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aca les dejo una refleccion de un libro de 1949, sobre un tema que resulta mas importante de lo que parece a algunos, espero la disfruten.

Si la humanidad contemporànea sintiese la gratitud històrica, celebrarìa constantemente la conmemoraciòn de las guerras mèdicas. Maratòn y Platea, Salamina y Micala, no son de manera alguna batallas locales, reducidas al interès de un pueblo o circunscriptas en los lìmites del mundo antiguo. Esta grandiosa lucha ha sido la de la vida contra la muerte, la de la libertad contra la esclavitud, la del derecho contra la violencia, la del progreso contra la inercia. La inmensidad del Asia, cual tenebroso mar, invadìa el continente predestinado, llevando a el sus dogmas estèriles y sus tiranìas asfixiantes. Un grano de arena, resistente y luminoso, cual el diamante, hizo refluir la tempestad...
¿Què hubiera acaecido si los persas hubiesen triunfado?...
La hipòtesis adquiere vuelos de ensueño para sondar el vacìo que hubiera abierto en el mundo la desapariciòn de Grecia. Atenas avasallada o destruìda; el nùcleo selecto de su pueblo, transportado a las provincias de Media o de Persia; un harem instalado en la sagrada colina que habìa de tener por corona el Partenòn; las tribus de la hèlade convertidas en satrapìas... ¡Que perturbaciòn en el porvenir de la humanidad! ¡Que cambio de eje y de òrbita en la gravitaciòn històrica! Pudiera ùnicamente compararse con el enfriamiento del sol. Cabe afirmar que el linaje humano hubiera permanecido sin educaciòn, falto del maestro universal que le ha enseñado todo. Hubiera carecido por completo del sentido del orden y de la medida. La civilizaciòn humana hubièrase vaciado en otro molde y ninguna de las nobles formas que le ha impreso el genio griego habrìa conseguido traspasar esta densa envoltura. Prescindiendo de la Historia, desviada de su curso normal, de las legislaciones abolidas, de las ciudades extirpadas, de las democracias nacientes encadenadas, de las marchas de avance paralizadas, y de Roma -segunda florescencia de Grecia-, ahogada en germen, todo arte ideal, toda poesìa viviente, toda ciencia progresiva habrìanse ausentado del mundo ensombrecido.
El teatro, esta grandiosa invenciòn del genio àtico, hubiese visto su obra interrumpida en los cimientos. Las dos màscaras de la Comedia y de la Tragedia, apenas esbozadas, habrìan perdido los ojos y la voz cual esas fontanas agotadas cuyo aliento se retira con el agua que dejan de verter. Cabe imaginar a Esquilo -profundamente oriental por temperamento y por espìritu, màs ario por instinto que los mismos persas- añadiendo nuevos himnos al Zend Avesta, en vez de hacer llorar a Electra y blasfemar a Prometeo. Pero Sòfocles y Eurìpides, transportados a las alturas de Babilonia, suponiendo que la fibra poètica hubiese sobrevivido en ellos a la muerte de la patria griega, hubieran colgado sus liras en los sauces del Eufrates como los salmistas del cautiverio hebraico. La risa de Aristòfanes, desprovista de inspiraciòn, falta de alimento, nunca hubiera estallado; para que brotase se requerìa la existencia espiritual y agitada de un pueblo libre. No se danza sobre ruinas, no se rìe ante el aniquilamiento.
La historia, creada por Grecia, tal vez no hubiese aparecido hasta muchos siglos despuès. ¿Acaso la hubiera abierto Herodoto para escribir derrotas y catàstrofes humillantes, la partida de defunciòn y la servidumbre de su raza? La escribiò iluminado por el sol de Salamina ''para perpetuar la memoria de las grandes acciones realizadas en la guerra de los helenos contra los bàrbaros''. Solo la gloria podìa inspirarlo. Clìo, la musa de la historia, hace bibrar un clarìn triunfal y se corona de lureles.
El filòsofo, reducido a las concepciones solitarias, alucinado tal vez por las fantasìas orientales, ¿hubiera hallado el camino de la razòn pura? No es posible figurarse a Sòcrates vagando por las calles de un poblado semipersa y deteniendo a los groseros fellahs de un sàtrapa para proponerles problemas sutiles.
¡Que deleite espiritual representan los diàlogos de Platòn, tejidos ora en lento paseo por las màrgenes del Iliso, ora en animado grupo al pie de una columna del Gimnasio, ante un auditorio de gallardos efebos coronados de juncos! Esta divina musica de las ideas ¿hubiese podido resonar, entre los gritos de un campamento bàrbaro y los conjuros de una reuniòn de magos?
La elocuencia habrìa perecido con la libertad que la inspira; el orador està amordazado cuando el àgora se cierra. Es posible, por el razonamiento o por el entusiasmo, llevar la convicciòn al alma de una muchedumbre inteligente e inquieta; pero no hay palabra capaz de vencer la sordera de una autoridad real, invisible e inaccesible, que tiene por ùnica ley la arbitrariedad.
El arte, encerrado en las trabas del arcaìsmo, no hubiera sido libertado por el compàs de Ictinos, ni por el cincel de Fidias. La arquitectura de la Acròpolis, maravilla perfecta de sencillez y de pureza, que tiene en cada lìnea la flexibilidad de un acierto rìtmico, ¿hubiera podido nacer a la sombra del zigurat asiàtico?
Los dioses que comenzaban a romper los troncos que servìan para tosco remedo de sus cuerpos, a despegar los brazos del torso inmòvil, a separar los pies soldados sobre una base y a reemplazar por expresiones de gracia y grandeza la sombrìa sonrisa fijada en sus labios, habrìanse hundido y petrificado en sus antiguos tipos. Si los vemos altivos y bellos, es porque fueron concebidos en el seno de la felicidad, porque son hijos del orgullo y del jùbilo de un pueblo liberado. El oprobio hubiera deprimido sus facciones marcàndolas con el estigma del avasallamiento...
Puede suponerse, indudablemente que los pueblos griegos dispersados se habrìan reunido màs o menos cual las tribus de Israel durante su destierro y que habrìan llevado a la cautividad o conservado entre las ruinas algunas llamas sueltas de su fuego sagrado.
Pero, ¡cuàntas cuerdas arrancadas a esta gran lira! ¡cuàntas conjunciones de estrellas no efectuadas! ¡cuàntos genios retenidos en los limbos al llegar el preciso instante en que iban a surgir! ¡cuàntas irreparables lagunas en la obra de la inteligencia humana! La frase de Homero acerca del hombre, la que afirma que ''cuando los dioses lo reducen a la esclavitud le arrebatan la mitad de su alma'', habrìase extendido sobre toda una raza.
Las victorias de las Guerras Mèdicas no produjeron solamente la liberaciòn de Grecia: fueron la salvaciòn del mundo y el rescate del porvenir.

¡GRECIA, MADRE FECUNDA DE INFINITA PROLE!


vi que hay unos cuantos posts de historia, felicito a la comunidad taringuera por esto, el mundo no es una teta.