Bueno, esta intenta ser una especie de reflexión o de consejo sobre la sociedad en la que estamos absortos. Yo creo que lo van a encontrar de interés (Lo postie hoy a la tarde pero tenía muchas faltas, creo que ahora está mejor). 
Tanto el ensayo, como el cuento y como ambos poemas, son de mi autoría.
Ensayo
Mientras uno escribe un texto, por mas corto que sea, tiene la mala costumbre o la incapacidad de pensar palabras y palabras que van a ser olvidadas en los obscuros rincones de la mente. Nunca serán escritas, si no se hace el terrible esfuerzo de volver los pasos.
Los pensamientos se multiplican, explotan, me sacian la cabeza y amenazan con abrumarme bajo su peso, aunque tarde me doy cuenta que son infinitos, incontables, simples, intrascendentes, pero sin embargo, importantes, porque son el fruto de mi tiempo y esfuerzo.
Cuando uno suspira por la vida y se encuentra con su primer bifurcación, la primer separación de caminos, a edad temprana, pierde parte de los objetivos que contaba cuando niño. Aquel pequeño que nació queriendo transformar el mundo y abolir a los pobres que veía al otro lado de su calle, en su primer decisión deja parte de ese sueño y se entrega por completo al camino tomado, olvidado todo aquello y que una vez creyó. Así uno va perdiendo sus valores.
Recién de viejo, en las minorías, uno empieza a mirar con amor esas viejas épocas pasadas, la preciada e inalcanzable infancia, sus antiguos ideales, su meta. De esta forma uno recupera lo perdido, lo recoge, mientras vuelve su cabeza y llora los caminos que permanecen en tinieblas. Rememora su infantil flaqueza e inocencia, la de aquellos tiempos en que el mundo se resumía al beso de una madre y la del pueblo que lo rodeaba.
De esta forma uno, al igual que en la vida, logra escribir un texto, con esfuerzo, tiempo y lucha, volviendo atrás, entrañando en la memoria, intentando no olvidar, eso, no olvidar, pensando cada palabra... o camino, buscando aquellas palabras que quedaron perdidas en un recoveco, en el desierto del alma.
Pero simplemente no hace falta recoger todo y abrumarse con el peso mismo de estos pensamientos buenos, o así desean algunos que se haga. Se ruega en cuclillas que no se mire atrás, que se aligere el paso, que se corra, sin pensar siquiera, que corras, hasta llegar a tu meta (difusa).
El auge de la globalización empaña todo con sus versos. Su mirada simboliza el horario, su boca el dinero y su nariz, la competencia. Quiere resumir a lo los hombres en entes ingeniosos que viven, en colonia de hormiga, a los apuros creyendo que el tiempo perdido está realmente perdido, cuando yo afirmo que no es así.
Las empresas que controlan como telarañas las redes nos esperan con paciencia a que alcancemos la mayoría de edad para irremediablemente hacernos optar por aquel camino tan estrecho que desnuda el alma y hace callar verdades, transformarlas en mentiras, insultar valores.
Por esto pido, con clemencia, que no se pierdan cosas en el camino, que se mire cada piedra que interrumpe nuestro paso, que se observe a cada lado al compañero de viaje, y se cargue su mochila, cuando el camino sea demasiado empinado.
¿Veo?
Tengo algo que me lleva a lo profundo, a lo trágico, a lo fatuo. De pronto mis ojos se empañan y deslumbran al otro lado, la cruel realidad, lo reservado a aquellos que no se contestan a vivir sus vidas. Mi mente no acepta vivir en el reservado y tranquilo cubículo que los Dioses o Profetas pusieron en el llano espacio de nuestra vista. Veo como una linterna, como las estalactitas y estalagmitas sulfuran nuestro suelo, haciendo fisuras, perforando en busca de la carroña humana, escapando de la incandescente luz de lo bueno, acercándose sigilosamente a mi vida, tratando de atraparme.
Correr no vale, ya lo he intentado, he seguido el consejo de los perros y eh ladrado, gruñido, maldecido. Pero pronto descubrí que mis palabras eran vanas, más, eran contraproducentes. Seguí otros consejos, me hice el muerto, pero en cuanto ellas se acercaron mi corazón perdió el control y ya no pude mantenerme quieto. Sin detenerme allí, perseverante como jabalí que persigue a su presa, yo les opongo resistencia, me camuflo, y corro a la retaguardia.
Al principio de la historia me veía a mi mismo como ser soberano, obsoleto, fuerte y sabio. Pero, ese mundo no era mi mundo. Mi mundo pertenece al otro lado. Ahora me veo frágil e ignorante, esperando indulgencias de la gente mas repugnante y, por ley, la que lleva el poder a sus andas. No piensen que verme así me produce intranquilidad... No, me creo tocado por algún ser divino, el cual me deja traspasar murallas invisibles.
Todavía camino por las calles, observo a los otros, a la gente consumida y menospreciada, dando su vida por una generación que se verá infiltrada en el mismo consumismo, que los llevó a vender su vida por unos miserables centavos. Los veo caminando, en sus días gloriosos, inventados los De Arriba, aletargados por el peso de presentes que llevan a sus andas, sonriendo tontamente, esperando el momento, sin saber siquiera que manos huesudas llenas de anillos manejan telas que luego enredan a otras ajenas, en las cuales aparecen ellos. Pero esta gente no sabe que son moscas, o gusanos, que fueron picados por las arañas para quedar inmovilizados. En sus venas corre ya el veneno, pero ellos no saben, no se dan cuenta.
Es por esto por lo que no me veo con malos ojos. ¡Yo puedo ver! Soy una mosca que no contiene veneno, que es difícil de capturar. Las arañas me miran, con ambiciosos ojos, y yo me escapo, lleno de pánico y terror. He caído varias veces en sus telas, las he visto venir, rápidas y ágiles, con sus mil ojos, pero por suerte les ganó el fracaso, y eche vuelo, sin volver atrás. En sus patas llevan diamantes, y un collar al cuello, depravadas y ajenas, todavía esperan mi regreso.
Yo me mantengo libre...
...o al menos eso creo yo.


Tanto el ensayo, como el cuento y como ambos poemas, son de mi autoría.
Ensayo
Mientras uno escribe un texto, por mas corto que sea, tiene la mala costumbre o la incapacidad de pensar palabras y palabras que van a ser olvidadas en los obscuros rincones de la mente. Nunca serán escritas, si no se hace el terrible esfuerzo de volver los pasos.
Los pensamientos se multiplican, explotan, me sacian la cabeza y amenazan con abrumarme bajo su peso, aunque tarde me doy cuenta que son infinitos, incontables, simples, intrascendentes, pero sin embargo, importantes, porque son el fruto de mi tiempo y esfuerzo.
Cuando uno suspira por la vida y se encuentra con su primer bifurcación, la primer separación de caminos, a edad temprana, pierde parte de los objetivos que contaba cuando niño. Aquel pequeño que nació queriendo transformar el mundo y abolir a los pobres que veía al otro lado de su calle, en su primer decisión deja parte de ese sueño y se entrega por completo al camino tomado, olvidado todo aquello y que una vez creyó. Así uno va perdiendo sus valores.
Recién de viejo, en las minorías, uno empieza a mirar con amor esas viejas épocas pasadas, la preciada e inalcanzable infancia, sus antiguos ideales, su meta. De esta forma uno recupera lo perdido, lo recoge, mientras vuelve su cabeza y llora los caminos que permanecen en tinieblas. Rememora su infantil flaqueza e inocencia, la de aquellos tiempos en que el mundo se resumía al beso de una madre y la del pueblo que lo rodeaba.
De esta forma uno, al igual que en la vida, logra escribir un texto, con esfuerzo, tiempo y lucha, volviendo atrás, entrañando en la memoria, intentando no olvidar, eso, no olvidar, pensando cada palabra... o camino, buscando aquellas palabras que quedaron perdidas en un recoveco, en el desierto del alma.
Pero simplemente no hace falta recoger todo y abrumarse con el peso mismo de estos pensamientos buenos, o así desean algunos que se haga. Se ruega en cuclillas que no se mire atrás, que se aligere el paso, que se corra, sin pensar siquiera, que corras, hasta llegar a tu meta (difusa).
El auge de la globalización empaña todo con sus versos. Su mirada simboliza el horario, su boca el dinero y su nariz, la competencia. Quiere resumir a lo los hombres en entes ingeniosos que viven, en colonia de hormiga, a los apuros creyendo que el tiempo perdido está realmente perdido, cuando yo afirmo que no es así.
Las empresas que controlan como telarañas las redes nos esperan con paciencia a que alcancemos la mayoría de edad para irremediablemente hacernos optar por aquel camino tan estrecho que desnuda el alma y hace callar verdades, transformarlas en mentiras, insultar valores.
Por esto pido, con clemencia, que no se pierdan cosas en el camino, que se mire cada piedra que interrumpe nuestro paso, que se observe a cada lado al compañero de viaje, y se cargue su mochila, cuando el camino sea demasiado empinado.
¿Veo?
Tengo algo que me lleva a lo profundo, a lo trágico, a lo fatuo. De pronto mis ojos se empañan y deslumbran al otro lado, la cruel realidad, lo reservado a aquellos que no se contestan a vivir sus vidas. Mi mente no acepta vivir en el reservado y tranquilo cubículo que los Dioses o Profetas pusieron en el llano espacio de nuestra vista. Veo como una linterna, como las estalactitas y estalagmitas sulfuran nuestro suelo, haciendo fisuras, perforando en busca de la carroña humana, escapando de la incandescente luz de lo bueno, acercándose sigilosamente a mi vida, tratando de atraparme.
Correr no vale, ya lo he intentado, he seguido el consejo de los perros y eh ladrado, gruñido, maldecido. Pero pronto descubrí que mis palabras eran vanas, más, eran contraproducentes. Seguí otros consejos, me hice el muerto, pero en cuanto ellas se acercaron mi corazón perdió el control y ya no pude mantenerme quieto. Sin detenerme allí, perseverante como jabalí que persigue a su presa, yo les opongo resistencia, me camuflo, y corro a la retaguardia.
Al principio de la historia me veía a mi mismo como ser soberano, obsoleto, fuerte y sabio. Pero, ese mundo no era mi mundo. Mi mundo pertenece al otro lado. Ahora me veo frágil e ignorante, esperando indulgencias de la gente mas repugnante y, por ley, la que lleva el poder a sus andas. No piensen que verme así me produce intranquilidad... No, me creo tocado por algún ser divino, el cual me deja traspasar murallas invisibles.
Todavía camino por las calles, observo a los otros, a la gente consumida y menospreciada, dando su vida por una generación que se verá infiltrada en el mismo consumismo, que los llevó a vender su vida por unos miserables centavos. Los veo caminando, en sus días gloriosos, inventados los De Arriba, aletargados por el peso de presentes que llevan a sus andas, sonriendo tontamente, esperando el momento, sin saber siquiera que manos huesudas llenas de anillos manejan telas que luego enredan a otras ajenas, en las cuales aparecen ellos. Pero esta gente no sabe que son moscas, o gusanos, que fueron picados por las arañas para quedar inmovilizados. En sus venas corre ya el veneno, pero ellos no saben, no se dan cuenta.
Es por esto por lo que no me veo con malos ojos. ¡Yo puedo ver! Soy una mosca que no contiene veneno, que es difícil de capturar. Las arañas me miran, con ambiciosos ojos, y yo me escapo, lleno de pánico y terror. He caído varias veces en sus telas, las he visto venir, rápidas y ágiles, con sus mil ojos, pero por suerte les ganó el fracaso, y eche vuelo, sin volver atrás. En sus patas llevan diamantes, y un collar al cuello, depravadas y ajenas, todavía esperan mi regreso.
Yo me mantengo libre...
...o al menos eso creo yo.