En febrero de 1826, Bernardino Rivadavia es designado presidente de las Provincias Unidas. La gestión de Rivadavia es fuertemente resistida por los representantes de las provincias, quienes ven en él la consagración del ideario unitario.
Las gestiones diplomáticas para concluir con la guerra en una posición nada favorable para las Provincias Unidas a lo que se sumó sanción de una Constitución unitaria y centralista puso en jaque al gobierno de Rivadavia que debe renunciar.
El fracaso unitario facilitó la llegada a la gobernación de Buenos Aires del federal Manuel Dorrego, lo cual produjo una fuerte inquietud en el cÌrculo oligárquico de la ciudad, que apoyaba al sistema unitario.
Así le escribía el unitario Julián Segundo de Agüero a Vicente López en ocasión de la asunción de Dorrego: No se esfuerce usted en atajarle el camino a Dorrego: déjelo usted que se haga gobernador, que impere aquí como Bustos en Córdoba: o tendrá que hacer la paz con el Brasil con el deshonor que nosotros no hemos querido hacerla; o tendrá que hacerla de acuerdo con las instrucciones que le dimos a García, haciendo intervenir el apoyo de Canning y de Ponsonby. La Casa Baring lo ayudará pero sea lo que sea, hecha la paz, el ejército volverá al país y entonces veremos si hemos sido vencidos.
A mediados de 1828, la mayor parte de la clase terrateniente, afectada por la prolongación de la guerra, retira a Dorrego el apoyo poltico y económico. Le niega recursos a través de la Legislatura y lo fuerza a transigir y a iniciar conversaciones de paz con el Imperio.
Dorrego tuvo que firmar la paz con Brasil aceptando la mediación inglesa que impuso la independencia de la Banda Oriental. Así nacía la república Oriental del Uruguay en agosto de 1828.
La derrota diplomática de la guerra con el Brasil y el descontento de las tropas que regresaban desmoralizadas, fueron utilizados como excusa por los unitarios para conspirar contra el gobernador Dorrego.
El primero de Diciembre de 1828 un golpe de estado encabezado por el General Lavalle derrocó a Dorrego . Algunos unitarios se dirigen a Lavalle y opinan sobre qué debe hacerse con el gobernador capturado.
Salvador María del Carril le escribe a Lavalle el 12 de diciembre de 1828:
La prisión del General Dorrego es una circunstancia desagradable, lo conozco; ella lo pone a usted en un conflicto difícil. La disimulación en este caso después de ser injuriosa será perfectamente inútil al objeto que me propongo. Hablo de la fusilación de Dorrego. Hemos estado de acuerdo en ella antes de ahora. Ha llegado el momento de ejecutarla.
Prescindamos del corazón en este caso. La Ley es que una revolución es un juego de azar, en la que se gana la vida de los vencidos cuando se cree necesario disponer de ella. Haciendo la aplicación de este principio, de una evidencia práctica, la cuestión me parece de fácil resolución. Si usted, general, la aborda así, a sangre fría, la decide; si no, yo habré importunado a usted; habré escrito inútilmente, y lo que es más sensible, habrá usted perdido la ocasión de cortar la primera cabeza de la hidra, y no cortará usted las restantes. Nada queda en la República para un hombre de corazón.
Lavalle decide fusilar a Dorrego el 13 de Diciembre y así lo anuncia en un Bando:
Participo al gobierno Delegado que el coronel Dorrego acaba de ser fusilado por mi orden, al frente de los regimientos que componente esta división.
La historia juzgará imparcialmente si el coronel Dorrego ha debido morir o no morir, y si al sacrificarlo a la tranquilidad de un pueblo enlutado por él puedo haber estado poseído de otro sentimiento que el del bien público.
En Buenos Aires, las repercusiones de la muerte de Dorrego no se hacen esperar y hacen que el propio grupo que habÌa gestado el golpe de Estado se alejara estratégicamente de Lavalle, quien había sido designado gobernador provisorio, pero aún no había regresado a la capital. En las provincias del interior la situación no era muy distinta.
Este hecho facilitará la asunción de Juan Manuel de Rosas.
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Las gestiones diplomáticas para concluir con la guerra en una posición nada favorable para las Provincias Unidas a lo que se sumó sanción de una Constitución unitaria y centralista puso en jaque al gobierno de Rivadavia que debe renunciar.
El fracaso unitario facilitó la llegada a la gobernación de Buenos Aires del federal Manuel Dorrego, lo cual produjo una fuerte inquietud en el cÌrculo oligárquico de la ciudad, que apoyaba al sistema unitario.
Así le escribía el unitario Julián Segundo de Agüero a Vicente López en ocasión de la asunción de Dorrego: No se esfuerce usted en atajarle el camino a Dorrego: déjelo usted que se haga gobernador, que impere aquí como Bustos en Córdoba: o tendrá que hacer la paz con el Brasil con el deshonor que nosotros no hemos querido hacerla; o tendrá que hacerla de acuerdo con las instrucciones que le dimos a García, haciendo intervenir el apoyo de Canning y de Ponsonby. La Casa Baring lo ayudará pero sea lo que sea, hecha la paz, el ejército volverá al país y entonces veremos si hemos sido vencidos.
A mediados de 1828, la mayor parte de la clase terrateniente, afectada por la prolongación de la guerra, retira a Dorrego el apoyo poltico y económico. Le niega recursos a través de la Legislatura y lo fuerza a transigir y a iniciar conversaciones de paz con el Imperio.
Dorrego tuvo que firmar la paz con Brasil aceptando la mediación inglesa que impuso la independencia de la Banda Oriental. Así nacía la república Oriental del Uruguay en agosto de 1828.
La derrota diplomática de la guerra con el Brasil y el descontento de las tropas que regresaban desmoralizadas, fueron utilizados como excusa por los unitarios para conspirar contra el gobernador Dorrego.
El primero de Diciembre de 1828 un golpe de estado encabezado por el General Lavalle derrocó a Dorrego . Algunos unitarios se dirigen a Lavalle y opinan sobre qué debe hacerse con el gobernador capturado.
Salvador María del Carril le escribe a Lavalle el 12 de diciembre de 1828:
La prisión del General Dorrego es una circunstancia desagradable, lo conozco; ella lo pone a usted en un conflicto difícil. La disimulación en este caso después de ser injuriosa será perfectamente inútil al objeto que me propongo. Hablo de la fusilación de Dorrego. Hemos estado de acuerdo en ella antes de ahora. Ha llegado el momento de ejecutarla.
Prescindamos del corazón en este caso. La Ley es que una revolución es un juego de azar, en la que se gana la vida de los vencidos cuando se cree necesario disponer de ella. Haciendo la aplicación de este principio, de una evidencia práctica, la cuestión me parece de fácil resolución. Si usted, general, la aborda así, a sangre fría, la decide; si no, yo habré importunado a usted; habré escrito inútilmente, y lo que es más sensible, habrá usted perdido la ocasión de cortar la primera cabeza de la hidra, y no cortará usted las restantes. Nada queda en la República para un hombre de corazón.
Lavalle decide fusilar a Dorrego el 13 de Diciembre y así lo anuncia en un Bando:
Participo al gobierno Delegado que el coronel Dorrego acaba de ser fusilado por mi orden, al frente de los regimientos que componente esta división.
La historia juzgará imparcialmente si el coronel Dorrego ha debido morir o no morir, y si al sacrificarlo a la tranquilidad de un pueblo enlutado por él puedo haber estado poseído de otro sentimiento que el del bien público.
En Buenos Aires, las repercusiones de la muerte de Dorrego no se hacen esperar y hacen que el propio grupo que habÌa gestado el golpe de Estado se alejara estratégicamente de Lavalle, quien había sido designado gobernador provisorio, pero aún no había regresado a la capital. En las provincias del interior la situación no era muy distinta.
Este hecho facilitará la asunción de Juan Manuel de Rosas.

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