
Levantó al cielo el trofeo de la Copa Mundial de la FIFA después de 24 años de sueños rotos. Este gesto convirtió a Philipp Lahm en uno de los futbolistas con más títulos en su haber. Pero, ¿sabes por qué eligió el Bayern en lugar del Múnich 1860 en sus comienzos? ¿O que fue la marca de una chica la que le creó sus primeros problemas sobre un terreno de juego?
Con motivo de su 31 cumpleaños, este 11 de noviembre, buscamos a los primeros compañeros de vestuario de Lahm, a sus primeros amigos y entrenadores para que nos expliqué cómo era aquel niño que hoy es campeón del mundo.
"Tiene una habitación entera dedicada exclusivamente a guardar las copas y medallas que ha ganado", afirma emocionado Emanuel Jozic en su charla con FIFA.com. "Y no es pequeña", añade este amigo de la infancia de Lahm. En sus doce años como profesional, Lahm, ha ganado cinco Ligas y cinco Copas alemanas, una Liga de Campeones de la UEFA y una Copa Mundial de Clubes de la FIFA, así como la Copa Mundial de la FIFA™, conquistada en julio de 2014, entre otros muchos trofeos.
El capitán del Bayern de Múnich cimentó las bases de su trayectoria triunfal en el FT Gern, un humilde club de barrio del oeste de Múnich, cerca de la casa de sus padres. Aquí es donde Lahm dio sus primeras patadas al balón con apenas cinco años, y donde no tardó en entablar amistad con Jozic. "Él era nuestro centrocampista en aquellos tiempos y, a día de hoy, sigue siendo un gran amigo", reconoce éste a FIFA.com. Enseguida quedó de manifiesto que el pequeño Philipp estaba dotado de un talento extraordinario; ya entonces era mucho mejor que sus compañeros y rivales.
Siempre por el bien del equipo
Sin embargo, a él nunca le gustó destacar. Según Jozic, siempre se comportó como un compañero solidario que se ponía a disposición del equipo. "Gern cuenta con un entorno muy arraigado, de gente con los pies en el suelo, y así jugaba también Philipp", explica a FIFA.com Andreas Theilacker, que entrenó a Lahm con 12 años en su última temporada en los infantiles del FT Gern.
"Es un club familiar. Sus miembros pertenecen a él de toda la vida", señala Karl Kessler en su conversación con FIFA.com. Él fue otro de los entrenadores de Lahm en sus primeros años, y continúa siendo un buen amigo de la familia, como asevera el jugador. No en vano, la familia de Lahm está vinculada desde hace décadas a la entidad: su madre Daniela sigue trabajando actualmente como monitora juvenil; mientras que su padre, Roland, jugó muchos años en el primer equipo junto a Kessler, quien está convencido de que el progenitor le transmitió infinidad de cosas a su hijo.
"El talento le viene definitivamente del padre", nos dice Kessler, quien revela que Roland también habría podido jugar en categorías superiores. Pero no quiso, entre otros motivos, por su apego al club, otra de las cualidades que heredó su hijo. Con todo, el talento de Lahm no pasó desapercibido para los dos grandes clubes de Múnich, y los ojeadores presenciaban prácticamente cada partido de aquel dorsal 10 del FT Gern, tal y como recuerda Theilacker.
Sin presión por parte de sus padres
No obstante, Lahm no quería marcharse. "Su deseo era quedarse con sus amigos, en su barrio", afirma Sebastian Koenigsbauer, excompañero de Lahm en el Gern, en declaraciones a FIFA.com. En cualquier caso, ni el FC Bayern ni el TSV 1860 Múnich cejaron en su empeño por llevarse al jugador, que tuvo que meditar una decisión nada sencilla.
Lahm no era un ferviente seguidor del Bayern, como nos confirman nuestros interlocutores, y sentía simpatía por los Leones de su rival local, el Múnich 1860. Su padre, en cambio, que sí era hincha del Bayern, no quería influir en su hijo. Por lo general, sus padres jamás le presionaron, y le apoyaron en todas sus decisiones.
Pero hubo un partido en concreto que decantó finalmente la balanza a favor del Bayern y que Jozic todavía recuerda como si fuera ayer. Los muchachos del Gern se enfrentaron al Múnich 1860 en su ciudad deportiva y, a la postre, Lahm se quejó de los "numerosos agujeros en la alambrada" y de un terreno de juego "en mal estado". Y cuando un día ejerció de recogepelotas en un partido del Bayern en el Estadio Olímpico de Múnich, Lahm tomó finalmente la decisión y recaló en el supercampeón alemán con 12 años.
Prohibido perder
Y allí Lahm enseguida se hizo respetar, pese a que siempre fue uno de los jugadores de menor estatura. Su chispa, su ambición, su disciplina y su inteligencia, aunadas a un talento descomunal, fueron determinantes, tal y como apuntan unánimemente los cuatro entrevistados. La chispa y la ambición son, además, dos rasgos de su carácter que no sólo despliega sobre el césped, sino en cualquier situación cotidiana: jugando al baloncesto, al billar, a los dardos, a la PlayStation o en una partida de cartas. Philipp Lahm odia perder.
"Le aburre soberanamente. Se le nota enseguida en los gestos", asegura Jozic entre carcajadas. "En el Schafkopf o el Watten [ndlr: juegos de cartas bávaros] siempre buscaba un culpable. Y acababan discutiendo hasta llegar a un acuerdo", añade Kessler. "Cuando perdíamos, le sentaba fatal y se ponía de muy mal humor", recuerda Koenigsbauer.
Por eso, el hoy campeón del mundo se empleaba a fondo para evitarlo. Y prueba de ello es que lleva muchas temporadas brillando al máximo nivel a base de dedicación y sólidas actuaciones. "Es el mejor jugador de 17 años que he visto en mi vida. Nunca cometía errores y nunca hacía un mal partido", declaró recientemente a los micrófonos de FIFA.com Hermann Gerland, que lo tuvo a sus órdenes en los juveniles del Bayern.
Levantarse con más fuerza tras cada caída
Pero Theilacker se ve obligado a corregir las palabras de Gerland, porque él sí recuerda un encuentro en el que Lahm anduvo despistado. En aquella ocasión, había una chica en el equipo contrario que, por su velocidad, fue la encargada de marcar a Lahm. "Fue una situación que le sobrepasó. No sabía cómo jugar contra ella", cuenta Theilacker con una sonrisa.
A pesar de su ascenso meteórico, Lahm también sufrió muchos reveses en el camino, y a menudo se quedó a las puertas de la gloria: perdió la final de la Eurocopa de 2008, cayó en las semifinales de la Copa Mundial de la FIFA 2010™ y la Eurocopa de 2012, y sucumbió en la final de la Liga de Campeones de 2012 jugada en Múnich. Pero Lahm nunca bajó los brazos. Es más, salió reforzado de estas experiencias. Sobre todo tras la decepción de la final continental perdida en casa en 2012. Jozic notó "que aún tenía ganas de más y que aumentó su intensidad en el trabajo". Este esfuerzo obtuvo su recompensa y, tal vez, fueron precisamente estos malos tragos los que reportaron tantos títulos a uno de los mejores carrileros del planeta.
"Es casi imposible ganar más de lo que ha ganado él. Ahora, cuando quedamos, le llamo directamente ‘campeón del mundo’", afirma Jozic. El triunfo en el Maracaná brindó a los cuatro entrevistados la oportunidad de recordar los momentos más especiales que han vivido junto al primer alemán que alzó el trofeo mundialista al cielo de Río de Janeiro.
Felicidad completa junto a su familia
Koenigsbauer nos relata una excursión en bicicleta de cuando Lahm era niño y se le pinchó una rueda, circunstancia que le obligó a esforzarse mucho más que los demás. Eso sí, aguantó el ritmo sin ningún problema. "Yo creo que sus padres lo hicieron a propósito para que entrenara", bromea. A Kessler, por su parte, le vino a la memoria una escapada a la nieve que hacían juntos cada Nochebuena, tradición que cumplieron hasta el nacimiento del hijo de Lahm hace unos años. Cuando Lahm tenía 13 años, comenzó a llover con tanta intensidad que Kessler decidió dar media vuelta, algo con lo que Lahm no estuvo nada de acuerdo. "Se enfadó muchísimo e incluso me acusó de ser un gallina", ríe Kessler.
Cuando cuentan estas historias, se percibe en todos ellos el profundo orgullo que sienten por el que fue su compañero, pupilo y amigo. Entre tanto, Lahm ya se ha retirado de la selección, y ahora podrá dedicar más tiempo a estar con su mujer y su hijo pequeño. "Le encanta su papel de padre, lo hace de maravilla y es completamente feliz. Es una experiencia que le ha hecho madurar aún más", opina Jozic.
Con todo, Lahm siempre está dispuesto a pasar un buen rato, "igual que antes". Y cada vez que uno de los cuatro queda con él, se da cuenta de que continúa siendo el mismo muchacho que vivía en Gern, al oeste de Múnich.
