Hace 23 años que estoy tratando de entenderte.
23 años acostumbrándome a la humanidad, la del mundo, la de mi cuerpo, la de mis pensamientos.
Ya van 23 años de adaptación, de observación, de lo que le pasa a todos creyendo que sólo me pasa a mí.
23 años mirando, aprendiendo constantemente.
23 años encontrando la felicidad en los pequeños momentos, en las grandes personas, en el aire, en las flores, en los animales, en los etcéteras.
Ya van 23 años que encuentro el sufrimiento en los estúpidos momentos, en las estúpidas personas, en los mismos lugares que lo encuentran todos.
Llevo 23 años viviendo en un mundo en donde las almas lloran por no saber qué hacer frente a los gritos del silencio, que aparecen en todos lados hasta en la vida más –hipócritamente- perfecta.
Aunque esté -ya desde hace tiempo- en tierras adultas, todavía tengo la ilusión de los niños que creen que vienen al mundo para ajusticiarlo, no sé si el espíritu está tan fuerte como en esos tiempos pero me gusta jugar que siento lo mismo.
23, 23 y contando…
23 años acostumbrándome a la humanidad, la del mundo, la de mi cuerpo, la de mis pensamientos.
Ya van 23 años de adaptación, de observación, de lo que le pasa a todos creyendo que sólo me pasa a mí.
23 años mirando, aprendiendo constantemente.
23 años encontrando la felicidad en los pequeños momentos, en las grandes personas, en el aire, en las flores, en los animales, en los etcéteras.
Ya van 23 años que encuentro el sufrimiento en los estúpidos momentos, en las estúpidas personas, en los mismos lugares que lo encuentran todos.
Llevo 23 años viviendo en un mundo en donde las almas lloran por no saber qué hacer frente a los gritos del silencio, que aparecen en todos lados hasta en la vida más –hipócritamente- perfecta.
Aunque esté -ya desde hace tiempo- en tierras adultas, todavía tengo la ilusión de los niños que creen que vienen al mundo para ajusticiarlo, no sé si el espíritu está tan fuerte como en esos tiempos pero me gusta jugar que siento lo mismo.
23, 23 y contando…