Con más sufrimiento del esperado, el Barcelona vivió la noche más hermosa de su historia reciente. Se llevó un título por el que ha estado suspirando 14 años, desde aquella mítica noche de Wembley y el gol de Koeman. Le costó. Le costó muchísimo. Tuvo que remontar un gol en contra del Arsenal e incluso durante muchos minutos del partido muchos vieron la final perdida. Durante muchos minutos, la maldición europea del Barça, esa que le impidió ganar tres finales, pareció cebarse de nuevo con el equipo español. Al final venció por 2-1 tras una lección de fútbol, coraje y talento de un equipo, que hoy por hoy es el mejor de Europa: por carácter y por la calidad de todos sus jugadores. Conservadurismo Una final siempre impresiona. Por el ambiente, por la liturgia que rodea esta clase de acontecimientos y por todo lo que se pone en juego: el prestigio, la historia, la ilusión de tanta y tanta gente. Arsene Wenger y Frank Rijkaard también debieron quedar impresionados, sobre todo el holandés, y su apuesta fue conservadora desde el principio. El técnico del Arsenal dejo en el banquillo a Reyes y colocó a Pires, más activo en labores defensivas.
Rijkaard hizo lo mismo y dejo a Iniesta en el banquillo para colocar a Van Bommel para bregar en el centro del campo. Una decisión que a la postre resultaría equivocada. Estos cambios descubrían las intenciones de los dos técnicos: la lucha por el dominio del centro de campo era vital. Quien controlara la zona ancha, controlaría el partido. El Barcelona llegaba más obligado a esta final: es mejor equipo, tiene mejor plantilla y el juego desplegado a lo largo de la temporada ha sido más brillante que el del Arsenal. Por tanto, y aunque rehuía de su etiqueta de favorito, el Barcelona tenía que llevar el peso del partido, tomar la iniciativa y controlar el juego. Desconcierto inicial Era previsible que el Arsenal, un equipo solidario y trabajador que sale con velocidad al contragolpe desde el centro del campo, cediera terreno y se encomendara a Henry. Pero los ingleses quisieron saltarse el guión desde el principio y en el minuto dos a punto estuvo de marcar Henry tras un soberbio control dentro del área del Barcelona. Ahí apareció Valdés para desviar a córner. Un minuto después Henry volvió a probar suerte desde fuera del área y de nuevo Valdés tuvo que intervenir. El desconcierto del Barcelona apenas duró cinco minutos. Enseguida los azulgrana hicieron lo que se esperaba de ellos: controlar el balón y dominar el juego. Con Ronaldinho barriendo todo el frente de ataque y con Giuly muy activo por banda derecha, el Barça tomó los galones del encuentro aunque no creaba serio peligro.

Rijkaard hizo lo mismo y dejo a Iniesta en el banquillo para colocar a Van Bommel para bregar en el centro del campo. Una decisión que a la postre resultaría equivocada. Estos cambios descubrían las intenciones de los dos técnicos: la lucha por el dominio del centro de campo era vital. Quien controlara la zona ancha, controlaría el partido. El Barcelona llegaba más obligado a esta final: es mejor equipo, tiene mejor plantilla y el juego desplegado a lo largo de la temporada ha sido más brillante que el del Arsenal. Por tanto, y aunque rehuía de su etiqueta de favorito, el Barcelona tenía que llevar el peso del partido, tomar la iniciativa y controlar el juego. Desconcierto inicial Era previsible que el Arsenal, un equipo solidario y trabajador que sale con velocidad al contragolpe desde el centro del campo, cediera terreno y se encomendara a Henry. Pero los ingleses quisieron saltarse el guión desde el principio y en el minuto dos a punto estuvo de marcar Henry tras un soberbio control dentro del área del Barcelona. Ahí apareció Valdés para desviar a córner. Un minuto después Henry volvió a probar suerte desde fuera del área y de nuevo Valdés tuvo que intervenir. El desconcierto del Barcelona apenas duró cinco minutos. Enseguida los azulgrana hicieron lo que se esperaba de ellos: controlar el balón y dominar el juego. Con Ronaldinho barriendo todo el frente de ataque y con Giuly muy activo por banda derecha, el Barça tomó los galones del encuentro aunque no creaba serio peligro.
