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El hallazgo de un esqueleto de hace unos 12.000 años demuestra que los indígenas americanos descienden de una sola oleada migratoria





A finales del año 2006, un equipo de buceadores inició una campaña de exploración de las cuevas subacuáticas de una amplia región del Yucatán, al sureste de México. Uno de los puntos que exploraron fue el cenote de La Virgen, a unos cien kilómetros al sur de Cancún. Los cenotes son depósitos muy profundos de agua dulce, en los que los antiguos mesoamericanos arrojaban objetos y personas durante sus rituales sagrados.
Los buzos se sumergieron 50 metros en el interior del cenote y avanzaron casi un kilómetro hasta llegar a un espacio a modo de cámara, de grandes dimensiones: unos 60 metros de diámetro y 20 de altura. Como sus lámparas no alcanzaban a iluminar el fondo, lo llamaron Hoyo Negro.



El primer americano

Enseguida vieron numerosos restos óseos de animales y, entre ellos, algo más extraordinario: un esqueleto humano casi completo, incluyendo los huesos principales del cuerpo, el cráneo y varios dientes. La cámara subacuática estuvo oculta bajo el agua al menos durante los últimos 8.000 años, pero los expertos creen que cuando la cueva estaba seca, varios animales y al menos una persona cayeron accidentalmente en ella mientras buscaban agua potable.
Las inmersiones fueron muy complicadas, ya que a tanta profundidad el trabajo presenta muchas limitaciones. Además, los arqueólogos y paleontólogos tuvieron que documentar los huesos in situ. Sólo el cráneo fue sacado a la superficie para su preservación.
Los investigadores extrajeron ADN de uno de los dientes y de una costilla. Los resultados fueron sorprendentes, ya que demostraron que el esqueleto hallado en Hoyo Negro correspondía a un individuo que vivió hace entre 12.000 y 13.000 años, lo que lo convierte en el especimen humano más antiguo hallado en América.



Relaciones genéticas

El estudio de los restos de Hoyo Negro, a cargo de un equipo internacional dirigido principalmente por la arqueóloga mexicana Pilar Luna, del Instituto Nacional de Arqueología e Historia, ha proporcionado una conclusión de gran interés: los actuales indígenas americanos y el esqueleto encontrado en Hoyo Negro tienen el mismo origen. Los investigadores han podido vincular el esqueleto con las características faciales de un poblador americano primitivo a través del ADN estudiado de los cazadores-recolectores que cruzaron el estrecho de Bering desde el noreste de Asia hace entre 26.000 y 18.000 años.
Los investigadores consideran este proyecto uno de los retos más importantes de la arqueología mexicana actual. Las próximas investigaciones se centrarán en determinar también la edad y la genética de los esqueletos de los animales recuperados en el cenote y reconstruir el entorno en el que vivieron.