas con caras donde cara se aloja en todas las estampitas y cruz... Cruz. Madero astillado donde el hijo eligió morir. Nunca cae de canto. Si es bueno el azar sonríe la cara. Caras tristes limpian vidrios y no creen en la existencia de iglesias. Allí nos violan, afirma uno. Viola como lo hacen con sus derechos. Viola como absorbe la niñez. Absorbe restos de té con leche en un café céntrico mientras ve detrás del vidrio como su vida se derrumba. Se derrumba como el edificio usurpado en donde quedaron atrapados todos los bomberos del fuego. Fuego votivo del amanecer iluminando para mostrar las maravillas del universo. Detenerse tres segundos en un universo encerrado en la sonrisa del metro. Sonrisa de niña cuando alguien recupera su muñeca. Muñeca quebrada de una niña pakistaní de tanto ensamblar muñecas. Ensamblar, ordenar y clasificar cajas en la fábrica de cajas. Cajas que sirven de protección frente al frío vagabundo. Cajas bobas que muestran gente exitosa. Belleza enlatada. Enlatada la conserva que se comparte un domingo en familia. Domingo de visita al cementerio donde están todos los parientes. Parientes que hacen reír hasta doler el estómago. Estomago que duele del hambre desde hace días. Días que cambian el mundo, por lo menos, el mundo individual. Mundo disléxico de ideas retorcidas. El disléxico que aprende hoy a escribir. Hoy escribe para un diario. Escribe su última carta antes de saltar por la autopista. Autopista que lleva al florista con miles de entregas de amor. Amor que mueve el mundo de la secretaria enamorada. Secretaria que, a llantos, es echada de su trabajo. Llanto de niña que se cayó de la hamaca y lastimó su rodilla. Rodillas lastimadas de la prostituta por felatios pagados. Felatio precioso, a escondidas, en la oficina del jefe. Oficinas casilleros que clasifican al hombre según sus funciones. Funciones, todo encuadra dentro de un orden lógico superior, o no. superior se siente el abogado al recibirse. Recibir un telegrama para despedir. Despedir al amor de tu vida en la estación de tren mientras el sol derrite tres cubos de hielo, ahí, en el piso. El hielo se derrite en agua. En agua de lágrimas.
¡Dios existe! ¡dios está muerto!
¡Dios está muerto! ¡dios existe!
Otra vez se ha desatado. Otra vez escribe estas cosas en las paredes.
Dice ser el mesías, el hijo del mismísimo dios.
Le aplican una dosis de neurolépticos sedantes mientras ajustan su chaleco blanco de mangas muy largas anudadas en la espalda.
