Con este artículo queremos que conozcas el significado de los nombres propios. Vamos a comenzar por un nombre muy popular, el de María. ¿Cuál es el significado de María? Vamos a verlo:
Las personas que tienen por nombre María celebran su onomástica el 12 de septiembre, con los últimos estertores del verano. Esta confluencia estacional los dota de un carácter afable y cariñoso alimentado por el cálido mecer de la sombra de las primeras hojas caídas de un otoño que asoma creciente ante el cada vez más débil aliento del frescor de la luz estival. Son personas tenaces, que les gusta perseverar en sus objetivos y no se rinden a la primera de cambio puesto que, aunque albergan en sí mismas una duda que de forma constante las amenaza llevándolas a no creer en sus capacidades, siempre se reponen con una energía incandescente ante dichos temores. Son personas risueñas, su sonrisa hará que en tus ojos se refleje el brillo de su corazón. Les gusta estar rodeadas de amistades y familiares a los que tratan con un mimo especial. Poseen una gran inteligencia emocional que se materializa en su capacidad para escuchar y comprender a los demás. Si conoces a una persona con el dulce nombre de María, alégrate de contar con ellas en tu círculo, bien sabrás la clase de personalidad que las caracteriza.
En efecto, yo conozco a varias personas con el nombre de María que son muy majas y unas excelentes personas, pero también conozco a otras que no lo son tanto. El caso es que todo lo que has leído antes sobre el nombre de María me lo he inventado así como quien no quiere la cosa. Disculpa mi atrevimiento, amado lector, mi afán no es engañarte sino demostrar lo fácil que resulta otorgar a un nombre unas cualidades que no tienen nada que ver con las personas que lo atesoran, puesto que los nombres propios, en verdad, ¡no significan nada! Así es, los nombres propios están vacíos de significado. Ahora responderás: —¡Vaya que no! Pues si que tiene, listopanes, el mío viene hasta en la Wikipedia—. Cierto es, que si pinchas aquí verás lo que dice la Wikipedia sobre el nombre de María. Ahora bien, lo que vamos a leer no es el significado del nombre, sino su etimología, esto es, el origen de una palabra y de su significación. De esta forma, el origen del nombre de María es hebreo, de una palabra que significaba “la excelsa”, es decir, en su día alguien decidió denominar a su hija excelsa y, claro, los demás padres dirían, para excelsa mi hija… Pero, si nuestra cultura en lugar de provenir de la influencia judeocristiana y grecolatina lo hiciera de, qué sé yo, la herencia aborigen norteamericana, por poner un ejemplo, nuestros nombres vendrían a tener una etimología cuya significación fácilmente sería Toro Sentado, Caballo Loco o Garganta Profunda. No estaría mal.
En cualquier caso, como ya hemos dicho, los nombres propios no tienen significado. La función de los nombres propios es deíctica, es decir, sirven para señalar, para indicar que nos estamos refiriendo a alguien. Por eso, si conocemos a varias personas con el nombre de María y nos referimos en una conversación a una María que no está presente, si tenemos en cuenta el hecho de que nuestro interlocutor con toda seguridad conocerá a su vez a varias Marías, hemos de añadir alguna otra indicación para dejar claro a quién nos estamos refiriendo. Si decimos a alguien: —Ayer ví a María— (a menos que por el contexto interpersonal quede clarísimo de quién se trata) nuestro interlocutor, sí o sí, nos preguntará, —¿Qué María?— Esto es, necesita una referencia mayor para poder asociar el nombre a una persona concreta. —María, la de mi clase—, —¡Ah, sí! ¿Qué se cuenta?— Así es, no hay nada en los nombres propios que caracterice a las personas que así se llaman. Hay Marías con toda clase de personalidades, con todo tipo de complexiones físicas y con infinitas circunstancias personales. No hay ninguna característica que pueda ser común a todas ellas que las identifique con el nombre de María.
Si profundizamos un poquito más en la materia podemos afirmar que los nombre propios se enmarcan en la categoría de mensajes cuyo código refiere al código (C/C), esto es, los códigos lingüísticos, poseen unidades peculiares cuyo funcionamiento depende directamente del carácter simbolizador de la lengua y no de su función referencial. Así, como ejemplo paradigmático de esta categoría, tenemos a los nombre propios, en los cuales su significación general no puede definirse sin su referencia al código. Es decir, el nombre propio es una partícula del código que solo puede ser referida al código. De esta manera, nos encontramos con significantes que no tienen definición de significado; por ejemplo, el nombre propio Jose Manuel se refiere a todas las personas que comparten ese nombre pero ninguna de ellas comparte una particularidad o propiedad implícita en el nombre que nos señale un rasgo referido al mismo. Siendo por tanto los nombres propios un claro ejemplo de circularidad de código referido al código.
Si quieres saber más sobre la deixis pincha aquí para leer nuestro artículo sobre el trabajo de Roman Jakobson: Los conmutadores. Las categorías verbales y el verbo ruso.
Finalmente, confesar que a mí también me gusta buscar y leer la personalidad y el significado asociados a mi nombre o leer mi horóscopo o todo aquello que envuelve a cuestiones externas a nuestra identidad, tales como nuestra fecha o lugar de nacimiento o nuestro nombre, y es que, como bien sabréis, me encanta la literatura.
De la web:
http://porloscodos.com
Las personas que tienen por nombre María celebran su onomástica el 12 de septiembre, con los últimos estertores del verano. Esta confluencia estacional los dota de un carácter afable y cariñoso alimentado por el cálido mecer de la sombra de las primeras hojas caídas de un otoño que asoma creciente ante el cada vez más débil aliento del frescor de la luz estival. Son personas tenaces, que les gusta perseverar en sus objetivos y no se rinden a la primera de cambio puesto que, aunque albergan en sí mismas una duda que de forma constante las amenaza llevándolas a no creer en sus capacidades, siempre se reponen con una energía incandescente ante dichos temores. Son personas risueñas, su sonrisa hará que en tus ojos se refleje el brillo de su corazón. Les gusta estar rodeadas de amistades y familiares a los que tratan con un mimo especial. Poseen una gran inteligencia emocional que se materializa en su capacidad para escuchar y comprender a los demás. Si conoces a una persona con el dulce nombre de María, alégrate de contar con ellas en tu círculo, bien sabrás la clase de personalidad que las caracteriza.
En efecto, yo conozco a varias personas con el nombre de María que son muy majas y unas excelentes personas, pero también conozco a otras que no lo son tanto. El caso es que todo lo que has leído antes sobre el nombre de María me lo he inventado así como quien no quiere la cosa. Disculpa mi atrevimiento, amado lector, mi afán no es engañarte sino demostrar lo fácil que resulta otorgar a un nombre unas cualidades que no tienen nada que ver con las personas que lo atesoran, puesto que los nombres propios, en verdad, ¡no significan nada! Así es, los nombres propios están vacíos de significado. Ahora responderás: —¡Vaya que no! Pues si que tiene, listopanes, el mío viene hasta en la Wikipedia—. Cierto es, que si pinchas aquí verás lo que dice la Wikipedia sobre el nombre de María. Ahora bien, lo que vamos a leer no es el significado del nombre, sino su etimología, esto es, el origen de una palabra y de su significación. De esta forma, el origen del nombre de María es hebreo, de una palabra que significaba “la excelsa”, es decir, en su día alguien decidió denominar a su hija excelsa y, claro, los demás padres dirían, para excelsa mi hija… Pero, si nuestra cultura en lugar de provenir de la influencia judeocristiana y grecolatina lo hiciera de, qué sé yo, la herencia aborigen norteamericana, por poner un ejemplo, nuestros nombres vendrían a tener una etimología cuya significación fácilmente sería Toro Sentado, Caballo Loco o Garganta Profunda. No estaría mal.
En cualquier caso, como ya hemos dicho, los nombres propios no tienen significado. La función de los nombres propios es deíctica, es decir, sirven para señalar, para indicar que nos estamos refiriendo a alguien. Por eso, si conocemos a varias personas con el nombre de María y nos referimos en una conversación a una María que no está presente, si tenemos en cuenta el hecho de que nuestro interlocutor con toda seguridad conocerá a su vez a varias Marías, hemos de añadir alguna otra indicación para dejar claro a quién nos estamos refiriendo. Si decimos a alguien: —Ayer ví a María— (a menos que por el contexto interpersonal quede clarísimo de quién se trata) nuestro interlocutor, sí o sí, nos preguntará, —¿Qué María?— Esto es, necesita una referencia mayor para poder asociar el nombre a una persona concreta. —María, la de mi clase—, —¡Ah, sí! ¿Qué se cuenta?— Así es, no hay nada en los nombres propios que caracterice a las personas que así se llaman. Hay Marías con toda clase de personalidades, con todo tipo de complexiones físicas y con infinitas circunstancias personales. No hay ninguna característica que pueda ser común a todas ellas que las identifique con el nombre de María.
Si profundizamos un poquito más en la materia podemos afirmar que los nombre propios se enmarcan en la categoría de mensajes cuyo código refiere al código (C/C), esto es, los códigos lingüísticos, poseen unidades peculiares cuyo funcionamiento depende directamente del carácter simbolizador de la lengua y no de su función referencial. Así, como ejemplo paradigmático de esta categoría, tenemos a los nombre propios, en los cuales su significación general no puede definirse sin su referencia al código. Es decir, el nombre propio es una partícula del código que solo puede ser referida al código. De esta manera, nos encontramos con significantes que no tienen definición de significado; por ejemplo, el nombre propio Jose Manuel se refiere a todas las personas que comparten ese nombre pero ninguna de ellas comparte una particularidad o propiedad implícita en el nombre que nos señale un rasgo referido al mismo. Siendo por tanto los nombres propios un claro ejemplo de circularidad de código referido al código.
Si quieres saber más sobre la deixis pincha aquí para leer nuestro artículo sobre el trabajo de Roman Jakobson: Los conmutadores. Las categorías verbales y el verbo ruso.
Finalmente, confesar que a mí también me gusta buscar y leer la personalidad y el significado asociados a mi nombre o leer mi horóscopo o todo aquello que envuelve a cuestiones externas a nuestra identidad, tales como nuestra fecha o lugar de nacimiento o nuestro nombre, y es que, como bien sabréis, me encanta la literatura.
De la web:
http://porloscodos.com