Los caballos se comunican con movimientos de sus ojos y de sus orejas
El caballo reacciona a las expresiones faciales y a las actitudes de otros caballos delatadoras de que le están prestando atención a algo, incluyendo la dirección de la mirada y el movimiento de las orejas. Así se ha constatado en una investigación reciente cuyos resultados son una demostración más de que los humanos no somos los únicos seres del planeta con capacidad de comunicación, y un buen ejemplo de que hay animales que se pueden comunicar mediante mecanismos que están fuera de nuestro alcance.
Este estudio, hasta donde se sabe, es el primero en el que se examina una vía potencial de comunicación que los humanos no tenemos: los movimientos de las orejas. Muchas investigaciones de este tipo en animales se han centrado en señales que los humanos también usamos: la orientación del cuerpo, la orientación de la cabeza y el movimiento de los ojos, sin explorar el papel de los movimientos de las orejas.
El nuevo estudio contradice además la noción anterior de que los animales con ojos a los lados de la cabeza no pueden recolectar información basada en la dirección de la mirada de otro.
Las investigadoras Jennifer Wathan y Karen McComb, de la Universidad de Sussex en el Reino Unido, tomaron fotografías para documentar las señales corporales exhibidas por caballos, cuando estaban poniendo atención en algo. Luego las usaron para confeccionar modelos a tamaño natural para que otros caballos los vieran a la hora de escoger de cuál de dos recipientes intentar comer. En cada caso, el caballo en la fotografía estaba prestando atención a uno de los recipientes y no al otro. En algunas fotos, las investigadoras manipularon la imagen para quitar información clave de las áreas faciales, incluyendo los ojos y las orejas.
Las observaciones de las investigadoras muestran que el caballo se vale de la orientación de la cabeza de sus congéneres para deducir qué están mirando con insistencia. Saber a qué le están prestando una atención especial, en circunstancias idénticas o cuando comparten un mismo espacio, les puede ayudar a localizar comida. Sin embargo, la habilidad para deducir qué atrae el interés de sus semejantes queda muy mermada cuando ciertas partes de la cara (los ojos y las orejas) se cubren mediante máscaras. La habilidad para juzgar correctamente a qué están prestando atención otros caballos también varía dependiendo de la identidad de cada caballo fotografiado, lo que sugiere que los rasgos faciales individuales pueden ser importantes.
Wathan y McComb planean continuar explorando los rasgos faciales más vinculados a la expresión de emociones en los caballos, y destacan que la rica vida social que puede llegar a tener un caballo de manera natural, así como la estrecha relación del Ser Humano con este animal desde que lo domesticó, hace de los caballos sujetos de investigación particularmente interesantes. Tal como argumenta Wathan, los caballos despliegan partes de la misma compleja y fluida organización social que tenemos los humanos y que también vemos en los chimpancés, los elefantes y los delfines.

El caballo reacciona a las expresiones faciales y a las actitudes de otros caballos delatadoras de que le están prestando atención a algo, incluyendo la dirección de la mirada y el movimiento de las orejas. Así se ha constatado en una investigación reciente cuyos resultados son una demostración más de que los humanos no somos los únicos seres del planeta con capacidad de comunicación, y un buen ejemplo de que hay animales que se pueden comunicar mediante mecanismos que están fuera de nuestro alcance.
Este estudio, hasta donde se sabe, es el primero en el que se examina una vía potencial de comunicación que los humanos no tenemos: los movimientos de las orejas. Muchas investigaciones de este tipo en animales se han centrado en señales que los humanos también usamos: la orientación del cuerpo, la orientación de la cabeza y el movimiento de los ojos, sin explorar el papel de los movimientos de las orejas.
El nuevo estudio contradice además la noción anterior de que los animales con ojos a los lados de la cabeza no pueden recolectar información basada en la dirección de la mirada de otro.
Las investigadoras Jennifer Wathan y Karen McComb, de la Universidad de Sussex en el Reino Unido, tomaron fotografías para documentar las señales corporales exhibidas por caballos, cuando estaban poniendo atención en algo. Luego las usaron para confeccionar modelos a tamaño natural para que otros caballos los vieran a la hora de escoger de cuál de dos recipientes intentar comer. En cada caso, el caballo en la fotografía estaba prestando atención a uno de los recipientes y no al otro. En algunas fotos, las investigadoras manipularon la imagen para quitar información clave de las áreas faciales, incluyendo los ojos y las orejas.

Las observaciones de las investigadoras muestran que el caballo se vale de la orientación de la cabeza de sus congéneres para deducir qué están mirando con insistencia. Saber a qué le están prestando una atención especial, en circunstancias idénticas o cuando comparten un mismo espacio, les puede ayudar a localizar comida. Sin embargo, la habilidad para deducir qué atrae el interés de sus semejantes queda muy mermada cuando ciertas partes de la cara (los ojos y las orejas) se cubren mediante máscaras. La habilidad para juzgar correctamente a qué están prestando atención otros caballos también varía dependiendo de la identidad de cada caballo fotografiado, lo que sugiere que los rasgos faciales individuales pueden ser importantes.
Wathan y McComb planean continuar explorando los rasgos faciales más vinculados a la expresión de emociones en los caballos, y destacan que la rica vida social que puede llegar a tener un caballo de manera natural, así como la estrecha relación del Ser Humano con este animal desde que lo domesticó, hace de los caballos sujetos de investigación particularmente interesantes. Tal como argumenta Wathan, los caballos despliegan partes de la misma compleja y fluida organización social que tenemos los humanos y que también vemos en los chimpancés, los elefantes y los delfines.