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El porque
Se levantó, supuso que eran las 6am, se volteo hacia su izquierda y estaba ella con su inmensa simpatía dormía totalmente despreocupada. Llegaba tarde al trabajo, se puso de pie de un salto y vistió unos jeans gastados y una camisa azul.
Abrió la heladera y nada, absolutamente nada y con el hambre de no haber desayunado ni cenado la noche anterior partió viaje. Al abrir la puerta la respiración se le corto, un frio que congelaba el alma de un humilde trabajador. Buscó la oxidada bicicleta que se encontraba atada a un viejo árbol, se subió con rapidez.
Con una marcha tranquila y continua avanzaba de memoria por la angosta calle del barrio. Pozo en la cuadra que viene, loma de burro a diez metros, vieja baldeando la vereda en la casa amarilla al lado del terreno baldío y así todas las características del trayecto además del pensamiento de todos los días “tengo que alimentar a mi familia”.
Llego a la fábrica, a la inmensa fabrica, entro con tranquilidad ficho y como todos los santos día, fue a su monótono puesto. “Cerrar, atornillar, pasar” torturaron su cabeza por años. Era comienzo del mes de octubre, le correspondía su paga. Al finalizar su turno, fue a la oficina del jefe con cara de importante, sin mostrar debilidad alguna.
-Tome señor Casares- dijo el jefe con un tono despreciativo
-2000 pesos…. En serio, con que alimento a mi familia!!!???
-problema suyo señor casares- aclaro sin mirarlo a los ojos
-pero don con un alquiler de 1500, la luz y el gas se me va todo.
-PROBLEMA SUYO! Ahora se retira señor Casares.
Se retiró con la cabeza en alto, firme y seguro, no había que demostrar debilidad pensó.
Se vio de nuevo afuera de la fábrica. Con la misma bicicleta, en la misma calle.
Decidió dar unas vueltas por el centro, no tenía ganas de ir a su casa y ver de frente los problemas. Pedaleo con tranquilidad dirigiendo la mirada para todos los ángulos posibles.
De repente como un dibujo irrefragable vio a un niño jugando con una hermosa y brillante pistolita, también pudo observar la felicidad de este.
Siguió pedaleando, se frenó en una apacíguante plaza, reposo la bici al lado de él. Dejo soltar el aire que tenía en sus pulmones. Agacho la mirada observo el húmedo pasto, lo acaricio como si fuese la cabeza de un pequeño.
Levanto la cabeza con lentitud pudo ver a lo lejos salir una señora del banco, pensó que tenía unos 55 años. En su mirada inquieta y su mano firme agarrando el bolso, pudo notar que algo importante portaba en este. En su cabeza pasaron imágenes irremediables de su hijo, de su hijo feliz con una sonrisa plasmada en su cara, bien alimentado y fuerte.
Se levantó de un salto, cruzo la calle como cualquier ciudadano, se acercó por la espalda a la señora, silbando alguna canción que seguramente escucho en la radio. La siguió un par de cuadras, no vio desconfianza en la mujer. Después de un par de cuadras las personas ya no eran multitud. Pego un gran salto, se posiciono delante de la mujer golpeó con un golpe fuerte y seco su vientre, la mano se soltó inevitablemente, tomó el bolso rápidamente y corrió, corrió como nuca antes lo había hecho. No miró hacia atrás, escucho nada más que un grito y unos pasos atrás de él, que lo perseguían a gran velocidad. un piedra cruzo como una ráfaga al lado de su oreja derecha. Llego a su bicicleta subió con una agilidad sorprendente, pedaleo con gran entusiasmo no miro hacia atrás. Su respiración parecía un motor, su corazón latía al ritmo del punk, su mirada era fija un poco borrosa por la traspiración que la atravesaba.
Estaba a salvo… después de recorrer unas cuantas cuadras nadie lo perseguía ni lo miraba con intriga o desconfianza. Fue hasta su barrio, paso por el frente de un viejo almacén, freno en este. Abrió el bolso una gran cantidad de dinero había, no le importó cuanta. La saco y la guardo en sus bolsillos y arrojo el bolso en un tacho de basura perfectamente ubicado.
Entro al almacén, con seguridad se acercó al carnicero y con una voz agitada pidió un kilo y medio de un perfecto corte de vació. Tomó una bolsa de carbón y un par de verduras.
Se acerco con ímpetu a la caja.
-200 pesos- dijo la joven, con una voz dulce
- sírvase- le dio la plata con su mano temblorosa.
Se retiro del lugar. Con dificultad llego a su precaria casa. Entro como si fuera omnipotente, con un tono ronco dijo “traje asado!”. Su pequeña creación lo miro como si de un dios se tratara, corrió destartaladamente y lo abrazo. Vio la sonrisa del nene, entonces supo que valió la pena, la justificación estaba en sus ojos.
Fueron al patio, no tenían asador pero con un par de ladrillos y un alambre entretejido se arreglaron. No contaba con la habilidad para hacer el asado pero con el entusiasmo que le puso, después de un rato logro encender el fuego. Lo acomodo con delicadeza debajo de la parrilla y lo tomo a su hijo del hombro. Ambos mirando aquel pedazo de carne.
Su esposa se encontraba adentro picando la las verduras para realizar la ensalada. Después de una hora se encontraban comiendo. Sus mandíbulas no acostumbradas a la firmeza de la carne la masticaban con sutileza. No hablaban no valía la pena con sus miradas explicaban la felicidad que portaban.
De repente un golpe aturdidor se escuchó en la puerta, su cuerpo se heló, no logro tragar.
Saco la plata de su bolsillo la dejo en mano de su compañía y con una voz de final le dijo “cuidala, úsala para alimentar a vos y a Luquitas”, no le dio tiempo a decir nada que ya estaba dirigiéndose a su fin, a su supuesto fin. Abrió la puerta con firmeza. Y un bastonazo en su cráneo lo aturdió. Lo a agarraron entre dos corpulentos policías y sin preguntarle nada los subieron al patrullero.
joaquin prino

por favor comenten y digan que le puedo corregir gracias.