Me encontré el día de hoy con este interesante artículo de "Librópatas" que habla respecto a la forma de vida de una escritora a través de las rutinas de algunas ya conocidas. Puede que nos identifiquemos en algunas características, estilos o actividades o puede que no ¡que más da! Se los dejo.
- Simone de Beauvoir. La escritora era de las que se levantaban temprano por la mañana para trabajar y seguía un horario. “Siempre tengo prisa por ponerme en marcha, aunque en general no me gusta empezar el día”, confesaba, eso sí, en una entrevista en el 65. Se despertaba, tomaba un té y trabajaba entre las 10 y la 1. Entre la hora de la comida y de la merienda descansaba y se encontraba con sus amigos y entre las 5 y las 9 volvía al trabajo.
- Patricia Highsmith. Escribía cada día entre tres y cuatro horas por las mañanas, sentada en su cama, rodeada de cigarrillos, ceniceros, café, un azucarero y una rosquilla. No era nada disciplinada, aunque teniendo en cuenta que tenía ideas para novelas “como orgasmos tenen las ratas” no hacía mucha falta que lo fuese.
- Ann Beattie. La novelista estadounidense es una de las que trabaja de noche. Sus horas favoritas para escribir son “entre la medianoche y las tres de la madrugada”. Aunque no sigue rutinas claras de trabajo: es decir, no establece un programa y de vez en cuando tiene que obligarse y animarse para sentarse delante de la máquina de escribir.
- Toni Morrison. Dijo que era “incapaz de escribir regularmente” y la culpa de ello era que siempre había compaginado su trabajo como escritora con algún que otro trabajo de “9 a 5″. Evitaba los cócteles y la vida social porque aprovechaba esas horas nocturnas para escribir. Al menos era lo que hacía en los 70. En los 90 había pasado las horas de escritura para las primeras horas de la mañana, justo antes de que amaneciese. Se pegaba un madrugón y escribía.
- Flannery O’Connor. Era de las que tienen una rutina. Empezaba el día rezando (era una devota católica) a las seis de la mañana, luego tomaba café con su madre en la cocina (con ella se había retirado a Andalusia, la granja familiar, cuando le diagnosticaron lupus y pocos años de vida), oía la misa de 7 en la iglesia local y luego empezaba a escribir. Entre las 9 de la mañana y el mediodía trabajaba en al menos tres hojas. Por la tarde se sentía muy cansada para trabajar y se dedicaba a pasear o pasatiempos variados. A las 9 ya estaba en cama.
- Edith Sitwell. Antes de escribir y empezar su jornada de trabajo, se tumbaba en un ataúd abierto. Es una leyenda… pero es bastante genial (y esperamos que tenga base real). Era de las que escribían en cama, desde una hora muy temprana (las 5 de la mañana) ya que era cuando había silencio.
- George Sand. Trabajaba de noche, incluso a veces “no era inusual que saliera sigilosamente de la cama de algún amante dormido para comenzar una nueva novela en plena noche”. En cada una de sus noches de trabajo producía unas 20 páginas manuscritas, mientras fumaba y comía chocolate.
- Willa Cather. La autora de Mi Antonia trabajaba entre dos horas y media y tres al día y no se obligaba a escribir más. Decía que escribía únicamente porque era lo que más le gustaba en el mundo, así que si se obligaba a estar más horas simplemente sería infeliz y no afrontaría la tarea con entusiasmo. Escribía por las mañanas.


- Simone de Beauvoir. La escritora era de las que se levantaban temprano por la mañana para trabajar y seguía un horario. “Siempre tengo prisa por ponerme en marcha, aunque en general no me gusta empezar el día”, confesaba, eso sí, en una entrevista en el 65. Se despertaba, tomaba un té y trabajaba entre las 10 y la 1. Entre la hora de la comida y de la merienda descansaba y se encontraba con sus amigos y entre las 5 y las 9 volvía al trabajo.

- Patricia Highsmith. Escribía cada día entre tres y cuatro horas por las mañanas, sentada en su cama, rodeada de cigarrillos, ceniceros, café, un azucarero y una rosquilla. No era nada disciplinada, aunque teniendo en cuenta que tenía ideas para novelas “como orgasmos tenen las ratas” no hacía mucha falta que lo fuese.

- Ann Beattie. La novelista estadounidense es una de las que trabaja de noche. Sus horas favoritas para escribir son “entre la medianoche y las tres de la madrugada”. Aunque no sigue rutinas claras de trabajo: es decir, no establece un programa y de vez en cuando tiene que obligarse y animarse para sentarse delante de la máquina de escribir.

- Toni Morrison. Dijo que era “incapaz de escribir regularmente” y la culpa de ello era que siempre había compaginado su trabajo como escritora con algún que otro trabajo de “9 a 5″. Evitaba los cócteles y la vida social porque aprovechaba esas horas nocturnas para escribir. Al menos era lo que hacía en los 70. En los 90 había pasado las horas de escritura para las primeras horas de la mañana, justo antes de que amaneciese. Se pegaba un madrugón y escribía.

- Flannery O’Connor. Era de las que tienen una rutina. Empezaba el día rezando (era una devota católica) a las seis de la mañana, luego tomaba café con su madre en la cocina (con ella se había retirado a Andalusia, la granja familiar, cuando le diagnosticaron lupus y pocos años de vida), oía la misa de 7 en la iglesia local y luego empezaba a escribir. Entre las 9 de la mañana y el mediodía trabajaba en al menos tres hojas. Por la tarde se sentía muy cansada para trabajar y se dedicaba a pasear o pasatiempos variados. A las 9 ya estaba en cama.

- Edith Sitwell. Antes de escribir y empezar su jornada de trabajo, se tumbaba en un ataúd abierto. Es una leyenda… pero es bastante genial (y esperamos que tenga base real). Era de las que escribían en cama, desde una hora muy temprana (las 5 de la mañana) ya que era cuando había silencio.

- George Sand. Trabajaba de noche, incluso a veces “no era inusual que saliera sigilosamente de la cama de algún amante dormido para comenzar una nueva novela en plena noche”. En cada una de sus noches de trabajo producía unas 20 páginas manuscritas, mientras fumaba y comía chocolate.

- Willa Cather. La autora de Mi Antonia trabajaba entre dos horas y media y tres al día y no se obligaba a escribir más. Decía que escribía únicamente porque era lo que más le gustaba en el mundo, así que si se obligaba a estar más horas simplemente sería infeliz y no afrontaría la tarea con entusiasmo. Escribía por las mañanas.

