Hola a todos, como algunos ya conocen tengo afición por los microrrelatos y cuentos cortos, ademas de leerlos suelo escribir algunos. Les comparto este:
En el mundo hay tres tipos de hombres, el bueno, el malo y el mediocre (eso siempre me decía mi padre). El mediocre es aquel que no se anima a hacerle el bien o el mal a otro.
- ¡No seas tibio! -me dijo-.
A mi me gustaba el arte, pero mi padre creía que eso era para mujeres, un hombre de verdad era soldado. Con tristeza pero con confianza de que era lo mejor deje mi pincel y tomo un rifle, me enliste en el ejercito.
Estábamos en guerra, la verdad es que no nos fue muy bien. Yo no era bueno para matar, a causa de mis heridas me dieron de baja y en un par de semanas se firmo la rendición, habíamos perdido.
La miseria gobernaba toda la nación, el sufrimiento era la moneda corriente de pago en las calles. Había poco trabajo, pero siempre encontrábamos una escusa y alguna moneda para ir al bar a ahogar las penas y encontrar alguna sonrisa. Aunque lo que mas se veía era la frustración y la bronca que consumía a aquellos que deseábamos renacer.
Mi padre, estaba enfermo y agonizante. Una mañana fui a visitarlo, siempre creí que fue una bondad del cielo el que haya llegado a tiempo. Estaba teniendo una crisis estaba muriendo, antes de partir pudo decirme sus ultimas palabras:
- La tibieza mato a mi país la mediocridad contamino mi casa.
Al decir esto con sus escasas fuerzas, dio un gemido y se entrego a los misterios.
La vergüenza, el odio, el miedo y una depredadora sed de venganza tomaron posesión de mi corazón, nunca mas volví a ser el mismo.
Esa misma tarde fui al bar con la intención de apagar mi interior, solo que no repare en que el alcohol inflama al fuego. El tema de la noche, como casi todas, era el desempleo y la ocupación de los puestos de trabajo por mezquinos extranjeros. Una revolución se encendió en mis entrañas, sin estar del todo seguro y motivado por la eufórica bebida, logre ver con claridad lo que durante años mi padre me enseño. Llego la hora de dejar de ser un mediocre, tomé mi copa, subí a la mesa y grite con fuerza y determinación:
- ¡ Debemos liberar a nuestro país de sus enemigos, los inmigrantes. Nos han debilitado y robado todo lo que es nuestro. Estos seres malvados e inferiores a nosotros han escupido en nuestra madre. Nuestra patria lo demanda, barramos el establo dela democracia, salvemos a Alemania!.
Creo que hoy a comenzado algo hermoso, al fin estamos unidos, la cara de todos a mejorado e incluso los ánimos han crecido. Gracias padre por enseñarme a ser un buen hombre.
Gracias por leer


En el mundo hay tres tipos de hombres, el bueno, el malo y el mediocre (eso siempre me decía mi padre). El mediocre es aquel que no se anima a hacerle el bien o el mal a otro.
- ¡No seas tibio! -me dijo-.
A mi me gustaba el arte, pero mi padre creía que eso era para mujeres, un hombre de verdad era soldado. Con tristeza pero con confianza de que era lo mejor deje mi pincel y tomo un rifle, me enliste en el ejercito.
Estábamos en guerra, la verdad es que no nos fue muy bien. Yo no era bueno para matar, a causa de mis heridas me dieron de baja y en un par de semanas se firmo la rendición, habíamos perdido.
La miseria gobernaba toda la nación, el sufrimiento era la moneda corriente de pago en las calles. Había poco trabajo, pero siempre encontrábamos una escusa y alguna moneda para ir al bar a ahogar las penas y encontrar alguna sonrisa. Aunque lo que mas se veía era la frustración y la bronca que consumía a aquellos que deseábamos renacer.
Mi padre, estaba enfermo y agonizante. Una mañana fui a visitarlo, siempre creí que fue una bondad del cielo el que haya llegado a tiempo. Estaba teniendo una crisis estaba muriendo, antes de partir pudo decirme sus ultimas palabras:
- La tibieza mato a mi país la mediocridad contamino mi casa.
Al decir esto con sus escasas fuerzas, dio un gemido y se entrego a los misterios.
La vergüenza, el odio, el miedo y una depredadora sed de venganza tomaron posesión de mi corazón, nunca mas volví a ser el mismo.
Esa misma tarde fui al bar con la intención de apagar mi interior, solo que no repare en que el alcohol inflama al fuego. El tema de la noche, como casi todas, era el desempleo y la ocupación de los puestos de trabajo por mezquinos extranjeros. Una revolución se encendió en mis entrañas, sin estar del todo seguro y motivado por la eufórica bebida, logre ver con claridad lo que durante años mi padre me enseño. Llego la hora de dejar de ser un mediocre, tomé mi copa, subí a la mesa y grite con fuerza y determinación:
- ¡ Debemos liberar a nuestro país de sus enemigos, los inmigrantes. Nos han debilitado y robado todo lo que es nuestro. Estos seres malvados e inferiores a nosotros han escupido en nuestra madre. Nuestra patria lo demanda, barramos el establo dela democracia, salvemos a Alemania!.
Creo que hoy a comenzado algo hermoso, al fin estamos unidos, la cara de todos a mejorado e incluso los ánimos han crecido. Gracias padre por enseñarme a ser un buen hombre.

Gracias por leer

