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Sentí el toque y desperté,
desesperé y me fui.
De los avernos ingeniosos
nunca más volví.
Cloné mis manos peludas
y las mandé al sol,
toqué labios verdosos
y papeles sin promesa.
Oí una voz como siempre:
de carne, hueso y aire.
Cambié de canal mi pena,
embarré mis piernas quietas.
Avispé al que esperaba
los trenes descompuestos,
manche las paredes blancas
dejé allí mis advertencias.
Los mañeros me buscaron:
crepitando, siniestros.
Extirpé los focos cirrosos
me refugié sobre mis huellas.
Me despedí enfrascadamente
exibiendome sin mella,
como vino de sangre
exquisito y espeso.
Sentí el toque y desperté,
desesperé y me fui.
De los avernos ingeniosos
nunca más volví.
Cloné mis manos peludas
y las mandé al sol,
toqué labios verdosos
y papeles sin promesa.
Oí una voz como siempre:
de carne, hueso y aire.
Cambié de canal mi pena,
embarré mis piernas quietas.
Avispé al que esperaba
los trenes descompuestos,
manche las paredes blancas
dejé allí mis advertencias.
Los mañeros me buscaron:
crepitando, siniestros.
Extirpé los focos cirrosos
me refugié sobre mis huellas.
Me despedí enfrascadamente
exibiendome sin mella,
como vino de sangre
exquisito y espeso.